Y anochece en los 80 (I)
24/3/2021
La vida musical de esta década tenía también otro protagonista importante: el cabaret. O, para ser más específico, la red de cabarets que existía a lo largo de toda la Isla y que mantenía una programación estable con propuestas de una calidad media alta.
Era algo habitual que un grupo de personas decidieran pasar la noche de viernes o sábado disfrutando de las propuestas de estos centros nocturnos; lo que no excluía a quienes estaban prestos a disfrutar cualquier otra noche de estos sitios.
El cabaret es parte importante de la cultura musical cubana del siglo XX. De sus puestas en escena salieron importantes nombres de cantantes, orquestadores; pero hubo más. Ser músico de planta en la orquesta de algún cabaret garantizó, en cierto momento, estabilidad económica y crecimiento profesional.
Triunfar cantando en cabaret garantizaba que las puertas de la radio, la TV se abrieran y hasta que surgiera la posibilidad de poder acceder a la grabación de un disco. Ejemplos de ello aún estaban frescos en la memoria colectiva: Celeste Mendoza, Gina León; aunque más recientes estaban figuras como Farah María, Héctor Téllez, Miguel Ángel Piña, María Elena Pena y una larga relación. Todos ellos de una forma u otra habían salido del cabaret y, aún después de ser conocidos y populares, regresaban a este espacio para validar y acrecentar sus carreras.
Igualmente había un importante número de directores que repartían su tiempo entre el cabaret y la TV, como eran los casos de Amaury Pérez García, Silvano Suárez, Joaquín Mergarejo Condal o Douglas Ponce, y coreógrafos como Guanari Amuedo, Santiago Alfonso, Tomás Morales y Rafael Hernández.
Estaban los directores artísticos y los musicales que escribían la música propia de cada puesta en escena. Eran los casos de Meme Solís, Pello “el Afrokán”, Tony Taño y una larga pléyade de nombres que se pierden en la memoria.
El cabaret, ir a un cabaret era todo un acontecimiento social que se llegó a erigir en una salida que reunía a parte importante de los miembros de una familia, una comunidad o de un centro laboral. Nada más gregario para una parte importante de la población que ir al show de cualquier cabaret. Se unificaban tres placeres: el comer, el disfrutar de un show y por último bailar con alguna de las orquestas de moda, que muchas veces era la misma orquesta del cabaret que incorporaba determinada figura a su planta como cantante invitado.
Existían al menos tres categorías. Estaban los de alta gama al estilo de Tropicana, El Parisién, el Salón Rojo del hotel Capri, el Caribe y El Turquino en el hotel Habana Libre, el Copa Room del hotel Riviera, en la Habana. Mientras que en provincia eran famosos el Rumayor en Pinar del Río; los Caneyes y el Santa Clara libre, en la ciudad del mismo nombre. En Matanzas, los más conocidos eran La cueva del pirata, el del hotel Kaguama y el del hotel Internacional, todos en Varadero. Santiago de Cuba se preciaba de San Pedro del mar; y así a todo lo largo de la Isla.
En la segunda categoría entraban sitios como Río Cristal y La Rueda en la zona de Boyeros, El Cabaret Nacional de Prado, el Palermo, El Oasis y El Arcoíris en la ciudad de La Habana; mientras que el tercer escalón lo conformaban los que se establecieron en los Círculos Sociales.
Excepción eran los ubicados en las playas del este de la ciudad. Estos nutrían y se nutrían de figuras que igualmente trabajaban en los de mayor nivel, todo ello gracias al prestigio de su director general musical: Meme Solís.
Dentro de ese mundo que configuraba la vida nocturna, existían algunas particularidades y eran el Pico Blanco en el hotel Saint John´s, donde se reunían los amantes del filin; o el salón Libertad del hotel Nacional, que se convirtió en sala de fiestas en la que tocaban lo mismo una orquesta de moda que el trompetista Arturo Sandoval con su grupo; o el restaurante Papas, de la Marina Hemingway. De igual forma se fueron definiendo nuevos lugares que, aunque no funcionaban como un cabaret per se, sí se aventuraban a programar espectáculos dentro de esa forma de expresión; así sucedía con las mesas buffet de los hoteles Tritón y Neptuno y los jardines del Restaurante 1830.
Otro momento en que el mundo del cabaret trascendía a espacios mayores era en tiempo de carnavales. Tal vez el más conocido de estos espacios era La piragua, en la explanada situada frente a los muros del hotel Nacional; hasta la llegada del cabaret Opina en 1983 que cambiaría el concepto de este tipo de espacios en épocas de carnavales en la ciudad.
Durante esta década, los cabarets fueron el espacio fundamental en el que se realizaron eventos trascedentes, como las graduaciones de estudiantes de nivel medio superior y superior, y celebraciones sindicales de determinados centros de trabajo.
Vivir esas noches, revivirlas con sus luces y sombras son parte de este relato que conforma la historia de la música cubana de estos últimos 60 años.