Gracias al profesor español Guillermo Calleja Leal, miembro  de las Reales Academias de la Cultura Valenciana y de la de la Historia, hemos conocido de lo que pudo haber sido un intento de las autoridades coloniales españolas en Cuba de presentar a Martí como un hombre en componendas con ellas para parar la Guerra de Independencia  a cambio de la concesión de la autonomía para la colonia, lo cual significa, obviamente, convertirlo en un traidor para los patriotas en armas, convocados por él a pelear por la patria libre.  

El historiador español publicó esta información en su texto titulado “La muerte de José Martí en el combate de Dos Ríos”, incluido en el volumen II, del número 93, de 2018, de Anales de la Real Academia de Cultura Valenciana, en las páginas 963 a 989. Este autor se basa en lo dicho en el libro titulado Un señor de Barcelona (Barcelona, 1945) por el escritor y periodista Josep Plá Caradevall (1897-1981), autor de una copiosa obra en español y en catalán entre la que se incluye una biografía del general Juan Salcedo y Mantilla de los Ríos.

En dicho texto este escritor afirmó que en tertulias de entonces se comentaba que este general “tuvo en sus manos la suerte de Cuba” y que en documentos de los archivos militares españoles por él consultados se afirma que José Martí fue muerto por disparos de los centinelas españoles, sin saber quién era el jinete ni cuál era su propósito, cuando se dirigía a entrevistarse con el general Salcedo para escuchar la oferta de autonomía para Cuba por parte del general Arsenio Martínez Campos, entonces Capitán General de la Isla.

“Fuera quien fuere el que tomó la decisión de echar adelante la falsa información de que Martí había aceptado conversar acerca de la autonomía, lo evidente es que fue un cálculo habilidoso que podría detener la guerra de Cuba”. Imagen: Tomada de Internet

El historiador Calleja Leal considera esa una versión falsa acerca de la muerte del Maestro proclamada “como una intensa campaña de propaganda de guerra dirigida a confundir y desmoralizar al enemigo cubano, ya que presentaba a Martí como un traidor a la causa independentista”.  

Los estudiosos de la vida y la obra martianas coincidimos con tal apreciación, pues el general Salcedo estaba al frente del distrito militar de Santiago de Cuba, designado por Martínez Campos cuando este asumió el mando de la colonia y creó tres Distritos Militares en el Departamento Oriental. Y en tal condición de mando, Salcedo recibió la información acerca del fallecimiento de Martí en Dos Ríos desde que Ximénez de Sandoval, el jefe de la columna que sostuvo el combate y se apoderó del cadáver sin aceptar la solicitud de su devolución que le hizo Máximo Gómez, le informó de inmediato, en cuanto tuvo acceso al telégrafo, de la muerte de Martí y de su rápida retirada de Dos Ríos.

“Calleja Leal considera esa una versión falsa acerca de la muerte del Maestro proclamada ‘como una intensa campaña de propaganda de guerra dirigida a confundir y desmoralizar al enemigo cubano, ya que presentaba a Martí como un traidor a la causa independentista’”.

Se sabe también que Salcedo telegrafió al mando supremo en La Habana y que de allí le llegó a Santiago de Cuba la orden de desenterrar el cadáver y llevarlo a Santiago de Cuba para su identificación. No es de extrañar que al existir confirmación plena acerca de quién era el cadáver, se haya decidido desde el alto mando colonial echar adelante la mentira para rebajar el influjo del pensamiento martiano y debilitar el espíritu de lucha de los mambises hasta hacerles deponer las armas.

Es probable que la idea se haya gestado desde el propio mando supremo español, pues ha de recordarse que Martínez Campos había conocido personalmente a Martí cuando su segunda deportación a la Península y le cambió el destino final a Ceuta por la estancia en tierra española, impresionado quizás por la personalidad de aquel cubano.  

“Es probable que la idea se haya gestado desde el propio mando supremo español, pues ha de recordarse que Martínez Campos había conocido personalmente a Martí cuando su segunda deportación a la Península…”

Martínez Campos, además, había insistido en la necesidad de entregar la autonomía a los cubanos mientras estuvo al frente del gobierno español tras la restauración de la monarquía y en más de una ocasión lo había planteado como una necesidad ineludible en sus discursos en las Cortes.

La casual muerte de Martí le ofrecía la oportunidad al astuto político de insistir en ello y obtener la aceptación por ambos bandos si se presentaba la autonomía como salida admitida por el hombre que había echado a andar la guerra gracias a los tantos años de buscar la unidad de los patriotas y de objetar la dominación colonial hispana. Y ya Martí no vivía para oponerse con el peso directo de su prestigio, conocimiento y liderazgo sobre la amplia mayoría de los patriotas cubanos.  

Lo absolutamente cierto es que los altos mandos políticos y militares españoles supieron desde el primer momento cómo y cuándo cayó Martí. Fuera quien fuere el que tomó la decisión de echar adelante la falsa información de que Martí había aceptado conversar acerca de la autonomía, lo evidente es que fue un cálculo habilidoso que podría detener la guerra de Cuba, tan costosa en recursos y en vidas para la metrópoli y para la estabilidad política de la monarquía.

Recordemos que en el imaginario popular español ha quedado esa frase para ajustarse a las dificultades: “Más se perdió en Cuba”. Y España arrastró una crisis económica, política y de valores tras la guerra y pérdida de Cuba, cuyos efectos se hicieron sentir ya en el siglo XX, hasta el fin de la monarquía, la instauración de la República y la terrible guerra civil.