Yo vengo a cantar para combatir
26/5/2017
Para nada es casual que la celebración del evento Cubadisco 2017, dedicado a la Nueva Trova, coincida con el aniversario 150 del natalicio de Sindo Garay. Por lo tanto, desde una explícita complicidad, el nombre de esta ponencia ha sido tomado de un verso de la canción de Sindo titulada “Rayos de Oro” porque desde siempre, en las canciones de la trova, se ha amado y defendido a la patria, nuestro principal objetivo a resaltar en esta charla compartida.
Según Alejo Carpentier, toda la historia de Cuba está escrita en sus canciones políticas [1], al hacer referencia a aquellas piezas que por lo general, a partir de la rumba, satirizaban al gobierno de turno durante las primeras décadas de la República, como es el caso de la popular pieza “La Chambelona”. Mucho más acá en el tiempo, una agrupación como NG La Banda, en una pieza como “Picadillo de Soya”, refleja desde una simpática perspectiva la incidencia de la soya en nuestra dieta alimenticia en el llamado Periodo Especial. Sin embargo, no es nuestra intención recorrer el universo de la música popular cubana, donde en cualquier género podemos encontrar referencias a la evolución de nuestra sociedad desde ángulos diversos; sino que nos acercaremos específicamente a las canciones que están enmarcadas dentro de la trova y de estas solamente a aquellas piezas caracterizadas por un inobjetable aliento patriótico.
Estatuilla de nominados al Cubadisco 2017. Foto: Internet
Para el extranjero y también para no pocos de nosotros, cuando se habla de la música cubana, lo primero que se piensa es en un movido y cadencioso ritmo que ha hecho y hace bailar a medio mundo; pero simultáneamente, en nuestro enriquecedor patrimonio musical, encontramos la invitación a una honda reflexión ética en canciones de la Nueva Trova.
En tal sentido, las agrupaciones bailables cubanas son capaces de convocar multitudes en las grandes plazas de nuestro país, pero a la vez en estas mismas plazas, semejantes multitudes de compatriotas se dan cita para compartir los valores y principios plasmados en los versos de los cantadores.
Cintio Vitier, en su novela Peña Pobre, alude a la esencia de la fe de José Martí, aquella que lo define como un revolucionario. “El propio Martí —afirma Vitier— decía que estaba “espantado de todo” y escribió cosas terribles de lo que en el pecho “tenía de cólera y horror”. Pero no perdió nunca la fe en “el mejoramiento humano” y en “la vida futura”, la vida terrenal futura (aunque también creyera en otras), y por esta fe, no por la otra, fue un revolucionario” [2]. Precisamente de esto se trata nuestra presencia en este panel: evocar la poesía interior que como cubanos acompaña nuestra afinidad con la Nueva Trova y homenajear aquellas canciones que han dejado una huella indeleble en la historia por el aliento patriótico que las define. Hoy nos toca a nosotros el intento de emocionar a los trovadores con nuestras palabras, y lo hacemos desde la solemnidad y el respeto propio de cuando se debaten asuntos de la nación relacionados con su derecho a existir y a ser defendida desde el arte.
El grito de la Patria que siente la mujer bayamesa a la cual Sindo se refiere en su conocida canción [3], es la misma expresión que décadas después Silvio exclama en su obra “Te doy una canción”, pieza paradigmática dentro del abarcador repertorio del trovador, al estar inspirada en un amor nacido en la dinámica de una joven sociedad revolucionaria y sus contradicciones.
A partir de canciones como esta, nos reconocemos en la continuidad de una tradición de principios fundamentales, donde las temáticas del amor y la patria conforman esa unidad indisoluble plasmada desde 1851 en “La Bayamesa”, simbólica composición de Fornaris, Castillo y Céspedes.
Precisamente por tales razones, con el honor y el prestigio que se merecen, recordemos a algunos de aquellos trovadores primigenios que entre sones y guarachas nos dejaron canciones patrióticas de profundo calado, aunque por estos días sean prácticamente desconocidas para el gran público. Ahí está “Yo tengo una patria”, hermosísima canción compuesta en 1915 por el patriarca de la trova, Pepe Sánchez, quien suscribe que quiere a la patria tanto como a su amada madre. Por su parte, el propio Sindo tiene la canción de 1920 titulada “Ríos de sangre”, una referencia directa al costo de vidas humanas en las guerras por nuestra independencia; mientras que en “La vergüenza”, obra de 1924, Sindo critica la corrupción dominante en los gobiernos de aquel entonces con una estrofa lapidaria: “Si en esta tierra se vendiera la vergüenza/Cuantos que no la tienen comprar quisieran/ Como no se vende, porque nadie tiene/Más difícil que comprarla, es nacer con ella”.
Sindo Garay junto a Fidel. Foto: Internet
Otro de los grandes de la trova tradicional, Alberto Villalón, nos deja composiciones dedicadas tanto Antonio Maceo como a José Martí. Al Titán de Bronce lo recuerda de este modo, a solo cinco años de la pérdida de su vida en la manigua redentora: “Quien no admira tu acción Maceo querido/Quien no ama con fe a Cuba hermosa/las verdes palmas y los claros ríos/Lloran tu ausencia/Se siente tu vacío”. Al Apóstol, Villalón le dedica estos versos a principios del siglo XX: “Tú no has muerto, Martí en la mente del cubano tu imagen está/ Y aunque pasen los siglos en Cuba/ venerado tu nombre será”.
Y no podemos concluir este muy breve recorrido por canciones patrióticas de antaño sin hablar de “El Proscrito”, pieza concebida en 1891 durante una visita de José Martí a los tabaqueros de Ibor City en La Florida, obra para la cual el irlandés Benito O´Hallarans puso la música y el propio Martí escribió el texto:
“Cuando proscrito en extranjero suelo/La dulce patria de mi amor soñé/Su luz buscaba en el azul del cielo/Y su nombre refulgente hallé/Perpetuo soñador que no concibo/El bien ansiado que entre sueños vi. /Siempre dulce esperanza va conmigo/Allí estará en mi tumba junto a mí”.
II
A más de un siglo del origen de semejantes canciones [4], en homenaje a la memoria del Apóstol por el aniversario 122 de su caída en combate, evoquemos la presencia de determinadas obras musicales comprometidas con las causas justas de los tiempos que corren y que, por lo tanto, acompañan a los cubanos en la defensa de nuestros derechos conquistados y nuestra soberanía.
Se trata de canciones inspiradas en la epopeya de la Revolución cubana, uno de los hechos históricos trascendentales de la Humanidad en el siglo pasado y como tal ha impactado en las vivencias del escenario cotidiano en la Mayor de Las Antillas. Una de estas canciones que conserva la invariabilidad de sus postulados a pesar del paso de los años, es el tema “Cuba va”, vibrante clásico concebido a seis manos donde Noel Nicola, Pablo Milanés y Silvio Rodríguez apuestan por la noble entrega del pueblo a los mayores sacrificios como garantía segura de que Cuba saldrá adelante.
Las canciones de la autoría del prolífico cantautor Silvio Rodríguez nos reiteran la pureza de los principios humanistas que definen la esencia de la Revolución.
Desde las inusuales y renovadoras imágenes poéticas que distinguen a su obra en lo que hasta entonces era el contexto habitual de la trova antes de su aparición, Rodríguez ha estructurado un complejo entramado conceptual en canciones cuyo lirismo, por elevado que este pueda llegar a ser, no representa obstáculo alguno para su comprensión. La verticalidad y franqueza de los oportunos planteamientos de sus canciones, lo ha llevado a ser asumido por la sociedad cubana como uno de los baluartes decisivos en el canto a favor de la dignidad no solo de nuestra patria, sino de la Humanidad toda. Títulos que son aclamados en los conciertos del patio al igual que mucho más allá de nuestras fronteras, los podemos encontrar en “La era está pariendo un corazón”, “Por quien merece amor”, “Días y flores”, “La maza” o “El necio”, entre otras tantas canciones que se han convertido en reservorios naturales de cualidades como son altruismo, integridad, lealtad y valentía, virtudes que los cubanos tenemos en muy alta estima en las obras de los trovadores.
Silvio Rodríguez ha compuesto canciones que son aclamadas mucho más allá de las fronteras. Foto: Internet
A su vez, rememorar el aliento vital de las piezas “Pobre del cantor”, “La vida no vale nada” y “Hombre que vas creciendo”, entre otras de Pablo Milanés, nos reconstruyen una y otra vez el empeño por llevar hasta las últimas consecuencias el hecho de ser revolucionario. Y si solo bastara una canción para ser inscrita con letras doradas en el libro de quienes cantan a la patria, esta sería “Créeme”, cuna del optimismo que rodea a la fe de un profeta del amor como Vicente Feliú en la prédica de sus convicciones políticas, particularmente presentes en piezas como “Arteporética” y “A los que luchan toda la vida”.
Todavía no he conocido a una cubana o cubano de alma pura y cristalina que no se emocione cuando se escuchan los versos de Eduardo Ramos en la canción “Su nombre es pueblo”, obra que en la voz de la inolvidable Sara González representa la reencarnación del aguerrido espíritu espartano que nos caracteriza como pueblo en las luchas por nuestra independencia. Justamente cuando nos llegan las anécdotas de los propios veteranos de Playa Girón, al reiterar que allí no había ni una piedra, ni un tronco o alguna elevación desde la cual atrincherarse para seguir peleando, el poderoso retumbar de semejante modalidad de combate es aprehendido por los sentidos del corazón de Sara, al resumir las razones que la motivaron para narrar, en toda su dimensión épica, la leyenda de una pieza extraordinaria como “La Victoria”.
Nos quedan muchas obras de las cuales hablar, pero por razones obvias de tiempo y espacio nos resulta imposible incluirlas en esta ponencia. Sin embargo, estamos obligados a resaltar que todas las canciones aquí señaladas están marcadas por una militancia estética donde no aparece espacio alguno para la mediocridad, del mismo modo que para ningún tipo de oportunismo político. Están marcadas por un exigente rango artístico en la realización y por un nivel tal de afinidad con la ideología defendida, que nos convencen de su autenticidad como si hubiéramos sido los autores en el proceso de sentirlas nuestras. El ejemplo más reciente de este diálogo entre trovadores y pueblo lo encontramos en la pieza “Cabalgando con Fidel”, emblemática composición de alto vuelo poético escrita por Raúl Torres, donde el cariño y el respeto de los cubanos por su invicto Comandante en Jefe aparece fundido con el reconocimiento eterno de los pueblos a un líder de talla mundial.
Así, desde “Mujer bayamesa” hasta “Te doy una canción”, compartamos el orgullo de contar con todo un arsenal de composiciones de corte patriótico cuya vigencia es imperecedera. Las canciones de amor a la patria constituyen documentos sagrados patrimoniales de la nación cubana. Por tal motivo, dichas obras aparecen archivadas donde mejor pudieran estar resguardadas por si algún día hiciera falta marchar con ellas al combate: en nuestros corazones.