Una nueva Jiribilla, con el mismo ángel

Sheyla Delgado Guerra di Silvestrelli
6/5/2019

“Asoma ahora el ángel nuestro, el llamado para la invocación final ángel de la Jiribilla.

(…) Ángel nuestro de la Jiribilla, de topacio de diciembre…

Ángel de la Jiribilla, en el asombro, en el perplejo suave.

(…) Asombro que encuentra el círculo del cocuyo para exorcizar la medianoche. Perplejo que enarca la cola del gallo para no confundirse en la manera cegadora. Perplejo que encuentra la pluma verde del gallo.

Jiribilla del paroxismo, de la hondura del frenesí frente a la muerte (…), que rota en sentido contrario al de las agujas de un reloj”.

José Lezama Lima, en Imagen y posibilidad

Desandar el trayecto editorial de La Jiribilla y esbozar nuevos caminos devino brújula y sentido de un panel realizado el jueves 2 de mayo en la capitalina Casa del Alba, en ocasión de celebrarse el 5 de mayo el aniversario 18 de esa revista digital de cultura.

De izquierda a derecha, Rosa Elena Encinas, Rafael Grillo, Guille Vilar, Joel del Río, Laidi Fernández de Juan,
Sheyla Valladares y Maikel Rodríguez Calviño. Fotos: Roberto Ruíz

 

Rosa Elena Encinas Hurtado, directora de la revista, comentó que este espacio de diálogo busca “mirarnos hacia dentro”, desde la autocrítica; “repensarnos como publicación”.

En el criterio de la titular de La Jiribilla, “toda publicación debe pasar por un proceso de renovación, pero también mirar hacia atrás”. Y en el reto de hacer periodismo cultural en una revista ─dice─ debe asumirse también la polémica desde la ética. Es decir, la crítica y la polémica responsables.

A través de sus páginas y hacedores

Al evocar sus primeros días como colaborador en el medio homenajeado, el periodista y crítico de cine Joel del Río recordó su texto en el segundo número de la publicación, lo cual lo convierte casi en uno de los fundadores. Compartió asimismo con los presentes el sortilegio que lo conectó entonces a sus páginas, ya fueran impresas o digitales: “Todos los que hemos entrado en las diversas etapas de La Jiribilla, en lo que hemos confiado es en la capacidad de novedad”. Ello cambió ─asegura─ su vida profesional, la alteró en muchas cosas, enriqueciéndola.

Tal vez esa conexión tan fuerte sea la clave de que en su colaboración profesional con esta revista y con Juventud Rebelde, no haya existido “ningún momento de infidelidad”, sostiene del Río.

Destacó además la capacidad/cualidad de “ensanchar los márgenes de la política oficial, de la política cultural. En general, subraya, se ha sostenido esa idea de ampliar los márgenes temáticos y estéticos, lo cual le da un impacto mayor. Sin tener miedo a considerar la política como cultura”, que de hecho lo es, insiste.

 

Otra clave, en la opinión de Joel, radica en la suerte de relación que aquí se logra entre editor y periodista: “no me han cortado jamás una línea sin consultarme previamente. (…) ¿Resultado? Que para mí ha sido un espacio de libertad. Para hacer el periodismo como yo lo entiendo”.

La columnista y crítica literaria Laidi Fernández de Juan la define “como una escuela, es una unidad docente”. Cuando este medio de comunicación alcanza la mayoría de edad, Laidi comparte, “el respeto que no he sentido en otros medios… En segundo lugar, la diversidad. Es una revista donde puedes encontrar de todo. Y no padece de habanocentrismo…”.

Aquí ha encontrado, reitera, “el espacio donde puedo decirlo todo. Eso es inusual. (…) Es también mi lugar de catarsis. La Jiribilla es informativa, es reseñadora, es novedosa, es valiente, es inclusiva”.

Coincidió Fernández de Juan en que esa publicación digital encarna “un espacio de libertad” y, por las historias de vida que la atan a ella, confesó que la considera como su “revista familiar”. Y acota: “Es un lugar donde se aceptan los trabajos. Donde se admite, donde se respeta”.

Para el conocido periodista y promotor cultural Guille Vilar, de los múltiples oficios y medios de confluencia, “confieso que lo que más me gusta es escribir”. De La Jiribilla resalta: “yo he comprobado, he puesto en práctica, he sentido… Creo profundamente que el periodista que se considere periodista, cerrado, el buen periodista, tiene que sentirse artista”.

Señalando un cuadro de Martí al fondo del salón, invita el Guille a escribir y responder con esa misma pasión de la obra en la que la bandera atesora un asta con raíces. Hay que escribir con seriedad y profundidad. “Nuestra opinión no tiene que ser la opinión. Creo en la necesidad de jerarquizar la información. Respeto mucho a la revista porque he intentado dar mi opinión sobre temas que en el lector permiten la promoción de ideas. No debemos quedarnos en lo epidérmico y en lo aparencial de las cosas”, afirmó el también director y guionista de radio.

“Uno necesita tener un compromiso con la vida, igual que cuando tiene una relación y de ella surge un hijo: es un compromiso. Para mí escribir en La Jiribilla es un compromiso con la vida, un compromiso partidista… un compromiso con el (tomar) partido de la Revolución”.

 

En un extremo del panel, Maikel Rodríguez Calviño se aventura a destejer las memorias de sus años como colaborador en este espacio cultural. Resume las páginas de testimonios en las aportaciones: “ha sido una escuela y un proceso de aprendizaje”.

Como crítico, se remitió al sentir de Charles Baudelaire cuando sentenció que la crítica de arte para que sea justa debe ser política, personal y apasionada.

La mediación del crítico entre las obras y los públicos se traduce en “una lucha interna con los aprendizajes y con los desaprendizajes”, comenta Maikel. En ese sentido, reconoce, este medio le ha dado la posibilidad de mediar y de apostar ante diversos públicos por esa crítica que defiende.

 

Otra confesión llega en la voz de Sheyla Valladares. Su primer acercamiento a estas páginas, aunque es escritora y poeta, lo debe a su pasión de “lectora furibunda”. El porqué lo explica ella fácilmente: “por el periodismo cultural que se hacía y el que a mí me gustaba hacer”. Una vez dentro, acabaría asumiendo responsabilidades mayores “junto a un grupo de jóvenes e intrépidos que me acompañaron en el reto de mantener viva La Jiribilla”.

Al cerrar los testimonios, Rafael Grillo ─colaborador de esta revista y jefe de Redacción en El Caimán Barbudo─ develó una relación de amor-odio.

“Mi primera colaboración fue una entrevista a Humberto Solás, y el inicio de una relación larga, porque siempre la he respetado y me ha interesado como espacio para publicar”, valora Grillo. “Mi mirada ha sido más transversal en la cultura (la opinión o la crítica) y me ha permitido moverme en todos los ámbitos que me interesan. Esa es mi parte de amor”.

“Mi parte de 'relación de odio' es la más interesante”, dice, y la sintetiza seguidamente en cómo el paso de La Jiribilla de la edición digital al papel lo ayudó a hacer comprender a sus colegas en El Caimán… la importancia de potenciar la web. Pero en ese camino, ambos medios resultaban “competidores naturales”. “Era el espejo en el cual me veía para divorciarme de ella. Me ayudó también a aclarar cosas”.  

Concluyó Grillo con su punto de vista sobre “la polémica como forma de organizar un espacio dentro de lo periodístico: para que haya una polémica, no basta con un juicio ríspido, una diatriba, sobre algo o alguien. Tiene que saber el lector el origen de la polémica, tiene que haber una réplica y darle al replicado o al contraopinado la posibilidad de replicar, de opinar. Y también a los públicos. Hoy no se pueden entender las polémicas sin sus públicos”.

Una mirada institucional, personal y a la vez colectiva, regresó a Rosa Elena para marcar los derroteros actuales de la familia que hace posible La Jiribilla, teniendo en cuenta las competencias infocomunicativas de los usuarios, optimizando esfuerzos, construyendo una agenda compartida de desafíos y soluciones… Creciendo. “La responsabilidad que debe asumir en sus contenidos, con sus publicaciones desde la ética y sin caer en el 'chancleteo' mediático. Mantener la esencia, pero renovar la publicación”.


 

Ese no es solo el norte marcado por la brújula de un panel. Es el camino común trazado por muchas manos hacia otra Jiribilla, con el mismo ángel de 18 mayos guardándole los pasos.