Vicentico Valdés en su centenario
8/1/2021
Más de una generación creció y amó escuchando los boleros cantados por Vicentico Valdés, cuya popularidad se ha conservado por muchos años. Cuando dejó de escuchársele en las victrolas o traganíqueles a finales de los ‘50, entonces entró en los hogares a través de un programa de sostenida radio audiencia. Nadie como él ha cantado “Los aretes que le faltan a la Luna”, “Añorado encuentro”, “Envidia”…
De Vicentico puede decirse que cada amante del bolero guarda de él un recuerdo muy personal, asociado a vivencias, momentos, amores y desamores. Tuvo la capacidad interpretativa para convertir en éxitos las obras de los compositores que incorporaba a su repertorio, aunque poseyó perspicacia para la selección de las piezas.
Volveremos a vernos tú y yo, / trataremos el tiempo borrar, / no tendremos en cuenta razones / que no sean las de nuestros corazones.
Él fue la voz romántica del bolero, género del que algunos tanto han criticado sus textos, supuestas cursilerías y otras “deficiencias” literarias que afortunadamente ya han cesado (o al menos se han aplacado), porque ahora descubren, ¡oh, paradojas del destino!, que si de letras mediocres y hasta vulgares vamos a hablar, no hay necesidad de remontarnos al pasado.
Vicentico es uno de los miembros de la dinastía de los Valdés: Oscar, percusionista, Alfredito, y él. En los inicios, no era sino el hermano menor de Alfredito Valdés, cantantes ambos del Septeto Nacional de Ignacio Piñeiro, lo cual no dejaba de ser un buen comienzo para un joven veinteañero. También integró la orquesta Cosmopolita, del maestro Antonio María Romeu.
La discografía de Vicentico, en los viejos longplayings o discos de larga duración, con portada (carátula decimos aquí) dura y lustrosa, va reflejando el paso del tiempo: desde un muy joven Vicentico hasta un rostro maduro, con el sempiterno bigote corto y la sonrisa de quien disfrutó la interpretación de los boleros, canciones, filin y demás géneros que cantó.
Fueron las grabaciones las que, definitivamente, lo colocaron en el sitial que hoy ocupa en Cuba y el extranjero. Su trayectoria artística transcurre en años de intensa competencia entre los cantantes por la preferencia popular. Quizá sea necesario recordar algunos de los nombres que entonces se disputan el dial: Miguelito Valdés (Míster Babalú), Benny Moré, René Cabel, Orlando Contreras, Ñico Membiela, Abelardo Barroso, Tito Gómez, Orlando Vallejo, Panchito Riset… varios en el disfrute de una gran popularidad.
Durante la década del cincuenta, y hallándose en La Habana, con el acompañamiento de la Sonora Matancera realiza grabaciones para el sello discográfico Seeco, que para Vicentico constituyen el afianzamiento de una carrera de éxitos ininterrumpidos. “Los aretes que le faltan a la Luna”, de José Dolores Quiñones, grabado en 1957, representa uno de esos jalones:
Los aretes que le faltan a la Luna / los tengo guardados para hacerte un collar…
El fenómeno de su popularidad se extiende por Estados Unidos, plaza que visitó en 1947. En Nueva York trabaja con dos agrupaciones importantes, la del puertorriqueño Noro Morales y la del también boricua Tito Puentes. Con una y con otra graba, y aunque su fuerte son los boleros, incorpora canciones del repertorio internacional. Y cuando llega el mambo de su compatriota Dámaso Pérez Prado, pues lo suma a sus interpretaciones.
A toda Iberoamérica —incluida América del Sur, en particular Argentina, Brasil, Chile— y varias naciones de Europa, entre ellas España y Francia, llegan las giras de Vicentico. El musicólogo Helio Orovio estima que desarrolló una carrera de cantante que hizo de él “una de las más populares voces latinoamericanas”.
No obstante, antes de triunfar en Nueva York había estado en México, en 1944, y mucho antes cantó para el Septeto Nacional (ya apuntado), el Septeto Jabón Candado, la Charanga de Cheo Belén Puig y la Orquesta Cosmopolita, por lo que el éxito de Vicentico tiene como cimientos una larga escuela con buenos maestros.
Ya establecido en el contexto musical, Vicentico Valdés tiene su propia orquesta, a la cual tributan arreglos musicales los maestros René Hernández, Joe Cain y Javier Vázquez.
Grabó en tiempo de bolero números de autores del filin, entre ellos, de José Antonio Méndez: “La gloria eres tú”, “Me faltabas tú” y “Tú mi adoración”. Hizo interpretaciones antológicas de “Plazos traicioneros”, de Luis Marquetti; “Nuestra vida”, del binomio autoral Piloto y Vera; “Algo de ti”, de Juan Pablo Miranda; “Cómo fue”, de Ernesto Duarte… también guaguancós, motivos afro, mambos, guarachas, cumbias…
En Cuba, a pesar de la larga ausencia del artista, radicado en el exterior, la emisora COCO mantuvo un programa radial que dio a conocer a Vicentico entre los jóvenes oyentes y satisfizo el gusto de más de una generación de amantes del bolero y la música romántica.
Nacido en La Habana el 10 de enero de 1921 —hace un siglo— y perteneciente a una familia de músicos, “la voz elástica de Cuba” —como solía llamársele— murió en Nueva York a los 74 años, el 26 de junio de 1995. “No tengo que hacer concesiones porque la gente me acepta como soy”, dijo de sí. De ahí que perdure como uno de los grandes señores del bolero.
Una época y una voz inigualables.