Una revista de y para la música: Correo Musical

Cira Romero
31/3/2016

El holandés Hubert de Blanck (Utrecht, 1856-La Habana, 1932) visitó la Isla, por vez primera, en 1882, y ofreció recitales en el Centro Gallego, pero al año siguiente se estableció definitivamente en la capital cubana, donde fue nombrado presidente de la Sección Filarmónica de la Sociedad de La Caridad del Cerro, donde actuó como pianista. Más tarde, en 1884, fundó la Sociedad de Música de Cámara y más tarde la Sociedad de Música Clásica, así como el Cuarteto Clásico. Al estallar la guerra del 95 se alió a la causa cubana y fue tesorero de la Junta Revolucionaria de La Habana, hasta que se vio forzado a emigrar a EE.UU., donde participó en actividades para recaudar fondos con destino a la causa cubana. De regreso a Cuba reinició sus actividades musicales y refundó el Conservatorio Nacional de Música, que había iniciado antes de su partida de la Isla por las razones antes apuntadas. En dicho conservatorio aplicó las técnicas más modernas para la enseñanza del piano y según Eduardo Sánchez de Fuentes “fue el verdadero precursor, el apóstol, que supo descubrir el talento de sus mejores discípulos y forjarlos y encaminarlos dentro de las más puras doctrinas del Arte”.

Al menos una revista dedicada a la música había aparecido a comienzos de la república, Cuba Musical (1903-1905), a la que nos referimos en anterior comentario, dirigida por J. Marín Varona; a la cual se sumó años después Correo Musical, que tuvo dos momentos de existencia: 1917-1918 y 1928. Nacida el 1ro. de marzo en forma quincenal, como “Órgano del Conservatorio Nacional de Música de La Habana”, De Blanck fue su director-propietario. Los objetivos de la publicación quedaron reflejados en dicho número: “estrechar aún más las relaciones profesionales entre los que cultivan nuestro arte, cooperando en lo posible a enaltecer la cultura artística existente, y ofrecer, a la vez a nuestros favorecedores, una lectura fácil e interesante para el hogar”.

Al reiniciarse diez años después, en noviembre de 1928, “resurge a la luz pública sin compromisos de ninguna clase” y “aspira a ofrecer a sus lectores la más completa información sobre todos los conciertos, actos culturales, veladas, exámenes, etc., etc., que se efectúen en todo el territorio nacional”. Subtituladas en sus dos períodos de existencia, primero como “Publicación artística universal” y después “Revista mensual ilustrada”, era editada por la empresa Correo Musical.

Entre sus colaboradores estuvieron figuras destacadas de la literatura y de la música, como Luis Alejandro Baralt, destacado dramaturgo y profesor universitario, fundador y director, posteriormente, de un importante grupo teatral, La Cueva, y autor de una muy recordada pieza: La luna en el pantano (1936). En Correo Musical dio a conocer trabajos como “Relaciones entre la moral y la religión” y la primera parte del titulado “Arte incaico”. También colaboraron Reneé Méndez Capote con algunos apuntes sobre músicos cubanos, Jesús J. López, cuentista, novelista y dramaturgo y creador, en los años 30, de noticieros radiales; Tomás Jústiz del Valle, historiador de vasta obra y también dramaturgo, que se escudó en el seudónimo Marcial Joroba, Agustín Acosta, poeta de filiación postmodernista y renovador, junto con Regino E. Boti y José Manuel Poveda, de la lírica cubana a partir de la primera mitad de la década del 10 del siglo XX, y el músico Joaquín Nin, que, como De Blanck, fue destacado pianista que llegó a alcanzar rango internacional.

Agustín Acosta aportó a esta revista varios poemas de su libro Ala (1915), que combina diversas corrientes literarias y preocupaciones estéticas, entre ellas la proyección de su modernismo, que ha sido calificado de “artificioso” por Cintio Vitier. Precisamente de ese libro Correo Musical reprodujo algunas composiciones como “Torno a la luz”, una de las mejores de aquel texto e incluso, de los posteriores.

Torno a la luz secreta de tus ojos sagrados,
de tu mirada buena, de tu llanto de ayer…
Surges, entre mis viejos amores olvidados,
solo por tu inefable ternura de mujer.

Cómo se ha marchitado mi corazón que un día
se dio fragante y puro a tu imposible amor…!
Si lo viera tu alma lo reconocería
solo porque tú vives en él hecha dolor.

Cuándo dejé de verte? Cuándo, mi vida, cuándo?
No oyes en estos versos algo que está llorando?
—Un temblor que solloza, un dolor sin enojos—,
Me verás en tu viejo recuerdo todavía?
Yo soy aquel que un día vio la gloria en tus ojos
Y no ha podido nunca olvidar ese día…!

Otras revistas también dedicadas a la música surgirían posteriormente, como Musicalia, ya evocada en estas páginas, bajo la dirección de María Muñoz de Quevedo, que cubrió a lo largo de sus años de vida un vasto abanico en esta manifestación artística.

Correo Musical se inscribe en la vasta tradición musical de Cuba, que también dio cabida a este tipo de material divulgativo dirigido a los interesados en esta manifestación artística.