César “Pupy” Pedroso se ha ganado por derecho propio el mérito de ser incluido en la cúspide de los representantes de la música popular bailable en Cuba. Su trayectoria aparece marcada por una serie de premios, distinciones y reconocimientos que atestiguan su exitosa trayectoria musical. En esta ocasión, el destacado compositor e instrumentista comparte algunas impresiones de su paso por Los Van Van, justamente cuando hace unos días la icónica agrupación celebró el aniversario 51 de su fundación.
¿Cómo fue su inicio en la orquesta?
Yo estaba en la orquesta Revé, como bien es conocido, y estando allí ingresó Formell a principios del año 68. Yo era en ese momento el director musical de la orquesta, pero por casualidad fuimos a hacer una gira por el interior del país y, en los momentos de ocio, estábamos prácticamente en un trabajo voluntario, Formell se ponía a interpretarme algunas canciones de las que él hacía. Entonces nos dimos cuenta de que tenía algo diferente en su mensaje.
Entonces, hizo temas como “El martes”, “Qué bolá, qué bolón” y “Yo quiero una flaca” y prácticamente yo me puse a su disposición. Entonces comenzó a realizar los arreglos de la orquesta Revé, que tuvo un éxito extraordinario y subió a un nivel que, en verdad, se le debió a Formell. Ya a mediados o finales del ’69, mientras estábamos en el Habana Libre con la orquesta Revé, él pidió la baja y nos planteó la situación. Casi todos nosotros decidimos irnos con el proyecto de Formell y ahí es donde surgió la idea de realizar los Van Van.
Yo tengo buena responsabilidad en la elección del nombre. Eso surgió en la limpia de la caña. Estábamos buscando un nombre que tuviera que ver con la fortaleza, fonéticamente, y así fue como salió Van Van. Aprovechamos también el momento en que estaba el eslogan de “Los diez millones van”. Así surgió el nombre de la orquesta.
Durante el primer año de Van Van me puse a disposición de Formell y, en el disco que hicimos, aparecían temas como “La bola de humo”, “Chiquitica” y “Cifra”.
Un día estábamos alternando con el conjunto de Chappottín en el Mambí de Tropicana y tocamos “La bola de humo”. Mi padre, pianista de esa agrupación, me dijo que por qué no cambiaba y ponía un tumbao en lo que estaba haciendo. Yo le dije que no, por respeto a Formell. Más tarde lo consulté con él y me dio vía libre, por lo que a partir de ese momento empecé a hacer todos los tumbaos de los temas de la orquesta y, también, a introducirme como compositor.
¿Qué momentos más significativos recuerda de su tránsito por la agrupación?
Como momentos que marcaron mi época vanvanera recuerdo cuando estrenamos el primer tema mío, “El bate de aluminio”, que me llamó mucho la atención cómo reaccionó el público. Formell, al ver la respuesta del público, se alegró y eso fue para mí una satisfacción muy grande.
Otra ocasión que recuerdo con mucha alegría fue cuando recibimos el Grammy en el año ‘99 junto al Grammy sajón. En ese reconocimiento había tres temas, que fueron “El negro está cocinando”, “Temba, tumba y timba” y “La bomba soy yo”. Para mí no, para toda la orquesta, para el público, para los bailadores y para el pueblo de Cuba fue un momento muy significativo en lo que a la cultura y la música popular bailable se refiere. Ha habido otras experiencias, pero esas fueron las más significativas, realmente.
¿Qué importancia para usted tiene Van Van en el desarrollo de la música cubana?
Nosotros fuimos una continuidad y, sobre todo Formell como compositor. Una continuidad de lo ya iniciado por Miguel Matamoros, Ignacio Piñeiro, Ñico Saquito, es decir, la continuidad de las crónicas. Y el mensaje de Van Van era la realidad de lo que sucedía en nuestra sociedad, pues esta se llevaba a la música, como en “La Habana no aguanta más”, “La sandunguera” o el mismo “El negro está cocinando”; todo eso, además del aporte al bailador.
Van Van es una orquesta que, en mi criterio, surgió cuando ya existía la gran orquesta Aragón, de la cual yo soy fan hasta la muerte. Y llegó para marcar, primero con la orquesta Revé, y luego con Van Van, un cambio total sobre todo en el bailador. Y yo digo que Van Van llegó a ser la orquesta que le dio el golpe en el hígado al bailador. Uno lo oye —desde sus inicios— y se levanta del asiento a bailar, es que no queda otra alternativa.
¿Qué significó para usted Juan Formell, como artista y como ser humano?
Formell para mí significó mucho. Como amigo, como hermanos que éramos, tuvo conmigo la mejor de las actitudes, desde todos los puntos de vista. Aprendí mucho con él, me enseñó lo que yo no conocía en el terreno musical. Me enseñó cómo dirigir una orquesta, cómo aglutinar una serie de mentalidades distintas y tener siempre la posibilidad de realizarme con cada uno. Y yo siempre digo que, dentro de lo que me pueda haber pasado en mi carrera musical, hay dos cosas grandes: una, la de haber trabajado con Elio Revé, con el cual coincidía mucho en la forma de sentir musicalmente y la otra, la de haber compartido con Juan Formell.
Él no tenía ningún impedimento para ayudarme ante cualquier necesidad económica o de otro tipo que yo tuviera. En varias ocasiones me comentaba que en el plano de la música pude haber aprendido con él, pero que yo también traía mi cosa por dentro, por lo cual le agradezco mucho su amistad y su enseñanza.
Continuar el legado que dejó es muy difícil desde lo musical porque tenía una gama amplia, de muchos valores. Era una persona muy completa y yo me maravillaba cómo hacía la música para cine y cómo elaboraba los temas por encargo.
Se puede continuar su herencia musical, no al mismo nivel, pero se puede, siempre y cuando se conserven todos los parámetros que él dejó diseñados, tanto en la disciplina como en la música. Si esos dos elementos concuerdan yo creo que es posible perpetuar el legado de Formell, aunque es difícil, porque él abarcaba mucho espacio. Yo creo que habrá Van Van por muchos años si se respeta todo lo que dejó el maestro.