Rafael Zarza expone por primera vez en Romerías de Mayo. Como parte de Babel, evento de las artes visuales del Festival Mundial de las Juventudes Artísticas, el Premio Nacional de Artes Plásticas 2020 inauguró, en la sala principal del Centro Provincial de Arte, la exposición personal Piel de toro, compuesta mayormente por litografías —en muchas utiliza el acrílico y el collage–, además de algunas serigrafías; donde el tema taurino, recurrente en su obra, transita como hilo conductor la muestra.
Su trabajo, con el empuje de un toro brioso que no ha perdido la lozanía de los años mozos, sino al contrario, ha ganado en agilidad, en perspicacia, lo coloca entre los principales exponentes del grabado contemporáneo en Cuba, desde que en la década del 60 creó la serie Tauromanía, asociada al pop y a la obra de Humberto Peña (“Con el rayo, buuf”, homenaje a Humberto, maestro de su generación, se incluye en esta muestra).
“Ya entonces aparecía —desde luego— el animal que ha identificado por excelencia su producción artística. Bravío o amansado, viril o castrado, musculoso o esquelético, vivo o desollado, libre o sojuzgado, líder o crucificado, solitario o enyuntado, de cuernos agudos o mutilados, se prodigó de forma serial o unitaria en Animales… Demostró ser peligroso por su embestida potencial y por su carga de significados históricos, sociales, artísticos…”, escribió Israel Castellanos en Juventud Rebelde a propósito de Animales peligrosos, la antológica muestra con la que el Museo Nacional de Bellas Artes celebró su Premio Nacional de Artes Plásticas, entregado por sus aportes no solo como fiel defensor de la litografía en el contexto nacional y del grabado en general, sino también por su trabajo en la pintura, ilustraciones, dibujos, instalaciones, carteles y portadas de discos.
Zarza, fundador de ese crisol de renovación del grabado insular que es el Taller Experimental de Gráfica de La Habana, reinterpreta creaciones y temas clásicos de la historia del arte. La apropiación y la cita son frecuentes en su obra, como lo es la ironía. A través de ella revisita y se sumerge críticamente en la cotidianidad nacional. Sus aportaciones formales y conceptuales en materia de representación, cuestionamiento y recreación personal de la realidad social y cultural cubana, como maestro de generaciones, fueron subrayadas en el acta del jurado que le concedió el galardón.
Piel de toro —exposición con dirección general de Yuricel Moreno Zaldívar y curaduría de Yosvel Vázquez Prats y Bertha Beltrán Ordoñez— nos muestra a un Zarza provocativo, lúcido, atrevido, lúdico —su obra, producto de una serie de incomprensiones de otras décadas, fue tildada de falocentrista y por tanto, machista—; al artista que construye símbolos, artefactos, conceptos y los rearma a su manera, irónicamente, como en un juego, con una línea de colores cálidos, agresivos, que nos pone frente a un toro rebelde, ágil, un semental inhiesto y potente, listo para la embestida.
“Zarza oye bramidos donde nadie los oye, los traduce, los pone en largos textos al pie de sus grabados que luego lanza a correr por los San Fermines del mundo a precios razonables. Rafael Zarza, viejo singular, refunfuña, patalea, dibuja, pinta, padece de modestia, vive, pero brilla siempre”, escribe Ángel Ramírez en las palabras de la muestra que nos trae a este necesario artista a Romerías de Mayo. “Zarza es mucho maestro”, concluye Ramírez. Cada pieza de Piel de toro nos reafirma su perenne maestría, su apuesta, a pesar de los riesgos, por el brioso empuje de este animal de raza.