Un siglo de radio cubana: Su dimensión histórico-cultural
Desde el origen de la producción radial-televisiva, la visión elitista de la cultura le despojó su valor simbólico-cultural por provenir de un medio de comunicación masivo y orientarse a los grandes públicos. En Cuba, mucho tiempo después de la adopción del modelo de radiodifusión de servicio público, otra perspectiva reduccionista anuló el valor histórico, cultural y patrimonial de los productos creados en nuestra etapa comercial.
La historia radial-televisiva cubana constituye un reservorio infinito de nuestra cultura popular, cuyos valores históricos, culturales, comunicativos, simbólicos e ideológicos perviven en el imaginario y la memoria colectiva por generaciones, configurando una zona vital del patrimonio nacional. En consecuencia, su devenir se relaciona indisolublemente con el entorno donde evolucionó.
Durante el siglo XX, la hegemonía estadounidense enfrentó la resistencia de un pueblo insumiso al colonialismo español y al imperialismo norteamericano. Tanto incidió en ella esta situación, que el primer presidente de la República de Cuba la inauguró oficialmente durante la apertura de la PWX —propiedad de una transnacional yanqui— y leyó su discurso en inglés.
EE. UU. legó a nuestra radiodifusión su tecnología, modelo de gestión, prácticas mediáticas, simbólicas y comunicativas, géneros —formatos y estrategias—, acciones comunicativas y mercantiles promotoras de los bienes de consumo que colmaban nuestros mercados. No obstante, la consolidación del paradigma de la modernidadamericana se implantó en todos los ámbitos de nuestra sociedad.
Hasta 1959, nuestra población era mayoritariamente iletrada, analfabeta funcional o con escaso nivel de instrucción. La enseñanza recaía en cubanos y estadounidenses privados que orientaban su acceso a los variados niveles económicos mientras la escuela pública gratuita solo compensaba su penuria material, con el decoro y patriotismo de sus humildes maestros. La escasez de empleos y finanzas limitaba tanto el acceso a la escuela privada como a las taquillas de los escenarios culturales tradicionales.
Como el consumo hogareño de la radio no precisaba saber leer, el sistema se catapultó, y socializó en todos los públicos el conocimiento, la cultura, la información, la comunicación y la ideología.
Luis Casas Romero (compositor, intérprete, director de orquesta, promotor cultural y capitán mambí) proyectó sus contenidos hacia el futuro desde la gala inaugural de su emisora 2LC, donde Rita Montaner, La Única, interpretó melodías raigales portadoras de la herencia cultural criolla y de nuestro patriotismo.
Fundada por los radioaficionados, el sistema radial lo propulsaron los comercios minoristas, las importadoras electrónicas, los hoteles y publicaciones impresas que sumaron a sus alianzas comunicativo-mercantiles, sus propias radioemisoras.
El crack bancario de 1929 en EE. UU. quebró las emisoras más pobres y generó la filiación de las más poderosas a la NBC o la CBS norteñas, cuyas acciones controlaban las electrónicas General Electric, RCA Victor[1] y la Dumont.
A la tiranía de Gerardo Machado —derrocada en 1933 por la insurrección popular— siguieron gobernantes estériles que frustraron las anheladas conquistas sociales. En su lugar, se plegaron a los políticos, inversionistas, transnacionales, bienes de consumo y tecnologías estadounidenses que imperaban en nuestro país.
Muy pronto, EE. UU. inundaría nuestro universo simbólico-cultural con sus anuncios impresos sonoros y fílmicos, largometrajes y animados cinematográficos, historietas, cómics,relatos insertados en nuestras publicaciones y las señales radiales en tiempo real de sus emisoras que en corto plazo se expandieron al resto de la nación por nuestras cadenas interprovinciales.
La crisis económica devastó nuestra red de pequeñas salas teatrales. En las restantes, muchas devinieron salas de proyección de los estudios cinematográficos del Norte,[2] que por añadidura suplantó el flujo tradicional de las compañías teatrales europeas con sus compañías de variedades.
Nuestra cinematografía y el libro tuvieron que esperar a los lejanos años sesenta para consolidar su gestión industrial. En consecuencia, la radio, las publicaciones impresas y la publicidad —luego la televisión— se convirtieron en ejes de nuestra industria cultural.
“Como el consumo hogareño de la radio no precisaba saber leer, el sistema se catapultó, y socializó en todos los públicos el conocimiento, la cultura, la información, la comunicación y la ideología”.
A la creación de la práctica cultural masiva de escuchar radio, sucedió la participación de espectadores de teatros y escenarios públicos abiertos en los foros radiales, donde presencian la realización, difusión y grabación de programas habituales en tiempo real, aprenden sus rutinas productivas y contactan directamente con artistas y comunicadores. En lo adelante, los otrora lectores y espectadores devenidos audiencias se convierten en espectadores activos que transitan hacia la fanaticada.
Desde los años treinta, notorios músicos como Ernesto Lecuona, Mario Romeu, Amadeo Roldán, Alejandro García Caturla y Gilberto Valdés ejecutaron melodías del movimiento musical nacionalista en rústicos pianos de los humildes foros -estudios radiales. Cuando eran acompañados por las orquestas Sinfónica o Filarmónica de La Habana, estos se agolpaban en las diminutas cabinas.
Voces privilegiadas como la de Iris Burguet, desde el micrófono, expandieron a toda Cuba arias de la operística europea en idioma original y en tiempo real.
Plumas como Alejo Carpentier, José Ángel Buesa, Félix Pita Rodríguez, Onelio Jorge Cardoso o Dora Alonso forjaron los senderos de la narración, la poesía y la ficción electrónica, y prestigiosos intelectuales, comunicadores, pensadores y hasta un excepcional político como Eduardo Chibás, convirtieron al éter en plataforma de la promoción cultural y del bienestar social.
Durante los años treinta, a la colonización cultural anglosajona se enfrentó una espontánea y sostenida resistencia popular, que unió a intelectuales y artistas decididos a defender el arte y la identidad cultural autóctona desde los más diversos escenarios sociales.
Este movimiento cultural aportó la amplificación de las tradiciones esenciales, la revalorización y propagación de la cultura afrocubana e ibérica en los escenarios artísticos y medios de comunicación, el enfrentamiento ideológico-cultural de lo latinocon lo anglosajón, la unidad de artistas e intelectuales, el redimensionamiento de las artes y las producciones mediáticas afines, la fundación de importantes instituciones y centros investigativos culturales, el incremento de concursos y premios, las publicaciones y las representaciones de la dramaturgia nacional.
El 17 de febrero de 1940, 29 instituciones cubanas demandaron el incremento del presupuesto estatal para fomentar la cultura nacional, apoyar las instituciones oficiales afines, incrementar exposiciones, concursos científicos, literarios y artísticos; publicar toda la dramaturgia nacional, editar revistas culturales, construir edificios adecuados y establecer un sistema de administración oficial.
En el hervidero de las estrategias y acciones desplegadas durante esa década destacan:
1930. La Habana. Congreso Internacional de Mujeres.
1931. Creación de Ensueño, la primera orquesta femenina.
Teatro Martí. La compañía teatral de Agustín Rodríguez inaugura una temporada de zarzuelas y operetas cubanas, extendida por más de un quinquenio.
María Muñoz de Quevedo funda la Sociedad Coral de La Habana, cuyo concierto inaugural tuvo lugar el 15 de noviembre, en el Teatro de la Comedia.
1932. La emisora CMX del Hotel Plaza habanero se asocia a la Orquesta Sinfónica Nacional en la Sociedad Felensterio, donde Amadeo Roldán dirige conciertos al aire libre difundidos en tiempo real y convoca el Gran Concurso de Canciones Cubanas-Hispanoamericanas, mientras la CMBZ (Radio Salas) inaugura la Universidad del Aire.
1933. II Congreso Nacional de Estudiantes y IV Congreso Obrero.
Agosto. Academia de Ciencias. I Congreso Antibélico de Cuba, presidido por Juan Marinello, con el lema: Contra la guerra, la intervención y el fascismo.
La Sociedad Musical Universitaria crea su coral.
La Secretaría de Educación promueve concursos periodísticos y literarios.
Premio literario Justo de Lara —patrocinado por la tienda El Encanto— premia en su primera edición a Jorge Mañach Robato.
Surge la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación.
1934. Se incrementa la cifra de periódicos y revistas impresas.
La Sección de espectáculos de La Habana proyecta crear el Teatro Municipal y la Academia de arte teatral.
Luis Baralt Zacharie funda el grupo teatral La Cueva.
Surge la Sociedad de Música Contemporánea.
Emilio Roig dirige la Oficina del Historiador de La Habana. Desde octubre, el Ayuntamiento publica Los cuadernos de la historia habanera.
Biblioteca Nacional. Intelectuales como Emilio Roig y Nicolás Guillén crean la Sociedad de Amigos del Libro.
Desde el 24 de octubre, se celebra el Día del Periodista.
1936. Las elecciones presidenciales inauguran el voto femenino.
España. Guerra Civil. I Congreso de intelectuales contra el fascismo, donde participan varios intelectuales y artistas cubanos, mientras otros como Pablo de la Torriente Brau combaten con las armas por la República.
1937. Enero. Los conciertos de la Orquesta Sinfónica se difunden en cadenas radiales que unen a varias emisoras del país.
Abril. Academia de Ciencias inaugura la Asociación Bibliográfica Cultural de Cuba, presidida por Dulce María Borrego.
Club Atenas. Se funda la Sociedad de Estudios Afrocubanos.
Mayo. La Habana. I Feria Anual del Libro.
1939. Asamblea Constituyente. Surge la Central de Trabajadores de Cuba.
Nuestra radio, que parecía predestinada a ser la réplica latina minimizada de la radiodifusión norteña, se agiganta en su desarrollo cuantitativo y cualitativo. El sistema se catapulta cuando las plantas capitalinas más pujantes crean cadenas nacionales que simultanean dos bandas de frecuencias y esparcen sus señales por toda Cuba y fuera de fronteras.
A estas estrategias sumaron: el incremento de la potencia de los transmisores, la transmisión de señales radiales usando líneas telefónicas, la orientación de los contenidos a todos los segmentos poblacionales, la diversificación y especialización de los géneros y formatos, el sistema de estrellas,y la aplicación de modernas estrategias de comunicación, investigación y persuasión aplicadas al mercado mediático. La Habana —con 30 estaciones radiales— tuvo más plantas por habitantes que New York —donde 8 millones de habitantes compartían 14 plantas—.[3]
El rol reproductor de la radio cubana sembró las artes, la información, la comunicación, la historia, la política, la ideología —y hasta el deporte— en nuestras zonas más recónditas y rebasando el nivel de instrucción, la posición social y los estratos económicos de sus públicos; generó la fidelidad de las audiencias a la programación habitual, donde se alternaban los contenidos diversos y los mensajes comerciales.
“Nuestra radio, que parecía predestinada a ser la réplica latina minimizada de la radiodifusión norteña, se agiganta en su desarrollo cuantitativo y cualitativo”.
Al importante rol reproductor de las disciplinas artísticas, comunicativas informativas y educativas, nuestra radio suma la gestación de nuevos modelos de programas.
Como ha sucedido tantas veces en esta bendita tierra, en el proceso infinito de prueba-error fundió las prácticas heredadas de Norteamérica con los imperativos de la cultura mediática y las necesidades de anunciantes y públicos. Así protagonizamos ese complejo proceso que Don Fernando Ortiz denominó transculturación.
Nuestra capacidad de transformar los modelos e influencias foráneas rehuyó la réplica mimética de los patrones y códigos precedentes y utiliza sus atributos formales esenciales como molde donde vierte los gustos y exigencias espirituales-simbólicas afines a la idiosincrasia cultural híbrida y mestiza cubana, tan distante de la anglosajona.
La reconversión cubana de las tipologías de géneros y formatos estadounidenses gesta un modelo latinoafín a nuestras raíces histórico- culturales. Su comunidad con el resto de los países iberoamericanos gestó una identificación y aceptación inmediatas.
La famosa periodista y guionista de ficción mediática Iris Dávila Munné identifica el proceso de formación de nuestra radio-telenovela como “un acto de resistencia que impidió la total asimilación cultural de la radio cubana, por parte de la industria anglosajona”.[4]
La reconversión cubana de las tipologías de géneros y formatos estadounidenses gesta un modelo latinoafín a nuestras raíces histórico-culturales. Imagen: Adán/Tomada de Juventud Rebelde
En un sucesivo proceso de continuidad y ruptura descomunal, los formatos informativos, artísticos o educativos más exitosos, transitan a la televisión. Muchos de ellos, con nuevos revestimientos y fórmulas, perviven en el siglo XXI. Entre tantos ejemplos recordemos:
Años treinta: La primera revista cultural La Hora Múltiple, la Universidad del Aire y La Corte Suprema del Arte.
Años cuarenta: La Novela del Aire de RHC, Cadena Azul y CMQ Radio esparció el género por todo el continente al igual que la revista variada Rincón Criollo de CMQ Radio, que instaura el paradigma de la cultura campesina.
El engarce de estos eslabones históricos de nuestra radio configura el patrimonio de la nación.
Notas