Para qué estudiar la danza agotada
28/4/2016
Una tendencia de la danza más reciente propone detener el movimiento para reflexionar sobre el impulso que lo origina. El cuerpo que baila y piensa se pregunta qué sentido tiene la danza hoy.
Algunos se espantaron con la aparición de esta tendencia, olvidaron que la historia de la danza puede leerse como una sucesiva cadena de rompimientos de los códigos de la especialidad; solo se trata de estar atento a los aportes que dejará.
Algunos se espantaron con la aparición de esta tendencia, olvidaron que la historia de la danza puede leerse como una sucesiva cadena de rompimientos de los códigos de la especialidad; solo se trata de estar atento a los aportes que dejará.
Al cuerpo del bailarín se le exige belleza y armonía, por eso lo somete a entrenamiento riguroso desde edades tempranas: la única garantía para alcanzar el virtuosismo que se le pide a la danza afianzada en el movimiento. Solo así la bailarina podrá ejecutar 32 fouteés y el bailarín llegará al cielo con un salto. El dominio de la técnica, cualquiera que sea la elegida, se convierte en una obsesión, por eso se buscan otras formas de entrenarse menos agresivas con el cuerpo. No se puede olvidar que la obra creada está destinada a formar parte de un espectáculo.
El cuerpo es el instrumento con el cual el ser humano se comunica con el entorno en que vive, y a ese cuerpo se le exigen enormes responsabilidades, desde madrugar para ir al trabajo, hasta soportar altos decibeles en las discotecas. Los medios de comunicación le impusieron un patrón: alto, rubio, musculoso, delgado, para ellos. Tallas de Barbie para ellas. Solo con ese cuerpo, nos dicen, seremos felices y alcanzaremos el éxito con rapidez. Por eso tanta gente se somete a costosas cirugías para corregir “defectos de la naturaleza”. Por otro lado, el mercado laboral demanda alta competencia profesional, y eso reduce el tiempo para mimar al cuerpo; pero de esa situación solo tomamos conciencia cuando el cuerpo se lastima.
Foto: Karla Puente
Es ese cuerpo asaeteado por la velocidad de estos tiempos el que ha emergido a la luz de la danza para expandir las fronteras de la especialidad. La danza ―llámese moderna o contemporánea— ha sido, desde el principio de los tiempos, espacio de libertad creativa. Ajena a la codificación precisa del ballet clásico y alejada de los imperativos de las tradiciones folclóricas, amplía sus fronteras cada vez que sus protagonistas han sentido la necesidad de revelar las contradicciones de la sociedad en que viven.
Quebrar la división entre el cuerpo y el pensar es una de las tareas que ocupan a la danza hoy. La bailarina e investigadora Hilda Islas ha estudiado las tecnologías corporales, que define como “formas complejas de composición y recomposición de los usos corporales en función de las necesidades del tejido social” [1]. De esta manera deja claro que los lenguajes expresivos de la danza pueden ser instrumentos de expresión social. Así, la danza, que no ha ocupado planos estelares en las discusiones sobre arte, mueve el pensamiento que la sustenta y le permite interactuar con el público.
Cuando en 1965 Yvonne Rainer lanzó el Manifiesto del No, sacudió los cimientos de la danza, el eco de su grito se escucha todavía [2]:
NO al espectáculo NO al virtuosismo NO a las transformaciones y a la magia y al hacer creer
NO al glamour y a la trascendencia de la imagen de la estrella No a lo heroico
NO a lo anti-heroico No al imaginario basura NO al involucrarse de intérprete o del espectador
NO al estilo No al camp NO a la seducción del espectador mediante trucos
del intérprete
NO a la excentricidad NO a moverse o ser movido
Después de esta ráfaga de cuestionamientos, las preguntas que atraviesan las prácticas danzarias a lo largo de los tiempos requerían nuevas respuestas de los hacedores de la danza y de sus espectadores, la crítica entre ellos. ¿Cómo se mueven los bailarines? ¿Por qué se mueven? ¿Dónde se mueven? ¿Ante quién se mueven? Las respuestas posibles, nunca absolutas, debían tomar otros matices.
La ausencia de paradigmas abrió las fronteras de la danza, multiplicó las posibilidades expresivas del danzante y exigió al público se involucrara de forma creadora e inteligente en la recepción de la obra.
Dado el carácter efímero de la danza, sus registros son de vital importancia para contar su devenir histórico. ¿Cómo, en lo adelante, sin un canon orientador, se construiría su historia?, ¿cómo pensarla?, ¿cómo recepcionarla? La investigadora Susana Tambutti enuncia el reto que debe afrontarse en esa tarea: “Pensar hoy la danza implica recurrir a múltiples teorías que nos aporten un cierto arsenal de conceptos que permitan identificarla como tal, justamente porque la danza hoy no se deja encerrar bajo ningún concepto definitivo. Nunca tendremos «la» teoría correcta para todas las formas de danza, pero necesitamos «teorías» para comprender aquello que no permite categorización alguna” [3].
Quebrar la división entre el cuerpo y el pensar es una de las tareas que ocupan a la danza hoy.Hace unos meses llegó a La Habana La Ribot, una de las más reconocidas embajadoras de la danza del presentar. Invitada por los organizadores de la Bienal de La Habana, su obra se vio en la Sala El Ciervo Encantado, sede del grupo de teatro del mismo nombre, de estrechos vínculos con los artistas visuales, e integrado por actores cuyos cuerpos ocupan espacios de protagonismo en la puesta en escena. La Ribot trajo una de sus piezas, Más distinguidas, ahora presentada por otra bailarina. Era un solo que desbarata las fronteras disciplinarias entre el teatro y las artes visuales, y destruye las jerarquías entre bailarina y espectador.
La pasada semana vimos en el Teatro Miramar, el peor espacio posible, las obras del Colectivo PEC gestadas por bailarines que han roto los estancos entre creación e investigación. Quiebre y La Magdalena indagan en el cuerpo danzante latinoamericano, afincados en las experiencias vitales de sus autores y sustentados en la epistemología del Sur. Ambas experiencias fueron pretextos para dialogar sobre los caminos de la danza que hacemos hoy en Cuba, tan dada al movimiento, tan presta al virtuosismo, a veces tan desconectada de la realidad que vivimos.
Después de esta ráfaga de cuestionamientos, las preguntas que atraviesan las prácticas danzarias a lo largo de los tiempos requerían nuevas respuestas de los hacedores de la danza y de sus espectadores, la crítica entre ellos.La Danzología
Ahora mismo en Cuba, la aparición de la carrera de Danzología abre las expectativas en la creación, el pensamiento y el registro de la danza. Heredera de las tradiciones pedagógicas de la Universidad de las Artes y de la enseñanza de la danza en todos los niveles de la enseñanza artística, sale a la luz en un momento singular del país. El esfuerzo por actualizar el modelo socio-económico, tratando de preservar conquistas sociales como la igualdad de derechos, la gratuidad de la educación y los servicios médicos, al tiempo que abre la economía a otras formas de propiedad y a la inversión de capital foráneo, despierta esperanzas e incertidumbres. Hemos sido testigos de hechos inimaginados en el pasado: la visita al país de un presidente de los Estados Unidos o un concierto de los Rolling Stones en la Ciudad Deportiva.
También han surgido varias compañías de danza, promesas de futuro; entre ellas, Los hijos del director, liderada por George Céspedes. Yuris Nórido apunta: “En La tribulación de Anaximandro ( … ) los referentes intelectuales son menos claros. Por más que las pretensiones filosóficas estén explicitadas en las notas al programa, resulta difícil descubrir sus aportes al entramado escénico. Aquí está de nuevo el trazado geometrizante, perfectamente encadenado, cíclico y canónico. Hay que decirlo: George Céspedes ya tiene una manera singular de mover a un cuerpo de baile” [4].
Foto: Archivo La Jiribilla
Mal Paso, bajo la égida de Osnel Delgado, fue bienvenida por Lauren Cleto: “Enfoca donde el movimiento representa todo y donde el cuerpo lleva la delantera sin valerse de artificios, ni recurrir al truco de las referencias coreográficas o musicales validadas, a excepción de Benny Moré…” [5].
Médula fue creada por Yoel González en la ciudad de Guantánamo, de quien afirma Yaremi Estonel: “Posee la perspicacia de crear, desde la versatilidad de sus coreografías, obras para ser interpretadas por personas involucradas en géneros tan exclusivos como el changüí, o por estudiantes de las escuelas de enseñanza artística y hasta por jóvenes talentosos con escasa formación académica” [6].
Sobre Acosta Danza, que viene precedida con la aureola de Carlos Acosta, Mercedes Borges señala: “Acosta Danza tiene la mixtura particular de lo clásico y lo moderno, dos palabras que han permanecido en pugna por mucho tiempo, dos estilos que mezclados, pueden dar un resultado “despampanante”. Carlos desafía los esquemas, se arriesga y nos reta a seguirlo, con sus defectos incluidos como todo mortal, en la aventura de regalarle a Cuba una nueva compañía de danza” [7].
Foto: Kike
Un poco antes, Sandra Ramy fundaba el Colectivo Persona. Pedro Ángel González lo saludaba: “Sandra Ramy y Persona realizan una interesante indagación acerca de las potencialidades gestuales del cuerpo, con énfasis en el gestus facial con búsquedas incitantes sobre ojos, boca, orejas, cuello, auxiliados, por momentos, de las manos que castigan oídos y labios” [8].
Parece que el panorama danzario cubano se mueve por estos días. Y esa sensación es compartida con otras artes. Los jóvenes cineastas apuestan por formas diferentes de producción, porque no les interesa imbricarse con la industria; abordan aristas de la sociedad que no suelen aparecer en los medios de comunicación, y raras veces sus obras se presentan más allá de festivales. Una zona del teatro explora formas de gestión que cabalgan entre el patrocinio estatal y el de las embajadas europeas, se presentan en eventos que duran una semana en espacios tradicionales, y aún no han formado un público para sus propuestas. Abordan temas que inquietan a muchos; quieren romper con los lenguajes tradicionales, pero no alcanzan a crear los suyos. La música se ha dejado invadir por el reguetón, que opaca las creaciones más auténticas.
Foto: Archivo La Jiribilla
En panorama tan inquietante, aparece la Danzología. Su currículum tiene una fuerte carga en la historia y la crítica. Los estudiantes recorren la historia de la filosofía, las artes plásticas y la literatura. La Antropología, la Lingüística, la Estética y la Semiótica forman parte del programa de estudio. Comparten las aulas con bailarines y coreógrafos, y sus prácticas danzarias abarcan un amplio espectro, desde las clases de técnica moderna, folclor cubano y ballet, hasta la video danza y las técnicas periodísticas aplicadas a la danza.
Así se forman en la Universidad de las Artes de La Habana los estudiantes de Danzología, quienes ya se incorporan a las tareas de promoción de la danza y el teatro cubanos como parte de los equipos de redacción de periódicos, boletines y sitios digitales especializados en esas materias.
Quiero imaginar que la obra de estos jóvenes va a generar un pensamiento descolonizador, inclusivo, de formas de hacer diversas por su origen y configuración; que harán de la eticidad una brújula para la vida, que sus críticas propositivas estarán prestas al diálogo inteligente con la obra de arte y su creador.
Brillante Marilyn!