Ante una Sala Avellaneda del Teatro Nacional de Cuba desbordada de un público devoto y entusiasta, festejó la Primera Bailarina del Ballet Nacional de Cuba (BNC) Viengsay Valdés, sus 30 años de vida artística profesional. Graduada en 1994 con Título de Oro de la Escuela Nacional de Ballet, ese mismo año pasó a integrar las filas de nuestra principal compañía danzaria, bajo la dirección artístico-técnica de Alicia Alonso. A partir de entonces, su innato talento y sus promisorias facultades enrumbaron hacia el alto vuelo al que estaba destinada.
En virtud de su innato talento y de su forzado trabajo cotidiano, Viengsay Valdes logró conquistar algo muy difícil, ser famosa y popular.
Un disciplinado quehacer, bajo la guía de la Alonso y los más prestigiosos maîtres y profesores de la compañía, la enfrentó a incesantes y crecientes retos. De ellos emergió, desde el 2001, una primera bailarina de acerada técnica y amplio diapasón estilístico, cuya solidez ha sido ampliamente reconocida en las numerosas giras que ha realizado como primera figura del BNC por los cinco continentes y como Estrella Invitada de las más prestigiosas compañías y Galas Internacionales de Ballet, entre ellas el Ballet del Teatro Mariinski y el Bolshoi, ambos en Rusia, el Real Ballet Danés, el Real Ballet de Londres, el Ballet de Washington, así como en eventos artísticos celebrados en una órbita estelar, que abarca de Beijing, Japón y Laos, hasta New York y México, pasando por Turquía y Buenos Aires, donde revalidó las virtudes que sentaron el prestigio mundial de las grandes bailarinas cubanas.
En virtud de su innato talento y de su forzado trabajo cotidiano, logró conquistar algo muy difícil, ser famosa y popular. Y todo ello logrado subrayando su cubanía, su pertenencia a la tierra que la vio nacer, enaltece comprobar que ella ha sabido siempre que el arte no tiene patria, pero los artistas sí.
En la Gala de anoche bajo la dirección artística de la maître Svetlana Ballester se logró un bello recorrido por la órbita artística de Viengsay, que comenzó con la escena titulada Mi vida… el Ballet, con música de Ñico Rojas y Chaikovski, donde pudo vérsele en el disciplinado quehacer cotidiano de la clase, como preparatoria para los desafíos interpretativos.
Hermoso fue ver como desde las varas del escenario aparecían los tutús y vestuarios usados por ella en su variada galería de personajes, que incluía clásicos como Giselle, El lago de los cisnes, La bella durmiente, Coppelia y Cascanueces, como los de obras contemporáneas como Celeste, Double Bounce o Carmen.
En un tour de force nos regaló el “Adagio de la rosa”, del I acto de La bella durmiente acompañada por cuatro solícitos partenaires: el primer bailarín Dani Hernández, y los jóvenes bailarines Alejandro Alderete, Ixán Ferrer y Bertho Rivero, para luego pasar a la contemporaneidad del pas de deux “Loss”, del ballet Love, Fear, Loss del brasileño Ricardo Amarante, acompañada por el bailarín principal Anyelo Montero y la maestra Idalgel Marquetti al piano.
Y como todo el público esperaba apareció como Kitri en una suite del ballet Don Quijote, personaje en el que ha sido aclamada a nivel mundial. Garbo, estilo y bravura técnica fueron los dones con que conquistó la atronadora ovación con que finalizó la gala.
Muy emotivo fue verla agradecer a su colectivo de bailarines y técnicos, que se hicieron presentes también al interpretar Después del diluvio de Alberto Méndez y contribuir a la excelencia técnica del espectáculo.
Las palabras de elogio de la poetisa Nancy Morejón y la entrega de un ramo de flores por el pianista Frank Fernández, con quien ella ha colaborado tanto artísticamente, contribuyeron al realce de esa noche inolvidable.