El hecho de que Holguín posea tantos poetas moradores fijos nos hizo pensar en la posibilidad de reunir todos aquellos poemas que cantaban a la ciudad, y obtener la resultante selección de diversos tonos poéticos alusivos al tema.
Esta selección recoge a todos aquellos poetas holguineros que han desempeñado vida cultural activa dentro de la ciudad aunque no residan en ella, y que tienen al menos un libro de poesía publicado por Ediciones Holguín.
Es la ciudad de Holguín una tierra fértil para la poesía, existen en ella más de ochenta poetas con obra activa —no cuento en esta cifra a aquellos que han publicado con nuestras casas editoriales y no son precisamente holguineros, aunque muchos se han mantenido en franco acercamiento literario—, premios nacionales alcanzados y publicaciones en otras editoriales, fundamentalmente nacionales, como Letras Cubanas, Unión y Oriente —además han aparecido en editoriales del SET (Sistema de Editoriales Territoriales), como El Mar y la Montaña, que contempla a varios de ellos dentro de su catálogo.
El tema de la ciudad ha dejado un rastro identitario en esa amplia gama de la poesía de los holguineros, a partir de elementos típicos del espacio citadino como: el parque, el cerro, la cruz, las iglesias, la añoranza por el mar, los muros, las columnas, la “Ciudad como universo”, todos vistos a manera de testigos silenciosos y partícipes de cualquier hecho. La permanencia en ella es un fenómeno común, y la poética holguinera lo asume de forma indirecta —llamémosle así— o inconsciente. Ese espacio, al que en muy pocas oportunidades se le canta de forma explícita, persiste en todas las generaciones de poetas como una aferrada elección a permanecer en él, recurriendo a la alabanza, la añoranza, la admiración, la tristeza, el miedo, incluso el odio y el dolor. Por tal motivo Ciudad con nosotros es la selección de poesías de poetas holguineros que recobra la conciencia de un lugar común para todos: salvado, legitimado y silenciosamente alabado desde cualquier parte de este territorio, por esa magia interpretativa y universal de la poesía, escríbase donde se escriba. En ese caso dispondríamos del tema de la ciudad como una imagen abstracta que puede o no ubicarse en la nuestra. Es además el poema homónimo de Alejandro Fonseca el que se ajusta con holgura al corpus de este volumen y por lo tanto titula la selección.
No he pretendido que prevalezca como único propósito de esta selección la alabanza poética que edulcore la ciudad. Dentro de la selección puede ser identificada a través de disímiles imágenes, incluso las que rozan el resentimiento. Muchos poetas no le cantan como cualquiera esperaría, sin embargo, entre líneas, notamos su presencia, en una calle, un parque, un cerro, una iglesia, una columna, una estatua.
ÁNGEL AUGIER PROENZA
XXII
Cuando la vida era un niño que abría los ojos
sorprendidos
allá en mi provincia donde el sol aparecía
más temprano,
mis pies descalzos, tierra mía,
apretaban tu grano suave
como para sorber por cada poro tu silencioso aliento;
te palpaban mis plantas desnudas
y te sentían cálida bajo el sol, o blanda, humedecida,
y me llenaban de ti hundiendo mis manos
en tu viva sustancia.
El traspatio era un pequeño universo vegetal
Hecho a la medida para la aventura
De saborearte desde la semilla,
Cuando la flor del mango se eclipsaba
Y brotaban soles de verde, rosa y oro
Y la delicia era esa carne mordida
Cuajada de tus jugos, esa disuelta savia
Del yodo en amarilla ternura consagrada;
Cuando en el tamarindo,
Mi casa entre las ramas,
La índica piel, la acartonada cáscara
Entregaba su pulpa de melaza quemada,
Su ácida densidad de la dulzura;
Cuando el anón granaba y su estallido
Era un fragante estruendo
En chispas deliciosas repartido;
Cuando la opulenta guanábana, con su capa esmeralda,
Descendía de su trono, ya en perfume
Y en láctea plenitud multiplicada;
Cuando la guayaba con su sabroso escándalo
Inundaba el olfato y el paladar ansiosos
Mientras no abandonaba su aritmética
La apretada semilla;
Cuando el caimito se despojaba de su morada túnica
Para entrar en el gusto
Con su desnuda carne desplegada,
Menos pródiga quizás que la purpúrea pulpa
—boca comestible de gruesos blandos labios—
Que descubre el mamey dentro de su envoltura áspera;
Cuando, en fin, se quebraba la mulata esfera
Del níspero y su delicada textura perfumada
Se deshacía lenta; o cuando soberana
Imponía la piña su olorosa presencia,
Su armada arquitectura defendiendo
El reducto inefable de la más dulce suma.
Cada sabor llegaba de la tierra
Como recién descubierto una mañana,
Cada fragancia con su forma y colores extraídos
De tu pura sustancia; cada tronco abarcado
Por los débiles brazos, un testimonio palpitante
De la savia común que nos entregas,
Razón frutal subiendo por las venas,
Amor de ti
Ardiendo en el verde fuego de las ramas.
De Isla en el tacto,
Ediciones Unión, La Habana, 1965.
LALITA CURBELO BARBERÁN
De mi ciudad
Por la ciudad.
Razón de una ternura aprendida en sus calles
Y en sus parques.
Como una hoja silvestre que conoce del agua
De las despedazadas lluvias
Que hacen las tardes diferentes
Repitiendo su inalterable sueño
Logrando lo que en las horas sin blasfemia
Se propone.
A su empeño transitado de días y noches
Por las casas alegres como canciones
Con el oleaje refrescante de las palabras
Los saludos las despedidas.
Sin otra señal
Que los violetas humos en travesía
Por las nubes
Con el silbido que adelanta el tiempo
Y excita las raíces del presente.
Triste al recordar, en la guitarra amarga
De otros tiempos
Donde el poeta iba muriendo de nieblas.
Alegre al regresar a aquellos días
Cuando la infancia encontraba la ciudad
Demasiado grande
Y se ennoblecía de minutos alegres.
Con su ausencia de mar…
Por la ciudad
Y quisiéramos que nada se perdiera
Que todo lo que fue haciéndose
Desde nuestros padres a nosotros
Permaneciera intacto y puro,
Porque la ciudad es el escudo
Que hace que nuestros nombres no se olviden
Y los encontremos repetidos
En la brisa nueva sobre el rostro que ríe
Y los amaneceres que saltan como
Girasoles sobre las encendidas estrellas.
Por la ciudad
De pronto sentimos
Que de tanto amarla
Vamos creciendo con sus calles, sus parques,
Sus iglesias y sus casas.
Y como una luz que lo cegara todo
Sabemos
Que una hoja de trébol la sujeta a lo eterno.
Poema publicado en el periódico iahora!, agosto de 2010 y en la revista Norte, ciudad México.
QUINTÍN OCHOA ROMERO
De los parques, del viento
Los parques me recuerdan los niños desnudos
Y una vieja canción de enamorados.
Allí podemos comprender la tarde
Cuando fuego y dolor nublan los ojos,
Subir a la impaciencia de la noche
Y volver con estrellas en las manos.
Amanecer
Incluso
Después que el corazón ha oscurecido.
Cuando yo muera
Amigo
Si es posible
Que me confundan siempre con los parques.
De Sobre un giro de espejos,
Holguín, SPC de Holguín, 1988.
ALEJANDRO FONSECA CARRALERO
Ciudad con nosotros
Para Valeria Bringas
Entre perezosos golpes de agua
Se hace la tibia desnudez de esta ciudad,
En un litoral abierto a nuestros músculos,
Que suelen tenderse a contemplar
Cómo espaciosamente cruza algún navío.
Pero incrédulos a cualquier canto de sirenas,
A la imagen de extraviados galeones,
Sabemos yacer a lo largo de la costa
Ejerciendo la costumbre de sabios animales.
Para tener un pedazo azul del mundo entre las manos,
Que tanto nos pertenece.
De Bajo un cielo tan amplio,
Dirección Municipal de Cultura, Holguín, 1986.
RAMÓN ORESTES GONZÁLEZ GARAYALDE
Por la ciudad y la madrugada
Está la niebla cayendo sobre un muro,
Yo paso velozmente,
Huyendo del misterio.
De Costas nombradas por el viento,
Ediciones Holguín, Holguín, 2003.
RONEL GONZÁLEZ SÁNCHEZ
He de volver, ciudad
Yo te amo, ciudad,
aunque solo escuche de ti el lejano rumor.
Gastón Baquero
He de volver, ciudad, aunque termine
Este viaje de mínimos regresos
Que es mi presencia temporal al fondo
Del patio. He de volver con el desorden
De mis palabras levemente ocultas
Por las sombras, por todo cuanto ansío.
Feliz será reconocer, de pronto,
Que no han enmudecido tus estatuas
Ni los parques de diáfano silencio.
He de volver, ciudad bajo la lluvia
Demencial de los años, sobre piedras
Caóticas de transitorio olvido
Como estos versos que mi voz esparce
Con la misma humildad de un hijo pródigo.
De Zona franca,
Ediciones La Luz, AHS, Holguín, 1998.
LUIS YUSEFF REYES
El viento el toque de queda traía
No conozco esta ciudad. Nunca vi al mar golpeando
Contra sus costas.
No me recuerdo junto a la fuente. Ni el desamparo de
Estas calles.
El comercio. Los traficantes trasnochados. Las monedas en el agua.
La iglesia. El temor de Dios estremecido en los altares.
Las puertas cerradas. Los murciélagos. El hambre de los mendigos
Y sus rezos los domingos. No los recuerdo.
No conozco esta luna. Este cielo me desconoce.
No recuerdo sus navíos. Sus hermosos navíos
Perdiéndose en el horizonte.
Ni su palabra de condenar de perdonar de condescender.
Soy un forastero. Y sin saberlo burlé la vigilancia.
El estado de sitio de esta ciudad donde todos me saben extraño.
Solo estaba de paso pensé.
Y el viento el toque de queda traía…
De Vals de los cuerpos cortados,
Ediciones Holguín, Holguín, 2004.
Es una noble propósito este de compilar el verso de tanto holguinero orgulloso de su suelo, de su natal terruño. Me conmueve, me estremece, me anima y me inspiran estás hermosas líneas. Que dicha ver cómo una ciudad puede despertar sentimientos tan profundo y reales. Que hijos más leales parió está ciudad.