El viaje de José Martí a México en 1875, entre otros motivos fundamentado por la necesidad de unirse a su familia, envuelta en serias penurias económicas, constituye la primera decisión voluntaria del joven que ya ha experimentado en carne propia la violencia de un destino.[1]

“Con una clarísima conciencia de la robusta y peculiar personalidad de América, y de lo indispensable que era lograr la voz exacta, la expresión propia, inconfundible de esa personalidad, llega Martí a México” [2]. Había terminado sus estudios universitarios y como dice en una de sus cartas ejercería su carrera fuera de España. Manuel Mercado, por entonces amigo y vecino de su padre, y secretario del Gobierno del Distrito Federal, le ayudaría a realizar su propósito: enseñar o escribir para los periódicos. Le “consiguió algunas tareas humildes en El Federalista. Y cuando más tarde le habló al coronel José Vicente Villada, amigo de Lerdo y director de La Revista Universal, cuajó la recomendación que ya había hecho a Martí su compatriota Antenor Lescano, colaborador distinguido de La Revista[3]. A principios de 1875 comienza a escribir para dicha publicación donde verían la luz la mayoría de los poemas escritos durante su estancia mexicana. Martí inicia su vida profesional en el “México liberado y reformista donde germinan en toda su plenitud las ideas liberales, el romanticismo literario está en su cúspide” [4], y alrededor de la Revista Universal, en la que se nuclean los intelectuales [5] —en especial los escritores— más renombrados del país. “Es curioso observar cómo la expresión americana cuya necesidad Martí siente y señala con reiterada vehemencia, no pasa en esta etapa forjadora de su vida más allá de la propaganda, sin que sea capaz de concretarla en su obra poética” [6]. Si pensamos un poco, esta curiosidad es lógica, su condición de poeta en formación lo lleva a debatirse entre claras influencias de poetas españoles y mexicanos a los que ha leído y lee minuciosamente por este tiempo. Por otro lado, la poesía en México, como en toda América Latina, sufría una decadencia “que se originaba tanto en el alejamiento de la vida como en el abandono a formas de expresión gastadas en repeticiones interminables” [7]. En nuestra investigación nos hemos ceñido al acápite “Poemas de Martí escritos en México y Guatemala”, de la edición crítica de la Poesía completa de José Martí, preparada por Cintio Vitier, Fina García Marruz y Emilio de Armas, publicada en 1985. Se han sometido a observación y análisis 26 de los 27 textos [8] que allí se agrupan, en su mayor parte fruto de su vida literaria mexicana. Sólo los dos últimos poemas recogidos en este acápite fueron escritos en Guatemala. Por eso es la vida literaria mexicana de la época la que más influjo ejerce en la concepción de estos poemas, y por esa misma razón nuestras generalizaciones estarán más encaminadas a desentrañar las regularidades que se manifiestan en su producción poética conformada en tierra azteca.

“El viaje de José Martí a México en 1875 (…) constituye la primera decisión voluntaria del joven que ya ha experimentado (…) la violencia de un destino”.

Alguno [9] de los estudiosos de Martí ha afirmado que si se recogieran en un mismo libro los poemas escritos en México debían publicarse bajo el título de Sin Amores, pues fue ese sentimiento, el Amor, el amor con mayúsculas, el que va a primar en la mayoría de estos poemas. El amor, como un sentimiento intelectualizado que frisa a cada momento el absoluto. Aunque en esta poesía escrita en México se mantienen, como en la escrita en España, las composiciones extensas con complejidad de imágenes y el tema del amor

Por supuesto, la majestuosidad de los temas en las composiciones de la etapa también abarca algunos de los textos de carácter amoroso que integran la muestra, como por ejemplo “Ni la enamoro yo para esta vida” y “Carmen”. Resulta paradójico el virtuosismo expresivo del primer poema mencionado. El mismo está escrito “en el álbum de Rosario de la Peña…en cuya casa se reunían las más prestigiosas figuras de la intelectualidad mexicana de la época” [10], y por la que Martí sintió una pasión especialísima. Son realmente versos de circunstancia, sin embargo, adquieren independencia inusitada del libro de la señorita. Quizá delate su origen el giro con reminiscencia del habla coloquial que prima en la estrofa inicial:

Ni la enamoro yo para esta vida:—
Es que a unas horas por la senda andamos,
Y entre besos y lágrimas, hablamos
Del instante común de la partida!

“(…) la majestuosidad de los temas en las composiciones de la etapa también abarca algunos de los textos de carácter amoroso que integran la muestra, como por ejemplo ‘Ni la enamoro yo para esta vida’ y ‘Carmen’”.

El texto en cuestión nunca fue publicado por el propio Martí y está fechado en el álbum mencionado el día 27 de marzo de 1875. Son 18 estrofas separadas entre sí por asteriscos, homogéneas al todo y también independientes. La estrofa fragmentada con don de intensidad, y como ángulo inusual del todo —ya desde aquí aprenderá a atacar un mismo asunto por diferentes flancos— [11] emparienta al poema con los dos textos que él tituló “Síntesis”, uno de 1873 y otro de 1875 [12].  En el mismo se atribuyen alcances trascendentes al amor y a su esencial naturaleza de doble derivación dada por, primero, provenir del sentimiento y la acción entremezclados; segundo, el devenir de su condición, alimentada por cuestionamientos éticos, a tal punto que pudiera equipararse la ética con el amor, o el amor con la ética. Asistimos a la alabanza de la potenciación del sentimiento y de la acción como huellas trascendentes del hombre [13].

La intensidad de lo amoroso en su contención, amplía este sentido, desdoblado en resonancias éticas y filosóficas. Conectadas íntimamente, que incluye la equiparación de la potenciación del sentimiento y de la acción con la poesía. Las resonancias éticas se adivinan en las relaciones que se establecen entre las polaridades/bien/mal y espíritu/materia. Son sus momentos más elevados:

Esperar es vivir; tener es muerte

Donde el anhelo de absolutos cobra urdimbre sentenciosa y se demuestra la profunda interrelación que entre la muerte y la vida se establece en la obra poética de Martí. El poeta vive en la desazón de ambos deseos. En esta frase la espiritualidad encuentra cauce en lo definitivo.

Y, acaso, ¿quién sostiene/
Que aquello que se sueña, no se tiene?

Magníficos dísticos que realzan el poder de la espiritualidad, que, aunque adquieren independencia de epigrama van sostenidos por el anhelo de absolutos o más precisamente por la “vacuidad de ideal” que “deriva del Romanticismo”, pero Martí también dinamiza el concepto “y lo convierte en una fuerza de atracción, que al mismo tiempo que despierta una tensión desmesurada hacia arriba, empuja también hacia abajo al hombre que está en tensión” [14]. Magníficos dísticos que rematan más adelante en aquella explosión lírica y éxtasis exclamativo.

Y luego en otra estrofa:
¡Qué placer es pensar!

Goce supremo de la espiritualidad. Los versos citados se hallan a la cabeza de las estrofas 10, 11 y 12, respectivamente, conformados por una interrogación anterior a un razonamiento, que a su vez desemboca en el reconocimiento exaltado de la subjetividad humana, a un tiempo viaje y textus del ser.

“¡Qué placer es pensar!”.

Tríptico de ideas que halla su condensación en el siguiente aserto de Novalis: “Nuestra vida es sueño, quiere decir: nuestra vida es pensamiento” [15] En el texto el amor es abordado en singular rejuego que va de lo ético-filosófico (estrofas 4, 5, 6, 9, 10) a lo lírico galante (estrofas 2, 7, y 8), y que llega a mezclarse en el resto de las estrofas, lo que se logra específicamente en la 12. Es imposible sustraerse a señalar aquel verso que exhibe la tesis del poema:

El punto más amado /Entre los puntos que el amor encierra/
Es lo Imposible.

Síntesis de cada giro y exclamación, y de la idea de la pureza enemiga de la vida, “una de las raíces más poderosas del romanticismo” [16]. Recorren a varias estrofas del poema la angustia o agonía del poeta por el acierto, la preocupación individual y dolorosa de dar en el error:

¿Quién sabe si a tu lado
Sintiera yo el dolor de un beso dado,—
¡Oh, déjame, mujer!— Yo sé cual riza
Los labios del amante la amargura
Cuando un beso en sus labios se desliza,
Rayo menos de estrella menos pura!
¡Yo sé como lloraba
Un hombre porque un ángel lo besaba!—
¡ Yo sé el avergonzar, yo sé el momento
En que en las ondas férvidas de un alma,
El cieno del placer manchó una palma,
Y un beso se trocó en remordimiento!—

Pueden estudiarse también en este poema el ascenso de los eslabones de ambigüedad, lo que ocurre específicamente en la segunda estrofa; los versos se desplazan teniendo como sello esencial la sustancia proteica de los verbos, la tensa ponderación del sustantivo, a tal punto que este ha de sustituir funciones adjetivas. Sirva de ejemplo la siguiente línea:

/Quien primero ha de ser el vivo muerto;/

Cualidad atribuible tanto al que quede vivo como al que muera primero, debido a las cualidades paradójicas que el poeta ha otorgado a los conceptos que maneja. Hay una especie de ruptura del sistema. Se espera a que se haga referencia al que primero ha de partir y se consigue una “participación imprecisa”.

“En una mínima frase el poeta logra un oxímoron, es decir una disonancia léxica que es la base de la expresión de su ‘controvertido’ estado anímico y de su enunciación ideal del mundo”.

Lo único que abiertamente cualifica en esta estrofa es un posesivo. Dichos eslabones de ambigüedad contienen desde la eficacia –o exactitud– expresiva el tema de la interrelación vida-muerte, casi una constante en estos textos escritos en México.

En una mínima frase el poeta logra un oxímoron, es decir una disonancia léxica que es la base de la expresión de su “controvertido” estado anímico y de su enunciación ideal del mundo. La utilización de dicho recurso prueba que la “escritura del escritor depende esencialmente de un criterio de indeterminabilidad” [17].

Más allá del asunto de la separación de los amantes por la muerte, esta estrofa es la medida de un latido etéreo en sustancias afines. Lo que aparece reforzado por las estrofas que le anteceden y suceden respectivamente. En la primera estrofa la precisión impele a la coincidencia, es decir, lo contrario a lo que hay en la estrofa que analizamos. En la que le sigue la precisión alcanza el límite del aforismo. Este anhelo de absolutos, esta ansia de infinito no impide que al poeta lo abata el instinto paradójico, la obsesión por lo más alto del cielo lo conduce a lo más profundo de la tierra para recordar así el versonervaliano [18]:

Adiós.— Aquí me llaman
A la tierra la vida y la faena

Hay un “saber” y un hacer que pese a sus diferencias de forma se introducen uno en el otro y marchan en un bregar que es éxtasis. Ese clamor imperioso hacia lo cotidiano de la existencia prueba que el poema, como muchos otros del escritor —tanto de la etapa como posteriores— están organizados “sobre un eje vertical de los que Martí compartió con los románticos y aún los modernistas, trasparentando las distribuciones espaciales que la religión introdujo en la cultura: Arriba… Abajo” [19].

Entonces se corrige ese vuelo negador de vida con la voluntad de vivir… Así configura la primera superación de la antítesis en la poesía de Martí, la primera transformación, y el reorientarse de muerte a vida: del intento de evadirse para asumir una labor. Es el tránsito de una fase romántica a otra que tiene voluntad de incidir en lo real; del rechazo, el caos y la muerte va a la forma y a la vida [20].

Especial mención requiere el manejo de los arranques heredianos hacia el final del poema:

Exalta, llora, irrita

Donde es apreciable la condición paradójica de los verbos, la desnudez de su acción, en tanto elementos únicos, y la fuerza de su acción en tanto subsiguientes, en cuyo orden descubrimos una gradación que apunta hacia la plena emanación del ser.

Otro ejemplo sería:

De la vergüenza entre los brazos llora,
Y en pensamientos de olvidar se agita,
Y en pensamientos de morir devora!—

Se nos presentan ahora verbos enriquecidos por complementos, mediados en el plano expresivo por el hipérbaton, que constituyen el goce apellidado y concluyente de la gradación. El yo lírico no se agita tratando de olvidar, se agita en pensamientos de olvidar, que no es lo mismo. El pensamiento da la idea de algo firme, permanente, de algo obsesivo que entra en contradicción con el carácter pasajero del olvido. La imagen es paradójica. El poeta ha hallado una nueva manera de utilizar el mismo recurso, es decir, los arranques heredianos. Su voluntad de búsquedas formales es evidente. Ya del fin del poema derivamos: el poeta pretende sostener –casi tensar– el alma en vilo.


Notas:

[1] Pero muy poco, y nada en especial se ha escrito sobre la sencilla poesía de Martí en México… No obstante, debe estudiarse en especial, situándola con precisión en los años en que fue escrita, para conocer una parte del proceso evolutivo de su obra poética y por pertenecer  una etapa muy particular de motivaciones definidas en la vida del poeta. Ya que México es para Martí, escribe Juan Marinello, “la puerta de su descarga romántica. En ella confluyen una juventud con mucho  angustia adolescente, las modas y modos en vigor, y también  el ambiente que las circunda”. Alfonso Herrera Franyutti. “La sencilla poesía de Martí en México”. En En torno a José Martí, París, Editions Biere, 1974, p. 345.

[2] Ángel Augier. “Martí, Poeta y su influencia innovadora en la poesía de América”, en Vida y pensamiento de Martí, La Habana, Oficina del  de la Ciudad, 1942, p. 274.

[3] Jorge Mañach. Martí, el apóstol, La Habana, Editorial Ciencias Sociales, 1990, p. 63.

[4] Alfonso Herrera Franyutti, Martí en México, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1990, p. 33.

[5] La Revista le confió a Martí más delicadas tareas informativas. Por las tardes hacían tertulia en la redacción los mejores ingenios de México. G. Prieto, veterano de las letras y las luchas políticas, tenía la presidencia natural de las reuniones, con su espíritu pirrónico y su facha de viejo memorialista. A veces le disputaban esa autoridad los dos Ignacios ilustres: Ramírez… de vasto saber y humor afilado, y Altamirano, que llevaba alma griega en cara indígena… Pero sólo cuando los viejos se iban trababa charla abundante con Manuel Flores, poeta de erótica inagotable; con Justo Sierra, un Píndaro en cierne; con Juan de Dios Peza…
Mañach, Jorge. Martí, el apóstol, La Habana, Editorial Ciencias  Sociales, 1990., p. 64.

[6] Ángel Augier, “Martí y su influencia innovadora en la poesía de América”. En: Vida y pensamiento de Martí, II, 321, Municipio de la Habana (265-333), 1942, p. 275.

[7] Emilio Carrilla. El romanticismo en la América Hispánica, Madrid, Editorial Gredos, 1967, p. 77.

[8] No se analiza en este trabajo el poema “Síntesis”, publicado el 25 de abril de 1875 en la R. U. por haber sido estudiado en la investigación Poemas de Martí escritos en España: el cielo se abre, el mundo se dilata. En la muestra española hay un poema, por cierto, muy importante en la evolución estilística de Martí, con este mismo título y con intenciones análogas al texto mexicano.

[9] “Parece que Martí en esta época de 1875 a 1876 en México, tuvo la intención de juntar su producción poética bajo un sólo título, porque reiteradamente titula ‘Sin Amores’ varias composiciones de esos días. Y se podría sugerir que una futura recopilación de esa obra se llamara ‘Sin Amores’ porque reitera el título varias veces”. Ernesto Mejía Sánchez, Discusión a la ponencia de Franyutti La sencilla poesía de Martí en México. En En torno a José Martí, México, Editions Biere, 1974, p. 364.

[10] José Martí, Poesía Completa, 2 tomos, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1985, T. 2, p. 120.

[11] Recordar lo que Cintio Vitier dice sobre esto en su trabajo “Los Versos sencillos de Martí”, en Temas Martianos, primera serie, La Habana, Biblioteca Nacional José Martí, 1969, p. 163.

[12] Mercedes Serna ha señalado la influencia campoamorina en “Ni la enamoro yo para esta vida”, que abarca a muchos más textos de la etapa mexicana, apreciable en la presencia de grupos de pensamientos rimados, el tono discursivo y el diálogo intraestrófico.

[13] Este tema, pero más profundamente circunscrito al amor entre la pareja es el que aparecerá en la trilogía “Sin Amores” y en otras creaciones líricas de menor aliento dentro de la etapa. La sublimación de las potencialidades espirituales del alma humana, característica general de las creaciones del período se emparienta con su idea de este tiempo sobre la incapacidad de la palabra para expresar lo inefable. Ver Fina García, Marruz, Temas Martianos, tercera serie, La Habana, Ediciones Artex y Centro de Estudios Martianos, 1995, p. 57. Dicha sublimación es apreciable también en las ideas que vierte en algunas cartas del período, por ejemplo la siguiente cita tomada de una misiva dirigida a Rosario de la Peña: “Yo amo con una especie de superstición todos los últimos instantes y me irrito conmigo mismo cuando en cada adiós mío digo menos de lo que quisiera decir con él mi alma.” José Martí, Epistolario, 5 Tomos, La Habana, Editorial Ciencias Sociales, 1993, T. I, p. 38.

[14] Hugo Friedrich, La estructura de la lírica moderna, Barcelona, Editorial Seix Barral, 1974, p. 65. El ideal vacuo será asumido con incorporaciones propias primeramente por uno de los artistas que estableció un código de legitimación entre su obra y el romanticismo: Charles Baudelaire.

[15] Novalis, Granos de polen, México, Consejo Nacional de Fomento Educativo, 1987, p. 60.

[16] Cintio Vitier, Poetas cubanos del siglo XIX, La Habana, ediciones Unión, 1969, p. 52.

[17] Roland Barthes, El grano de la voz, México, Siglo XXI editores, 1985, p. 113.

[18] “Estaba en una torre tan profunda del lado de la tierra, y tan alta del lado del cielo que toda mi existencia se resumía en subir y bajar”. Gerald Nerval, Aurelia (El sueño y la vida). México, Editorial Novaro, 1958, p. 140.

[19] Ángel Rama, “Indagación de la ideología en la poesía/Los dípticos seriados de Versos Sencillos”. En Revista Iberoamericana (Pittsburg) (112-113): / 353 / – 400; jul.-dic., 1980, p. 367.

[20] Ada Teja, La poesía de Martí entre Naturaleza e Historia, Estudios sobre la antítesis y la síntesis, Cosenza, 1990, Marra Editore, p. 76.

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