El sonido de la música inundaba el Palacio del Segundo Cabo, entonces sede del Instituto Cubano del Libro. Una muchedumbre se agolpaba en el patio dejando un centro amplio para que los bailarines interpretaran todos los pasos y movimientos de la danza afrocubana, girando apremiados por los tambores, con sus trajes representativos, cuando en el clímax que nos envolvió a todos, el escritor homenajeado se adelantó y se sumó a la danza de los intérpretes de nuestro Conjunto Folclórico Nacional.

Era Wole Soyinka (Abeokuta, Ogun, 13 de julio de 1934), en 1987, que había venido invitado por el Instituto Internacional de Teatro para uno de sus congresos y también para aprovechar la ocasión y presentar su libro, Teatro, acabado de publicar entonces por la Editorial Arte y Literatura en su colección Biblioteca del Pueblo, con 644 páginas, en la primera traducción al español que se hiciera en el mundo de una selección de sus obras teatrales.

La vida y la labor creativa de Wole Soyinka son de una riqueza impresionante.

Se sumaba así a una constelación de escritores nigerianos, publicados por esta editorial, prácticamente todos en primeras traducciones en Cuba —al igual que muchos otros títulos de autores africanos—, como Amos Tutuola (El bebedor de vino de palma, 1967; Mi vida en el bosque de los fantasmas, 1980), Chinua Achebe (Las cosas se deshacen, 1975; La flecha de Dios, 1976; Ya sin paz, 1984), Thomas Aluko (Pariente y capataz,1978) y Gustavus Vassa (Viajes de Equiano, 1980 y 2002).

Soyinka, cuya lengua materna es el yoruba, de las lenguas benué-congo, hablada en su país, e ¿hijo de Ogún?, escribe en inglés, ya que su país fue colonia de Inglaterra hasta 1963. Es un dramaturgo, poeta, novelista, ensayista, profesor, traductor y actor, el primer africano en obtener el Premio Nobel de Literatura en 1986. Su vida y su labor creativa son de una riqueza impresionante, merecedoras más de un largo ensayo que de esta reseña periodística. Ha sido profesor en numerosas e importantes universidades del mundo, es miembro de la Academia Estadounidense de las Artes y las Ciencias y de la Real Sociedad de Literatura de Gran Bretaña, fue director y actor en el Royal Court Theatre de Londres, recibió el prestigioso Premio Europa de Teatro por su contribución “al entendimiento e intercambio de conocimientos entre los pueblos”, en 2005 recibió el título de jefe del clan Egba de Yoruba, fundó compañías de teatro, creó la Fundación Wole Soyinka, “una organización no lucrativa para ayudar a escritores, artistas, estudiantes, investigadores y otros pensadores creativos en un ambiente óptimo para la reflexión y la creatividad”, para “explorar, celebrar y revitalizar las contribuciones de África y su diáspora a la civilización mundial”. Ha escrito un sinnúmero de significativas obras teatrales, novelas, relatos, poesía, ensayos y guiones para cine.

Soyinka se adelantó y se sumó a la danza de los intérpretes de nuestro Conjunto Folclórico Nacional.

No menos importante es su labor política, de crítica a gobiernos dictatoriales en su país. Fue encarcelado en 1967 durante dos años, cuando la guerra civil nigeriana, acusado de conspiración, experiencia que narra en El hombre ha muerto (1972); en 1994 tuvo que escapar de Nigeria por su activismo político en una moto, por el bosque y caminos de tierra, durante la dictadura de Sani Abacha. En una entrevista hecha por Elena Maximin, en 2023, expresó: “Hubo momentos en los que fui tanto escritor como político. Mi escritura y mi política han coincidido. Me di cuenta de que la literatura también podía servir para promover causas políticas y me fui implicando cada vez más en la lucha a través de mis obras literarias”.

Aquí le dejamos para vuestro disfrute un poema de este autor:

“Viaje”

Aunque llegué al final del viaje,
jamás sentí que hubiera llegado.
Tomé la carretera
que sube despacio la cuesta
de las preguntas y que me lleva incluso
a descender a la tierra
que conduce a casa. Yo sé
que mi carne está limpiamente
mordisqueada, perdida
para el perturbado pez
entre las vainas susurrantes.
Yo los dejé atrás en mi ruta.

Y así también con el pan
y el vino
necesito la repartición de
derrota y carestía.
Yo los dejé atrás en mi ruta
jamás sentí que hubiera llegado
aunque el amor y la bienvenida
me atrapan en casa
Los usurpadores pasan mi copa
en cada banquete
como en una última cena.  

                     (Traducción de Rafael Patiño)