La idea primigenia a partir de la cual se estructuró esta exposición surge del término musical Non Divisi, que en el contexto cultural cubano empleó el maestro Roberto Valera, uno de nuestros más importantes compositores sinfónicos contemporáneos, en un CD que lleva este nombre y que en una traducción libre significa indivisible. En el caso de Lam el Non divisi (indivisible) se utiliza, en palabras del propio Valera, para lograr una mayor intensidad en la composición, o como el también afirmaría “en la unión está la fuerza”.
“La idea primigenia a partir de la cual se estructuró esta exposición surge del término musical Non Divisi”.
Hemos querido articular visualmente el concepto melódico del Non Divisi con la extraordinaria coherencia y organicidad de la obra plástica de Wifredo Lam. Siguiendo su itinerario artístico más relevante, y acorde con las características de la colección del Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana, la muestra la integran pinturas sobre lienzo y papel kraft, dibujos, —unos realizados al carboncillo y pastel y otros en tinta a la aguada— y una selección cuidadosa de litografías y aguafuertes, los cuales constituyen el último gran ciclo de su obra plástica.
La muestra, pensada como una entidad significante en sí misma, se inicia cronológicamente con obras realizadas por el artista bajo la influencia de las esculturas y máscaras africanas y el magnetismo poderoso de Picasso en París. Así el recorrido comienza con un primer momento en el cual se aprecia como Lam alcanza una síntesis en la estructura de la anatomía humana en obras tales como Mujer y Desnudo de mujer, ambas de 1939; y reaparecen temas en los cuales trabajará el artista en años posteriores como la maternidad (Mujer con niños en gris, 1939). En Marsella entra en contacto con miembros del grupo surrealista y en particular con la figura cimera del movimiento André Breton. Esta relación artística y humana marca la personalidad de Lam y se revela fundamentalmente en obras que realiza cuando llega a La Habana en agosto de 1941. Entre esta fecha y principios de 1942 se aprecia cómo el artista trabaja intensamente para encontrar un lenguaje propio que le permita reencontrarse con su propia cultura. Las huellas del cubismo de París y el surrealismo de Marsella aparecerán en obras de ese período como Figura con luna, Mujer con niño, Estudio para un retrato de Helena y La que canta los peces. Es particularmente interesante destacar en estas pinturas cómo se hace evidente el conflicto íntimo del artista por cristalizar un lenguaje original, personal, sin deudas de ningún tipo.
Es en ese momento que comienza el ciclo de pinturas más importantes de su brillante carrera realizado sobre papel kraft. En este punto Lam concilia el arte occidental (Matisse, Cezanne, Picasso) con la poesía contenida en las creencias afrocubanas. La obra de Lam adquiere mayor relieve y se desarrolla lo que Alejo Carpentier, gran admirador del artista, llamó work in progress. Lam siente que se encuentra en terreno firme y así hacen su aparición en la exposición obras tales como Figura con gallo, Maternidad en verde, Mujer sobre fondo verde, Mujer con la pierna cruzada en una sucesión que culminaría con su obra maestra La jungla (colección MoMA).
No obstante, rodeada por múltiples pinturas sobre papel kraft algunas de las cuales llevan su huella, está presente otra obra magistral que es La silla (1943), altar inédito erigido en medio del monte cubano donde habitan y se adoran a los orishas. A partir de estas composiciones Lam supera el cubismo analítico y el surrealismo ortodoxo europeo. El artista crea una nueva poética a la cual Carpentier deslumbrado denominó “lo real maravilloso americano”.
“Huracán constituye la apoteosis de la nueva expresión de lo americano tal y como la concibe Wifredo Lam”.
De esta manera, entre los años 1943-1945 se aprecia en la exposición la evolución del artista dentro de este primer ciclo cubano caracterizado por el descubrimiento de la luz, la vegetación tropical y las religiones afrocubanas. Las obras sobre papel kraft nos permiten vislumbrar el pensamiento de Lam. Y así pueden disfrutarse pinturas como Mujer con las manos en alto (1943), Mujer casi de espaldas (1944) y su impresionante conjunto de Retratos de H.H., realizados hacia 1944, en los cuales el rostro de su segunda esposa Helena Holzer va transitando, de obra en obra, de una figuración cercana al impresionismo hasta su transformación en un personaje con máscara africana que emerge triunfante entre las cañas.
Posteriormente se inicia un ciclo corto pero intenso que recién comienza después de su viaje a Haití en 1946, donde entra en contacto con las creencias religiosas haitianas, en particular el vudu. La pintura solar que caracteriza su primer ciclo cubano (1942-1945) es desplazada por una pintura esotérica en la que reinan las tinieblas de la noche. Lam obtiene este efecto con una gama reducida de colores: negro, ocre y siena. Así surge uno de sus ciclos creativos más impresionantes, concebido en el año 1947, en el cual se destaca sobremanera la serie conocida como Canaima y otras obras caracterizadas por su vibrante energía y formas punzantes y amenazadoras. Así aparecen Figura sobre fondo ocre, Cuatro figuras sobre ocre, Personaje con dos elegguás, entre otras composiciones pintadas en óleo o tempera sobre papel kraft en las cuales domina una atmósfera sombría. Al centro de estas obras se ubica el impresionante óleo Huracán, una obra maestra pintada en 1946, equivalente en fuerza plástica a La jungla. Huracán constituye la apoteosis de la nueva expresión de lo americano tal y como la concibe Wifredo Lam. Obra impresionante por su capacidad de concentrar todo el misterio de la creación en un momento de aparente calma, cuando las fuerzas animistas se encuentran en máxima tensión, en ella convergen dioses y plantas, animales y frutos, el día y la noche, formando parte de un todo unificador.
En otra sección de la exposición se encuentran emplazados los lienzos magníficos que realiza en los años cincuenta —época de continuos movimientos entre La Habana-París-Nueva York-Caracas— en los cuales aparecen figuras totémicas trabajadas con carboncillo y óleo, recortadas sobre un fondo neutro. Así resurgen temas ya abordados por él, como la imponente Maternidad (1952) o la elegante Mujer sentada (1955) y la figura mítica de los gallos del Caribe, representados en la muestra en esa obra admirable, superior a todas las semejantes de la serie que es Figura alada con candil (1955).
La exposición culmina con un contrapunto entre la monumental obra El tercer mundo (1966), enfrentada en una variación estilística a Composición (1957), uno de sus grandes lienzos de los años cincuenta, donde el artista bordea la abstracción sin ceder a sus reclamos, respetando el espíritu místico de su creación. Entre estos dos grandes lienzos se encuentra un despliegue de 21 litografías y aguafuertes, realizados fundamentalmente a partir de los años sesenta en los que sería el último desarrollo creativo de su talento excepcional.
El conjunto de la obra de Wifredo Lam es de una consistencia sin precedentes en el arte cubano, un arte sin fisuras. Sus pinturas, grabados y dibujos constituyen una expresión artística universal. Ello implica investigación, sensibilidad, imaginación y, sobre todo, un ejercicio de modestia por parte del curador, que no debe perder nunca de vista que está guiando al espectador por un recorrido y estableciendo una comunicación para la mejor comprensión de la obra inmensa de Wifredo Lam.