Dicen que segundas partes nunca fueron buenas y sin embargo aquí está Paquita López Civeira para ir a contracorriente de tal afirmación. Su libro La representación de los Estados Unidos en la República plattista viene a confirmar que la Profe —a sus 80 y pico— aún lanza bolas a más de 90 millas y por la zona de strike. Dicho rápido, señores, es este un muy buen texto.
Hace unos años, el sello Editorial Nuevo Milenio tuvo a bien acoger un singular proyecto cocinado —a fuego lento— por la catedrática emérita de la Universidad de La Habana, al calor de su curso de maestría en torno a la percepción cubana sobre la nación norteña y del reclamo que, edición tras edición, le hacíamos sus estudiantes de posgrado. De tal suerte vio la luz Visiones de los Estados Unidos en Cuba: entre el paradigma, el imperio y la nación, volumen que reconstruye las miradas que los habitantes de este archipiélago dirigieron hacia el poderoso vecino desde finales del siglo XVIII y hasta el arranque de la pasada centuria. El libro que hoy tengo el gusto de presentar es la segunda entrega de la saga.
Paquita nos sumerge desde las primeras páginas en los pasos iniciales de la república neocolonial y burguesa a la que le tocó vivir la modelación de nexos de dependencia respecto a Washington. El debate en torno a los tratados concertados con la potencia dominante, el singular escenario de la segunda intervención yanqui, el mito Roosevelt, el modelo de intervención preventiva, el contexto de la Primera Guerra Mundial, la proyección de la historiografía cubana frente al influjo estadounidense y la penetración del amarican way of life constituyen los ejes en los que convergen miradas que recorren, de manera transversal y al mismo tiempo específica, a variados actores sociales.

En un segundo momento, la profesora propone el diálogo con las representaciones que sobre Estados Unidos se modelaron en el marco de la convulsa década crítica, lapso en el cual la crisis estructural del modelo republicano provocó el despliegue de diversos proyectos de solución que oscilaron entre la reforma y la revolución; todo ello con la participación de los grupos oligárquicos, los siempre difusos sectores medios y las clases populares.
López Civeira pone el foco de atención en las consideraciones relativas al poderío norteamericano y su creciente peso en la economía nacional, las reacciones provocadas por el accionar del enviado especial Enoch Crowder, la articulación de las élites domésticas con la lógica de subordinación al imperio, las intencionadas alusiones a lo estadounidense en los textos escolares y en las orientaciones metodológicas que debían cumplir los maestros, las voces críticas frente a la subordinación patria, el papel de los historiadores en el posicionamiento de miradas cuestionadoras frente a Washington y la consolidación de líneas de pensamiento de explícita condición antiimperialista.
“Paquita nos sumerge desde las primeras páginas en los pasos iniciales de la república neocolonial y burguesa a la que le tocó vivir la modelación de nexos de dependencia respecto a Washington”.
En un tercer y conclusivo bloque, el volumen avanza por los tempestuosos años de la Revolución del 30 —admito aquí que busco provocar a mi querida profesora— y coloca al lector ante un significativo cambio de paradigma en la política hemisférica de Estados Unidos, que tuvo especial impacto en las consideraciones que sobre el vecino del Norte y su hacer se tejieron desde Cuba. “La buena vecindad” fue leída desde la Isla en claves divergentes, pues mientras algunos quedaron deslumbrados por ella, otros mostraron ambivalencia en sus posturas e incluso llegó a erigirse una reflexión que llamó a no “dejarse marear” por la jugada imperial. Las posiciones sostenidas por diversas fuerzas de cara a la Mediación Welles, las valoraciones relativas a las aristas económicas de la nueva proyección yanqui, las actitudes respecto al impacto de la política de Franklin Delano Roosevelt dentro de la crisis cubana y las disímiles apreciaciones referentes el cierre de ciclo histórico que supuso el “fin” de la Enmienda Platt —vale entrecomillarlo como hace la autora— cierran con galanura este notable estudio.
Vale apuntar —además— que tal y como nos tiene acostumbrados, Paquita López Civeira nos sumerge con este libro en un amplio universo de fuentes. La prensa periódica, la caricatura, la narrativa, la poesía y la cancionística emergen como algunos de los pilares de esta investigación. Los que estamos cerca de la Profe la hemos visto dedicar horas al buceo en bibliotecas y archivos, en especial los de la Universidad de La Habana, en busca de toda la información con la cual se lanza a reconstruir lapsos del ayer como el que abarca este volumen. No hay aquí “infladera” —como dicen los jóvenes— sino trabajo concienzudo y muchas horas-nalga de esas que son inherentes a toda obra de relieve en el terreno historiográfico.
“La prensa periódica, la caricatura, la narrativa, la poesía y la cancionística emergen como algunos de los pilares de esta investigación”.
Como bien se sabe, un libro resulta siempre una obra colectiva. Por ello vale destacar a todo el equipo que trabajó en la conversión del texto original en este apreciado objeto que muy pronto tendrán en sus manos. Sin negar la valía de lo digital, valga también la ocasión para celebrar a los benditos númenes que se confabularon para que se obrara el milagro del papel.
Empecé con la afirmación de que Paquita desafiaba con esta obra aquello de que segundas partes nunca fueron buenas. Pues les cuento que el atrevimiento de la Profe llega a más y trabaja ya en la tercera entrega de esta saga. Ese libro futuro que después de este buen ejercicio mío seguro me invitará ella a presentar, recorrerá las miradas cubanas hacia Estados Unidos entre mediados de la década de 1930 y justo los años iniciales de la Revolución. Creo que le será difícil a la autora aburrirnos con esas páginas que vendrán, pues todos coincidirán conmigo que dichos lustros por historiar resultan sin duda alguna fascinantes en su complejidad. Esperemos entonces por el tercer episodio de esta trilogía que desde ya me atrevo a calificar como la cima del trabajo intelectual de esta señora incansable que vive feliz con la sana obsesión de ser útil.