Cada día me asombran más los malinches de mentalidad subyanqui. Cada día los ataques (ataquitos) son más ruines. Ahora están cazando como hienas los recibimientos a los atletas en sus terruños —casi siempre barrios humildes o poblados campesinos—, y se burlan de que un grupo de vecinos o algún comisionado del INDER (Instituto Nacional de Deporte, Educación Física y Recreación) les hagan regalos sencillos, los que tienen (en tiempos, además, de carencias). Mesas donde aparece un cakecito, un par de pomos de aceite, detergente, platos caseros; cosas que en estos momentos son necesarias en el día a día, y que donan gustosos los que han gozado de lo lindo con las batallas de su campeón salido del vecindario.
Ya sabemos que no es casual que pasen de un ataque a otro y caigan en manada y con saña, coincidiendo temáticamente. Ahora, para tratar de bajar el orgullo de esta nación ante ese deslumbrante lugar 14 en las Olimpiadas de Tokio, están desvirtuando desalmadamente los recibimientos. Cuánto desprecio por el pueblo, por los humildes, y eso muestra la clase social que defienden.
Donde hay la hermosura del calor humano y el obsequio de los humildes ven objeto de desprecio desde su mentalidad de codicia material. Es penoso como se van envileciendo progresivamente para agradar al amito imperial. No les digo mercenarios, porque realmente algunos ni reciben pago (lo cual no sé si es peor).
Cuesta creer que alguien que haya vivido en Cuba se desbarranque sin rubor de la escala humana hacia el lodo de vileza espiritual. Miren este ejemplar, que encabeza su post diciendo la cantidad de dólares que iba a pagar el gobierno colombiano por las medallas que obtuvieran sus atletas en la Olimpiada de Tokio. Dinero que casi se ahorran por completo (4 de plata y 1 de bronce).
Acorde a la campañita, contrastan eso con los “precarios” premios a los atletas cubanos. Un poco de sentido común los llevaría a cuestionarse los estímulos de los demás: si Cuba no paga esas grandes sumas a sus atletas, y es —por mucho— el país de América Latina que ha ganado más medallas en Juegos Olímpicos (78 oros, 68 platas y 80 bronces; un total de 226 medallas que lo sitúan en el lugar 18 del mundo), por qué cuestionar su método y no el del resto de los países que ni se le acercan en resultados. O sea, en lugar de enfocar la crítica hacia los que no tienen resultados, azotan el método de los que tienen grandes logros. Absurdo.
“En Cuba el pueblo es el campeón”.
En el listado histórico de las Olimpiadas Cuba está en el lugar 18, en el 20 está Canadá. En América le siguen Brasil, en el 35; Jamaica en el 39; México en el 47, y Colombia en el 66. Por encima de Cuba solo se encuentran las primeras potencias mundiales (y no todas): Noruega tiene el puesto 22; Suiza, el 24; España, el 28. Lo lógico es analizar a Cuba en positivo: ¿por qué un país bloqueado, pequeñito, sin grandes (ni pequeños) recursos naturales, tiene esos resultados? ¡Arriba, a estudiarlo! ¿Qué le pasa a España? Digamos…
Sin embargo, tienen que hacer campaña, porque eso es precisamente lo que no puede perdonar el imperio: que ni siquiera en las peores condiciones pueden derrotar a esa islilla insolente, por el contrario, esta se empina hasta el lugar 14 en los Juegos Olímpicos. Un periodista mínimamente honesto, en lugar de exponer como virtud el dinero que paga Colombia a sus campeones (tan escasos, lamentablemente), debió cuestionarse por qué esta nación quedó en el lugar 66 del medallero.
“Los atletas en Cuba no son mercancía”.
¿No será que precisamente por no ser el dinero el medidor de nuestros atletas es que tienen tales éxitos? (No estoy haciendo una apología al bajo salario). El deporte no es un negocio, sino un campo para cultivar virtudes y mostrar destrezas, armonía, talento, sacrificio, entrega, solidaridad. Los atletas en Cuba no son mercancía. El pago mayor es ese al que los malinches lanzan sus zarpazos: que al retornar a sus barrios, o pueblitos, o incluso caseríos, la gente común y corriente los recibe como hijos ilustres, les ofrece lo que tiene (y lo que no), y vive orgullosa de ellos.
Con esto no niego que haya que mejorar las condiciones de los atletas —de muchos que son glorias—, y no solo materialmente. Hay que cambiar métodos, tratamientos, políticas de competencias y miles de cosas más, sin dejar de apreciar que Cuba es campeona precisamente porque, a diferencia de muchos otros, es un país con un sistema capaz de detectar talentos, dondequiera que se encuentren, y desarrollarlos sin que medie el dinero o los recursos familiares.
En estos días de Olimpiadas lo que más me estremecía era ver los reportajes desde las casas de los campeones (que a fin de cuentas fueron también los que no alcanzaron medallas). Gente muy humilde reunida ante un televisor; gente asomada por las ventanas; gente que gritaba y abrazaba a la familia de esos grandes atletas. En todos los casos eran casas humildes, y gente sin maquillaje ni lujos. En Cuba el pueblo es el campeón.
“Es hermoso, asomarse a un colgadizo, y ver vivir al mundo: verlo nacer, crecer, cambiar, mejorar, y aprender en esa majestad continua el gusto de la verdad, y el desdén de la riqueza y la soberbia a que se sacrifica, y lo sacrifica todo, la gente inferior e inútil”.
José Martí
Tomado del perfil de Facebook del autor