Variaciones del árbol, editado en España (2024) por la Fundación “Mariano Rodríguez”, es una obra cuya esencia estuvo siempre muy bien definida: unidad de la poesía con las artes visuales. Pero ese empeño solo podía lograrse si se alineaban cinco puntos cardinales: concepto editorial, investigación, compilación, edición y diseño. Por suerte, el libro como tal acaba de llegar a Cuba. Hace dos días tocó la puerta de mi casa y entró sin pedir permiso, dejando ver sobre su portada el título honorífico de “primer ejemplar”. ¡Qué maravilla! Poemas, dibujos, bocetos, viñetas, cartas, revistas y fragmentos de críticas, nos traen de vuelta el poderío cultural de varias décadas.   

Ahora bien, ¿qué ocurrió con cierta zona de la cultura cubana entre los años 1930, 1940 y 1950? La respuesta solo podrá encontrarla quien se acerque con rigor a la estética creativa que, en ese período, envolvió a una cantidad hechizada de nombres, poemas e imágenes artísticas.

Variaciones del árbol es una obra cuya esencia estuvo siempre muy bien definida: unidad de la poesía con las artes visuales.

Poesía y creación visual, descubriendo y redescubriendo esencias, marcharon juntas, hasta entregarnos una amalgama de expresiones cuyo común denominador radicaba en dejar atrás posibles influencias foráneas para conceptualizar, desde otra dimensión de la realidad, todos aquellos rasgos que indicaran la presencia de lo nacional. 

Detrás de tan sagrado propósito, latía el objetivo de interpretar y versionar lo cubano dándole vuelo a un pensamiento que revelara, a través de versos y formas, el perfil determinante de la identidad. He ahí los designios de las revistas Espuela de plata (1939-1941) y Orígenes (1944-1956). Ambas publicaciones de arte y literatura, donde confluían poetas y pintores, fueron espacios abiertos a la virtud del pensar; lo que explica, al mismo tiempo, las rupturas con códigos o moldes academicistas que intentaran desvirtuar los elementos integradores de la nación cubana, primero asimilada y luego expuesta en una poética que, utilizando cristales de aumento, logró redimensionar la espiritualidad y el acontecer sociocultural de nuestra Isla.

Las revistas Espuela de plata y Orígenes fueron espacios abiertos a la virtud del pensar.

Esa mixtura de ideas, sentimientos y ejes temáticos, es algo que debe ser analizado con la amplia perspectiva que siempre traen de la mano aspiraciones de cambio, renovaciones y modernidades; aspectos que multiplicaron los valores intrínsecos de un universo que, sin hacer ninguna concesión artística, fue capaz de abordar diversas problemáticas nacionales. Aquella tierra transfigurada entraba, por todo lo alto, en el misterio de su porvenir. ¿Un taller renacentista de cubanidad? Poetas y pintores, no exentos de argumentos antagónicos, optaron por el bien mayor que los unía: ser dueños del orgullo patrio y prolongar la raíz vanguardista que habían heredado de sus antecesores. Entonces el resultado creativo, nutrido de sugerencias precursoras, pasó a ser un imaginario de fascinaciones donde palabras y contornos, más allá de estilos y tendencias, mostraron las huellas de una alucinante complicidad intelectual. El sortilegio de vencer las columnas de la limitación o las leyes del contorno, estaba precisamente en el objetivo principalísimo de ir desentrañando los venerables latidos de nuestros orígenes.    

“Entre Espuela de Plata y Orígenes, más que una sola generación, lo que se observa es una órbita, un corpus discursivo donde coincidían artistas de varias generaciones”.

El proceso transformador del arte y la literatura ocurrido en esos años no ha vuelto a repetirse. Fue fundacional de principio a fin. ¿Acaso porque la mar violeta añoraba el nacimiento de los dioses?, ¿acaso porque nacer aquí era una fiesta innombrable?, ¿acaso porque la imagen poética y la imagen pictórica reducen lo sobrenatural a los sentidos transfigurados del hombre? Cualquier observación exegética que se haga ubicará nuestros pasos bajo los cielos de un mismo punto de partida: las luces del enigma. El acto de creación de esos poetas y pintores, tanto de manera individual como colectiva, quizá por tratarse de un estado organizado frente al tiempo, propició una sinergia única e irrepetible. Contenidos síquicos, temas, metáforas, símbolos, visiones, sugerencias, trazos y colores fueron también hallazgos eclécticos-heterodoxos; obras que después marcarían el horizonte con las prolongaciones de un pensamiento o teología insular cuyo esplendor, para suerte y gracia de Cuba, hizo visible el reino de la imagen

Entre Espuela de Plata y Orígenes, más que una sola generación, lo que se observa es una órbita, un corpus discursivo donde coincidían artistas de varias generaciones. Aquel desfile de pluralidad, de latidos profundamente martianos, que igual le abrió las puertas a un ilustre grupo de intelectuales extranjeros, encontraba su punto de éxtasis en un fulgor viviente llamado José Lezama Lima. Él fue, ¡oh poeta-templo!, la pieza medular de todo ese impulso creador, desterrando a diario las insuficiencias toscas de lo inmediato y mostrándole al mundo, también a diario, las cúpulas de los nuevos actos nacientes. Y al final, como parte integradora de esa poética coral, marcada por el arcoíris de un horizonte cosmopolita, no eran únicamente poetas y pintores los que se acercaban con desbordado entusiasmo. Había ensayistas, narradores, traductores, periodistas, dramaturgos, críticos de arte, críticos literarios, pedagogos, promotores culturales y músicos.

“… un fulgor viviente llamado José Lezama Lima”.

Pero esta necesidad de romper las reglas del juego, tal vez las analectas de aquello que después ocurriría, estaba anunciada por Lezama Lima desde enero de 1939: “…Ya va siendo hora de que todos nos empeñemos en una Economía Astronómica, en una Meteorología habanera para uso de descarriados y poetas…en algo de veras grande…”. ¡Vaya vaticinio emancipador!, doblemente exclamativo cuando sabemos que el primer número de Espuela de Plata, como revista bimestral, aparece en agosto del mismo año.

La nota editorial que preside esa edición primera compendia, en una sola línea, cuál era el horizonte: “La ínsula distinta en el Cosmos, o lo que es lo mismo, la ínsula indistinta en el Cosmos”. Pasan luego diecisiete años de sostenida coherencia, y es el propio Lezama quien vuelve a sublimar y resumir con su palabra el lapso de tiempo que hoy nos ocupa: “Queríamos un arte, no a la altura de la nación, indecisa, claudicante y amorfa, sino de un estado posible, constituido en meta, en valores de finalidad que uniese la marcha de las generaciones hacia un punto lejano pero operante, futuridad entrañada por un presente tenso con el arco poblado por una elástica energía…”.

¿Patrones de cambio, imanes futuristas o eras imaginarias?

Los nombres que prestigian este libro son suficientes para ejemplificar lo ya expuesto. De los poetas, José Lezama Lima, Mariano Brull, Eugenio Florit, Emilio Ballagas, Gastón Baquero, Virgilio Piñera, Lorenzo García Vega, Octavio Smith, Ángel Gaztelu, Eliseo Diego, Cintio Vitier, Fina García Marruz, Cleva Solís, Samuel Feijóo, Pedro de Oraá… De los pintores, Mariano Rodríguez, Wilfredo Lam, Arístides Fernández, Marcelo Pogolotti, Domingo Ravenet, René Portocarrero, Amelia Peláez, Carlos Enríquez, Víctor Manuel, Mario Carreño, Alfredo Lozano, Roberto Diago, Luis Martínez Pedro, Fidelio Ponce, Carmelo González… En ellos, en todos ellos, preponderó el espíritu de una visibilidad que, haciendo un rasguño en la piedra, traspasó las fronteras de su época para ubicarse, por mérito propio, entre los tesoros más valiosos que guarda la historia patria.     

Por supuesto que el libro será presentado en Cuba. Pero mientras llega ese momento, hago énfasis en dos personalidades: José Lezama Lima y Mariano Rodríguez (cofundadores de Espuela de Plata y Orígenes). ¿Patrones de cambio, imanes futuristas o eras imaginarias? Díganse las tres frases al unísono, pues se trató de una concepción artístico-literaria que le hizo un gran aporte a la dignificación definitiva de la cultura cubana.