Un “semanario nacionalista ilustrado”: Cuba Nueva
5/7/2016
El santiaguero Marco Antonio Dolz (1884-1940) apenas cuenta en nuestras historias literarias. Escasamente se le recuerda como cronista con libros como Pasando la vida (1915), Vibraciones (1916) y El momento fugaz (1918). En su momento, estos trabajos fueron calificados de «volanderos» y, en verdad, ninguna de sus obras trascendió. Fue también discreto crítico de arte y publicó breves ensayos sobre José Martí.
En su Santiago de Cuba natal Dolz abandonó los estudios de nivel medio para dedicarse a las letras, vocación que, al parecer, fue para él irrenunciable. Se inició como periodista en El Estímulo (1902-1904) —revista de la cual fue director y administrador, y donde José Manuel Poveda dio a conocer sus primeras composiciones poéticas—, y en La Lustración Cubana, periódico “literario y artístico”.
En 1915 fundó en esa ciudad Cuba Nueva, que contó como secretario de redacción y como redactores a algunos nombres que, posteriormente, tendrían discreta presencia en el panorama cultural de la Isla, pero que contribuyeron a dignificar la vida cultural santiaguera. Para el desempeño de dicha secretaría convocó al poeta Luis Vázquez de Cuberos (1889-1924), quien formó parte del grupo santiaguero que integraban el ya citado Poveda y el dominicano Sócrates Nolasco, entre otros, y antes, en 1910, había estado entre los fundadores de la revista Renacimiento, además de colaborar en otras surgidas en la propia provincia, como El Pensil y Oriente Literario, de significación en el renacer poético que hubo en el oriente de la Isla. Vázquez de Cuberos fue uno de los firmantes, junto con Boti, Poveda y otros, del manifiesto modernista conocido como “Llamamiento a la juventud”, redactado por el segundo, y publicado en El Cubano Libre, de Santiago de Cuba, en 1913, documento que acusa cierto carácter programático en torno a la necesidad de ir en pos de nuevos rumbos en la poesía.
Lino Horruitiner en su trabajo “Memorias literarias”, publicado en Acción ciudadana, evocó a Vázquez de Cubero, fallecido muy joven, de esta manera:
Lo recuerdo con el porte de un príncipe es desventura, o con el de un aristócrata venido a menos. En sus pupilas, de una claridad de cielo indiferente, de una paradójica energía, en la que temblaban juntos un acerado desdén y una ternura de blandos sueños azules, había algo de leyenda nibelunga, de agonía fáustica. ¡Yo lo encontraba magnífico y pueril!
Algunos de los redactores de Cuba Nueva también dejaron cierta impronta en las letras: Ruy de Lugo Viña (1888-1937), dramaturgo, poeta y cronista, cuya vida transcurrió casi toda en el extranjero, llegando a ser delegado de Cuba en la Liga de las Naciones, organismo considerado antecedente de la actual Organización de las Naciones Unidas (ONU). También Jesús López Silverio (1889-19559) estuvo entre los que desempeñaron esta función. Fue poeta influido por el movimiento renovador iniciado en Oriente y legó solo un libro: De los ritmos libres. Prosas atrabiliarias (1926), prologado por el poeta mexicano Luis G. Urbina (1864-1934), quien sería otro de los que fungió como redactor de la revista. Periodista de larga data, fue también crítico teatral. Su presencia en Cuba en esos años se debía a su vinculación con el depuesto régimen de Porfirio Díaz, razón que lo obligó a emigrar a la Isla, donde permaneció hasta 1916.
Era común en la época que las revistas literarias presentaran un amplio cuerpo de colaboradores, por lo general conformado por figuras que habían ganado prestigio, pero no todos estuvieron presentes en sus páginas. Cuba Nueva no fue ajena a esta operación publicitaria, o de marketing, como diríamos hoy, de modo que el listado acogía a nombres como los de Agustín Acosta, Bonifacio Byrne, Emilio Bacardí, Luis Rodríguez Embil, Néstor y José Manuel Carbonell, Medardo Vitier e Higinio Medrano, entre otros.
Para la época, la vida de la revista fue larga, pues todavía hacia julio de 1919 veía la luz, por entonces con otro director, Víctor Manuel Cardenal, y un nuevo consejo de redacción integrado, como el anterior, por nombres conocidos: el puertorriqueño Sergio Cuevas Zequeira (1863-1926), periodista y profesor de la Universidad de La Habana, vinculado a empeños teatrales como miembro de la Sociedad Teatro Cubano y participante activo de las contiendas electoralistas que se produjeron tras la instauración de la república; Juan J. Remos, quien posteriormente dejaría su huella en una Historia de la literatura cubana (1945) todavía útil como material de consulta; Juan Antiga (1871-1939), médico con vocación periodística, y Arturo Montori (1878-1932), pedagogo, ensayista y autor de una novela publicada en 1923: El tormento de vivir (Tristes amores de una niña ingenua).
Cuba Nueva publicó críticas de libros, poemas y noticias relacionadas con la vida teatral en Santiago de Cuba. Entre los colaboradores de mayor presencia estuvo el poeta matancero Bonifacio Byrne, del cual se constatan no menos de diez contribuciones a lo largo de los años. Una de ellas es el soneto “En la oficina”, donde advertimos el tono burlón de sus palabras como rechazo a este tipo de labor, que, sin embargo, debió desempeñar por imperativos de la vida:
¡Oh, la ramplona vida oficinesca!
La minuta, el decreto, el expediente,
la gramática hostil del escribiente,
del conserje la facha pintoresca;
El jefe, con su cara soldadesca,
y su inmóvil pupila de serpiente;
el clásico De usted atentamente
y la prosa confusa y curialesca;
los lápices, las plumas, las presillas,
los timbres, los tinteros, las falsillas,
en la pared retratos de patriotas,
la huella del cansancio en los semblantes,
y las oficinistas elegantes
que se alejan cual rápidas gaviotas…
Cuba Nueva es una publicación que se inscribe entre aquellas surgidas en provincias que, de cierto modo, edificaron una noción total de la evolución de nuestras publicaciones periódicas. Sin dudas prestigia la ciudad que la vio surgir, aunque hoy no se cuente entre las primeras de su tipo.