Vieja Habana entre barras y estrellas
17/8/2017
La única vez, en más de un siglo atrás, que se habían visto ondeando banderas cubanas y norteamericanas por todas partes fue después de la última guerra contra España.
Pasada la confusión inicial, impedidos los mambises de entrar a las ciudades que ayudaron a tomar, traicionada la guerra de liberación, y licenciado casi por limosnas el ejército independentista, lo que vino después fue el menosprecio a todo lo cubano, y la impuesta política de las cañoneras por el vecino del Norte.
Foto: Nelia Moreno Ramos
La película de Edinson sobre aquella retirada es silenciosa pero elocuente: cual desfile de la victoria, pasan y pasan marchando cientos y cientos de boy scouts, perfectamente uniformados por una céntrica avenida del puerto de La Habana. Por supuesto que cada batallón lleva desplegada y a redoble, la bandera de las barras y estrellas, y hay pañuelos que se mueven en señal de despedida.
El paso es como una letanía del nuevo símbolo hasta que, al fondo del cuadro y hacia la esquina derecha, entra y sale en el lente una pequeña bandera que no va en asta alguna, sino en una rama curva. Desanda por detrás de los asistentes, como sostenida por alguien que no estuviera invitado, y que prefiere llevar su estrella solitaria.
Algo parece hoy que no contamos bien de aquel entonces a los jóvenes, cuando un marine yanquee terminó subido al monumento al Apóstol y orinándose en pleno parque central. O mal aprehendimos para el cambio de época…
Ahora los turistas quieren llevarse estrellas a cambio de baratijas. Si señaláramos a los revendedores porque comercian en las calles con la bandera cubana y la boina verde olivo, habría que demoler cientos de tiendas de cadenas estatales, que mandan a hacer el trabajo de los souvenirs nada menos que a la República Popular China.
De pronto están de moda las barras y estrellas, y salen al paso en cualquier camiseta, en los pantalones cortos y hasta en juegos de vestir. Y no ha sido precisamente el ministerio de comercio interior quien importa la oleada de esta imagen que, por pura coincidencia, apareció primero en pañuelos para la cabeza que ofrecían los revendedores en los catres de las fiestas populares.
A más de un siglo, la Vieja Habana vuelve a ser escenario de batalla de los mismos símbolos.