Este jueves se inauguró el Taller Nacional del Librero en la 33 Feria Internacional del Libro de La Habana con una conferencia magistral del investigador y editor uruguayo Boris Faingola. Con el título “Entre el autor y el lector. El rol del librero”, Faingola, exdirector del Grupo Iberoamericano de Editores (GIE), defendió la figura del librero como un actor clave en la cadena cultural, más allá de su función comercial.

“No cualquiera puede ser librero. Hay una vocación, una pasión que nos une, como la camiseta de un equipo de fútbol”, afirmó Faingola, comparando el compromiso de los profesionales del libro con la devoción deportiva. El uruguayo subrayó que su labor no se limita a transacciones económicas: “No somos solo cajeros. Somos guías que conectamos mundos: desde Borges hasta las demandas de un cliente que busca algo que ni siquiera sabe nombrar”.

En un tono reflexivo, el experto uruguayo abordó los desafíos financieros del sector: “Estamos en un mundo económicamente complicado, pero captamos a quienes, cuando el contexto cambie, seguirán viendo en los libros un refugio”. Mildred Tamayo, moderadora del encuentro, coincidió en destacar la importancia de “generar diálogos desde cada provincia, con personas que entiendan que su trabajo trasciende lo comercial”.

“Si un librero no lee, no puede recomendar (…) Somos traductores entre el autor y el lector, y esa traducción exige humildad y curiosidad”.

Boris Faingola, con la elocuencia de quien ha dedicado décadas al mundo editorial, profundizó en la responsabilidad ética del librero. “No se trata solo de vender, sino de entender qué libro puede transformar a una persona —dijo—. A veces, un cliente busca algo que ni él mismo sabe definir, y ahí está nuestro desafío: ser detectives de sueños literarios”. El uruguayo reflexionó sobre la necesidad de combinar intuición y conocimiento: “Si un librero no lee, no puede recomendar. Si no escucha, no conecta. Somos traductores entre el autor y el lector, y esa traducción exige humildad y curiosidad”.

Haciendo un paralelismo con la cultura uruguaya, Faingola destacó la importancia de la identidad local en un mundo globalizado: “En Uruguay, defendemos lo nuestro sin miedo a lo ajeno. Un librero debe hacer lo mismo: promover lo autóctono, pero con las ventanas abiertas. Borges no compite con un autor desconocido; se complementan”. Criticó la mercantilización excesiva: “Cuando solo importan las cifras, perdemos la esencia. Un libro no es un producto, es un diálogo suspendido en el tiempo”.

“Un libro no es un producto, es un diálogo suspendido en el tiempo”.

Sobre los desafíos actuales, el experto uruguayo fue contundente: “Las crisis económicas golpean, pero también revelan quiénes somos. Un librero en tiempos difíciles no vende libros, vende esperanzas, refugios, preguntas”. Además, mencionó el rol social de las librerías como espacios de resistencia: “Frente a las pantallas, ofrecemos tacto, olores, casualidades. Un algoritmo no te sorprende como un estante lleno de historias que no buscabas”. 

Faingola cerró con una visión optimista: “El futuro no está escrito, pero sé que habrá libreros. Porque siempre habrá quienes prefieran perderse en un laberinto de páginas antes que encontrar respuestas rápidas”. Su discurso, tejido entre anécdotas personales y observaciones críticas, dejó en claro que, para él, el oficio del librero es un acto de fe en la cultura: “No somos héroes, pero sí guardianes. Y en eso, no hay algoritmo que nos reemplace”.

“No somos héroes, pero sí guardianes. Y en eso, no hay algoritmo que nos reemplace”.

Tras el taller, la agenda continuó con Juvenal Ayala (Chile), quien analizó en “Comercialización literaria y sus nuevos retos” las estrategias para competir en mercados digitales. A las 1:00 p.m., Pedro Jorge Velázquez, director del proyecto El Necio, alertó sobre el impacto de la desinformación en la literatura: “Las fake news no solo distorsionan la política; también trivializan los contenidos culturales”.

El punto culminante fue el panel “Estrategias de sobrevivencia de las librerías en el siglo XXI”, moderado por el colombiano Álvaro Castillo. Participaron libreros como Darién Peña (Cuba) y Ada Nidia Hernández (Librería Centenario del Apóstol), quienes compartieron experiencias sobre adaptación tecnológica y fidelización de lectores. Marcelo González Granado, profesor de la Universidad de La Habana, remarcó: “Sin librerías vivas, las ciudades pierden su alma”.