Vicente Feliú, nuestro Maestro de Juventudes
Su partida duele, y mucho. Dicen que se fue cantando, con los acordes de La Bayamesa de fondo. Siempre habrá mucho de mística en Vicente, nuestro Maestro de Juventudes, fiel como pocos a su épica personal, a sus ideas y las pasiones del corazón, íntimamente relacionadas con las de Cuba.
En el momento de la muerte, decenas de amigos estábamos en Casa de las Américas, a punto de comenzar un concierto, que rápidamente se convirtió en su homenaje. La noticia llegó, y la tristeza recorría las mareas de nuestras almas. Allí estaban los jóvenes músicos Nelson Valdés, Leannelis Cárdenas, Rey Montalvo y Rodrigo Sosa, la musicóloga María Elena Vinuesa, el teatrólogo Jaime Gómez Triana, el intelectual Abel Prieto…, y muchos otros amigos.
En las últimas horas hemos vuelto a sus canciones. Las oímos en nuestros hogares, en peñas y voces de trovadores que siempre contribuyen a la vida. Las imágenes de momentos cerca de él rebotan en nuestra mente, con la certeza de que él siempre seguirá palpitante, repleto de energías, en el imaginario de Cuba, en sus venas musicales y de amor a la nación.
Escuchar hablar a Vicente Feliú, fundador del Movimiento de la Nueva Trova —del cual fue presidente—, era como beber de un manantial de enseñanzas, más allá de la trova.
“Con voz de hermano grande, aseguraba que ‘la trova es también una actitud, no basta con cantar y saber tocar guitarra’”.
Con normalidad dejaba perlas como: “El trovador es un poeta que canta…”, “…está dispuesto a defender sus canciones hasta las últimas consecuencias” y “…la juventud es un estado de rebeldía, de herejía”.
Varias veces compartió con nosotros en diálogos que no olvidamos. Sus ideas salían acompañadas de recuerdos y anécdotas de momentos singulares de la historia trovadoresca del país y América Latina, junto a otros grandes como Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Noel Nicola, Lázaro García, Augusto Blanca y José Andrés Ordás.
Autor de discos como Créeme, No sé quedarme, Arte poética, Aurora, Guevarianas y Colibrí, reafirmaba su confianza en las nuevas generaciones de creadores, a quienes incitaba a ser valientes y arriesgarse, porque “no lanzarse es señal de que se está envejeciendo”.
Con voz de hermano grande, aseguraba que “la trova es también una actitud, no basta con cantar y saber tocar guitarra”. Sobre aquellos tiempos fundacionales del Movimiento de la Nueva Trova, en un Encuentro con…, espacio conducido por la periodista Magda Resik, reconoció que institucionalizarlo laceró algo surgido de manera espontánea, con un profundo sentimiento de amistad colectiva y amor a la música, especialmente a esa que sale del alma.
“Pero era necesario hacerlo, porque vivíamos un momento muy complejo, en el cual algunos de nosotros estábamos en lugares diferentes”, expresó quien interpretó sus canciones en más de 20 países.
Acerca de los primeros años de la Revolución, dijo que fueron impactantes. “De momento, los jóvenes éramos protagonistas de todo. Los triunfos de la lucha en la Sierra Maestra y luego en Girón nos estremecieron, y a la vez se lograron gracias a las nuevas generaciones de entonces, como también la campaña de alfabetización”.
“Hubo quien compuso canciones por primera vez después de la victoria en Girón, por eso nuestra creación también estuvo influida por todo eso. A veces, no pensamos que con esa invasión pudo terminar la Revolución”, agregó este hombre de hablar pausado y amor tremendo a su país.
Agregó que el éxito de la Nueva Trova en América Latina también estuvo favorecido por el proceso revolucionario en Cuba y su impacto internacional. “Nosotros y nuestras canciones eran la imagen de lo que sucedía aquí. En ocasiones, llegábamos a Argentina y otras naciones, y conocían nuestros temas, los copiaban de un casete a otro.
“Recuerdo que cierta vez me pidieron que escuchara uno para identificar las voces de quienes cantaban, pero casi ni se entendía. Ese era resultado de muchas grabaciones”, refirió sonriente.
Vicente, el niño que aprendió a sacar melodías de las guitarras con su padre, el hermano del también sobresaliente Santiago Feliú, era un ser humano natural y sincero, igual que sus temas, cuya singularidad más entrañable radica en el alma noble y valiente de cada palabra y melodía.
El propio Silvio Rodríguez lo dijo en ocasión de cumplir Vicente 70 años: “… si este amigo tiene fama de algo entre sus compañeros —además de trovador irreductible— es de nobleza humana. Y es que todos sabemos que él siempre ha sido el más dispuesto al sacrificio, verdadero cantor de barricadas, tantas veces no bien gratificado”.
“… lo escucho otra vez, con ese estilo inconfundible. Gracias por tanto, Maestro. Siempre te recordaremos cantando”.
Según publicó en su blog Segunda cita en noviembre de 2017, Vicente “era uno de los estudiantes más aguerridos de la secundaria. De todos nosotros era el que parecía un héroe y, a la vez, el más elegante, el único que casi siempre andaba en saco. Nunca pude explicarme cómo conseguía aquel balance entre muchacho de clase media y feroz combatiente”, esto último seguramente en referencia a la etapa de ambos en la guerra de Angola, donde miles de cubanos pelearon por liberar aquel pueblo.
Nacido en noviembre de 1947 en La Habana, Feliú, Maestro de Juventudes, distinción más importante que entrega la Asociación Hermanos Saíz a personalidades de la Cultura, también demostró su dedicación y voluntad para ayudar a los demás durante sus 15 años en la dirección del Movimiento de la Nueva Trova, lo cual limitó su tiempo para crear.
Vicente fue fiel en todo momento a la música y la guitarra, partes inseparables de sus esencias. Así seguirá siempre donde esté. Me recuesto al espaldar de la silla, y lo escucho otra vez, con ese estilo inconfundible. Gracias por tanto, Maestro. Siempre te recordaremos cantando.