Entre los inestimables fondos que atesora el Museo Nacional de Bellas Artes, la Colección Wifredo Lam se erige sin dudas como uno de sus más preciados valores. Poseedora de una incuestionable organicidad, donde pinturas sobre lienzo y papel kraft, aguafuertes, litografías, dibujos al pastel, carboncillos, o aguadas, componen un recorrido vital de una agudeza e intensidad extraordinarias, el tesauro Lam brinda al público que asiste a las salas expositivas, al estudiante, al experto, la cercanía a la evolución de un lenguaje, a la síntesis de un concepto que bebe en asombrosas fuentes.

En este recorrido por el testimonio de una existencia vigorosamente creadora, hallaremos a uno y muchos Lam; al joven seducido por las conquistas expresivas de la vanguardia europea, al de las indagaciones y la estilización en la representación del cuerpo humano, al que alcanzó a poetizar los elementos de las religiones afrocubanas en una figuración sin precedentes en nuestras artes visuales.

“Entre los inestimables fondos que atesora el Museo Nacional de Bellas Artes, la Colección Wifredo Lam se erige sin dudas como uno de sus más preciados valores”.

Para la Colección Wifredo Lam, el Museo Nacional de Bellas Artes ─ese gran hogar del patrimonio tangible de la nación─, no es un mero contenedor, ni una plaza destinada a la disertación erudita; es un espacio habitado por derecho, un recinto dialogante, vivaz, donde aún pueden escucharse los murmullos que acompañan a la creación. Justo en este monumental edificio, en uno de sus almacenes, el artista pintó su imponente lienzo “El Tercer Mundo”. Y aun hoy nos acompañan los ecos de sus trazos, el vigor de sus pinceladas, el lejano olor de unos óleos todavía esplendentes.

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