Una cantata por la libertad de los nuestros

Mirtha E. Guerra Moré
14/7/2016

La música puede llegar más lejos que una marcha o un discurso. Esta sentencia cobró vida durante la cantata dedicada a la Brigada de Solidaridad con Cuba Juan Rius Rivera. Protagonizado por trovadores cubanos y boricuas, el concierto Puerto Rico en el Centro Pablo confirmó los lazos existentes entre la tierra de José Martí y Ramón Emeterio Betances.

La convergencia en un mismo escenario del lirismo de Eduardo Sosa, la cadencia de Marta Campos, la armonía de Vicente Feliú y la poesía cantada de Pepe Ordaz, convirtió el espacio A guitarra limpia, del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, en refugio no solo para la música, sino también para las causas justas del continente.

Coordinada junto al Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP), la presentación devino pretexto para recordar canciones imprescindibles de la historia trovadoresca cubana, como “Reclamo místico”, de Miguel Matamoros; “Son oscuro”, de Noel Nicola, y “Amor de millones”, de Sara González, quien cumpliría este 14 de julio 65 años.

Con la premisa Por la libertad de los nuestros, la cantata realizada en el patio de las yagrumas acogió también las voces de trovadores de jóvenes generaciones, como el cubano Pedrito Beritán —protagonista de A guitarra limpia en junio pasado— y el puertorriqueño Alí Tapia, quien interpretó la canción “El dolor de las naciones”, la cual denuncia las intervenciones norteamericanas en suelos extranjeros.

Durante un intercambio con el público, la presidenta del Comité de Solidaridad con Cuba y directora de la Brigada Juan Rius Rivera, Milagros Rivera, expresó que hoy el futuro de cada una de las naciones de América Latina depende cada vez más del arte: “la guerra que hoy enfrentamos es completamente cultural. No podemos descuidar a nuestros trovadores, pintores y poetas… Ellos son los embajadores de cada uno de los pueblos de la región”, afirmó la activista.

En medio de las celebraciones por sus 20 años, el Centro Pablo recordó mediante las palabras de su director Víctor Casaus, y María Santucho, su coordinadora —enviadas desde Argentina para esta ocasión especialísima— las alianzas entre la misión boricua y la institución cubana: “desde los primeros momentos nos acompañaron en esta aventura del compromiso, la imaginación y la búsqueda incesante de la justicia y la belleza, las hermanas y hermanos de Puerto Rico”.

“Desde aquí acompañamos durante años las acciones para exigir la liberación de nuestros cinco compatriotas injustamente condenados en Estados Unidos. Y desde aquí, ahora mismo, seguimos luchando por la libertad de nuestro hermano puertorriqueño Oscar López Rivera, y por el reconocimiento, por parte del gobierno de Estados Unidos, de la resolución promovida por Cuba y otros países el 18 de junio de 2012, en el Comité de Descolonización de la ONU”, acotaron Santucho y Casaus.

“Recordamos también ahora que, años atrás, como símbolo de esa unión entre nuestras islas y pueblos, entregamos el Premio Pablo —máxima distinción que otorga el Centro— al Comité y a la Brigada, a la Casa Aboy, de San Juan, y a nuestro querido don Ricardo Alegría”, destacaron. En el mensaje compartido los promotores culturales subrayaron que “Puerto Rico ha estado aquí desde siempre en este patio y en los programas culturales del Centro que lleva el nombre querido del cronista puertorriqueño-cubano, el luchador antimperialista y periodista extraordinario Pablo de la Torriente Brau”.

Algunos datos imprescindibles para comprender esta entrañable historia de ida y vuelta: con 25 años de encuentros con las luchas y anhelos del pueblo cubano, la Brigada de Solidaridad Juan Rius Rivera hizo posible con la donación de un equipo de sonido los primeros conciertos del proyecto A guitarra limpia; las publicaciones que inauguraron Ediciones La Memoria, sello editorial del Centro, se hicieron con el apoyo de la Brigada.

Durante el concierto los más de 100 voluntarios de la Brigada reconocieron la labor de Víctor Casaus frente al Centro Pablo, espacio que ha mantenido durante dos décadas el compromiso con el canto de los oprimidos.