El tiempo se convierte en el centro de todo, pero es que el tiempo es el centro de la poesía, es el tema de la poesía.[1] Esta idea de Cintio Vitier parece atravesar la lírica de Alpidio Alonso Grau, ahora recogida en una hermosa antología preparada por la Colección Centro de Ediciones Presente y Futuro de Guadalajara a cargo de Mario Alberto Nájera, titulada Viaje al árbol rojo.[2] Allí la poesía versa sobre el tiempo, la poesía ocurre sobre el tiempo, donde el futuro es un dibujo cuajado de un misterio que se presiente y atisba. Entonces se construye un arquetipo de los regresos flotando en la intemperie del tiempo:
“Venegas, 1993”
Un día habrá
en que baje del tren,
y no haya nadie esperándome.
La calle vacía hasta la estación,
las casas a ambos lados,
sin nadie parado en el poste de luz
donde, aunque no se vea ─lo sé─.
Siempre está esperando mi madre.
Ningún niño
corriendo a saludarme,
gritando mi nombre,
mientras a mi espalda
el ruido del tren
se va
alejando.
Ese día habré empezado a envejecer.
Ese día
que, entre mis cosas de siempre,
pareceré un extraño. (p. 9).
“Al poeta se le aparecen las sendas del misterio y una música encantada que puede ser la belleza, la poesía y hasta alguna verdad secreta”.
Porque hay círculos concéntricos brillantes y llenos de misterio entre el pasado y el futuro, y un goce y un fluir dialécticos, y la poesía reina en el tiempo, y el tiempo reina en la poesía:
“El tiempo enemistado”
El tiempo enemistado transcurre en el umbral de un tiempo que en el deseo es otro. Instantes hilan imágenes sucesivas de abolida floresta. ¿Alumbran venideros días que huyen? ¿Una luz trinadora repasa antiguos fuegos? ¿Envía luces en su vuelo el pájaro? Algo se fuga hacia miradas que todavía no son. Escapan noche adentro voces. Tantea bordes el deseo. Lo hondo ve venir.
(p. 14).

Al poeta se le aparecen las sendas del misterio y una música encantada que puede ser la belleza, la poesía y hasta alguna verdad secreta. Porque, como ya expresé de este poeta antes, sus poemas nos confiesan que el mundo cambia y es uno, y que si el poeta tiene conexión con algo es con la naturaleza. Se nos ofrece una concepción agónica y gozosa de la naturaleza, donde la vida irrumpe en la muerte y la muerte es la vida de manera constante y decisiva. Lo ocupan el deslumbramiento y misterio de la existencia, y el imperio del tiempo:
“El destino deshojándose
como un collar de vicarias
en las manos de una niña
que no sabe leer
el tiempo en su mano.”
(p. 19)
Sabe que fragilidad es belleza, y belleza es tiempo, y que la belleza trata de lo improbable cobrando repentinamente realidad, al decir de Charles Simic, que frágil es el tiempo y el espacio ganados con amor, donde la vida humana es realzada por la naturaleza y confundida con ella.
Encontramos igualmente aquí un texto de poética donde lo contemplado, lo prometido, lo que hay que conquistar, lo que no se entrega es nuestro, algo así como bordar la vida, el intento, la voluntad, la inercia de los anhelos de una vida, y dos poemas que dan pruebas de la inmersión del poeta en la historia, eficaces y hermosos: una elegía o himno a Patria Cuba desde la pobreza irradiante, y las deslumbrantes y poderosas soberanía y belleza de la isla, y un poema para el Che construido de toda la grandeza y lo paradójico de su ejemplo, que no por gusto cierra el poemario (“Los tesoros” (p. 30) y “Heredad (p. 31). Véase el texto “Una mañana y otra” (p.29).
“Encontramos igualmente aquí un texto de poética donde lo contemplado, lo prometido, lo que hay que conquistar, lo que no se entrega es nuestro…”
Entonces canta a los instantes, hace un himno o elegía al carácter único de los instantes, al milagro y la riqueza del instante (“Cuando verte venir” (p. 21), “Cisne Salvaje” (pp.22- 23). Y se observa el replicar analógico de lo natural en lo humano en más de un poema que puede acoger un texto misterioso o premonitorio donde el rojo es el color de la muerte y la herida, y del que el poeta extrae el título de su libro:
“Libro del viento”
Libro del viento
en tus páginas se espesa el pájaro
El pájaro apoyado en la nada
Libro del viento: escalera de sangre
Quien oye del pájaro el grito
huye del árbol rojo
Del árbol rojo
sube a la nada el pájaro
por una escalera de sangre.
(p. 10)
En tal sentido, se agrupan tres poemas que toman al viento como emblema. Ellos son “Libro del viento”, “El idioma del viento son los pájaros” y “Tu pelo tras la ráfaga”. Es la descripción y el descubrimiento del país que vive en el viento, del dibujo que en él vive, donde se llegan a enumerar sorpresas, destellos, cataclismos que nos juntaron, “pavesas como rostros” que vi, que sigo viendo: rostros como pavesas que de uno se desprenden, inolvidables. Si un tema central aquí es el tiempo, también lo es el misterio, apreciable en uno de los mejores poemas del conjunto —en esta suma destaco cuatro—. Me refiero a “Pregón del fantasma de la carretilla” donde se intenta que se vuelva cotidiano el misterio, donde se comulga con el misterio con secretas y regocijadas acciones.
“Es la descripción y el descubrimiento del país que vive en el viento, del dibujo que en él vive, donde se llegan a enumerar sorpresas, destellos, cataclismos que nos juntaron…”
Vibra la acción del verbo en el misterio, en el tremolar de la bandera del deseoso. Me seduce igualmente “Blanquizal”, donde hay un sitial, una gloria, un paradigma que conforman nuestros seres ausentes y la mirada de luz que le hemos hecho y nos han devuelto, que los coloca en ese lugar al que ya no alcanzamos, donde están los seres a venerar, a los que la muerte y el legado de sus acciones les da la trascendencia; y el poema “Quédate” donde se nos anuncia que es difícil rescatar el amor que hay en el desamor, y transitan por allí los decires austeros de Ángel Escobar:
“Quédate”
La misma que te trae los pétalos y el vino
es la mujer cansada que degüella
un animal tristísimo. No llores.
Mírate solo intentado tú el páramo,
remediable y copiado tú en los ojos moribundos
del animal que huye.
Quédate. Ve los peces
amarillos y azules en la copa del árbol.
Un árbol que es el mar: oye su canto.
Oye al pájaro hablado y solo cómo vuelve
y sube una escalera de nardos infinitos.
Ve al pájaro cegato en su hueco de luz.
Húndete tú en la luz. Ve con tus hijos.
En todo caso ese puñal no es tuyo.
Ves tatuar en la piedra la estrella que relumbra.
Una moneda, una estrella tintineante era su corazón.
Mira beber la luz al pájaro rumiante.
Grítalo. Hazlo por ti. Dilo a los cuatro vientos.
El sangrante animal y quien empuja el cuchillo a deshoras
son la misma mujer.
(p. 26).

Seguimos en el goce, en el esplendor dialéctico que recuerda la idea martiana, clave de su poética, del poder de autoconservación y transformación de la naturaleza, el misterio de un mensaje trasmitido del que somos testigos, donde encuentran idéntica estatura árbol y poema. Porque el autor concibe a la poesía como elemento de la naturaleza que comparte todas sus cualidades: movimiento, flujo, constancia, huida. Allí lo que cae y se levanta a un tiempo es la vida en el ritmo acompasado de los árboles y la naturaleza. Y “todo no es más que brillo amontonado” viene a constituirse en una variante del “Y todo, como el diamante / Antes de luz es carbón” martiano:
“Tala”
Decir alguna vez: con el follaje escribo, las ramas son palabras de una música ausente que el poema repita a pesar tuyo.
Decir: oye al deseo.
Y aún después, mirando hacia lo lejos: detrás de aquella luz humea un pequeño bosque, y más allá, quedan los vastos almacenes del tedio, las naves del desahucio, las interminables carreteras donde en verano ves amontonarse cuerpos que hacen señales en otro y en el mismo sentido de tu ruta.
Decir alguna vez, mirando la ceniza: no hagas caso del gris, todo no es más que brillo amontonado.
Y luego, frente a un nudo de hojas que derrama el vuelo toda su triste levedad de colores: encanto del instante de aquello que se alza. Ser lo que cae, alguna vez decir.
(p. 16)
Entre el misterio y el tiempo “el idioma le ofrece al poeta una vida entre los árboles.”[3]
Notas:
[1] Cintio Vitier. “La historia es esperanza”. Entrevista a Cintio Vitier por Enrique Ubieta. Revista Revolución y Cultura, número especial, La Habana, 2024, p. 36.
[2] Alpidio Alonso. Viaje al árbol rojo. Ediciones Presente y Futuro, Guadalajara, 2024.
[3] Idea del poeta finlandés Lars Hulden.