Un llamado a la reflexión desde la risa
Galardonado recientemente por la Asociación Hermanos Saíz con el Premio Maestro de Juventudes, Ernesto Parra es uno de los mejores exponentes del clown en su más auténtica expresión artística. Fundador y director de la compañía Teatro Tuyo, hizo su debut en las artes escénicas en 1999. Desde entonces hasta la fecha ha desarrollado, con la humildad de quienes se sienten deudores y comprometidos con su público, una exitosa carrera en las tablas.
¿Qué te atrajo del teatro para consagrar tu vida a las artes escénicas?
Como le dije en 2005 a mi amigo y coterráneo el periodista José Luis Estrada Betancourt, en una entrevista para el diario Juventud Rebelde, el teatro más bien me buscó a mí, yo no me decidí por el teatro, ni siquiera provengo de una familia de artistas, como tampoco históricamente en mi provincia natal, Las Tunas, había, al menos en aquella época, arraigo de las artes escénicas.
Sencillamente soy el resultado de un niño que creció mirando la televisión, lo cual me acercaba de alguna manera a jugar a la aventura de turno que se exhibía, o a participar en algún que otro matutino que se efectuaba en la escuela.
“Hago del teatro mi vida (…) desde la práctica del teatro puedo servir, puedo hacer un bien a los demás”.
Por esa razón al principio no elegí el teatro como la práctica de una manifestación artística o como una profesión, sino siempre como un elemento de juego. Un tiempo después, sin embargo, ya decidido a desarrollar una vocación, es el teatro el que me descubre, el que me encuentra.
Desde los mismos inicios mi integración al teatro fue de manera colectiva con la creación de la compañía Teatro Tuyo, en 1999. Solo algunos años más tarde, en 2009, incursioné en los unipersonales. De esa época son, por ejemplo, el montaje y estreno de La estación y Bunque. Pero casi en su totalidad en mi carrera ha prevalecido el trabajo grupal, en colectivo.
La compañía Teatro Tuyo, a lo largo de sus 25 años se ha caracterizado por el compromiso con la excelencia artística en función de revitalizar y expandir el arte del clown como una manifestación teatral de profundo valor estético y social, ¿cómo surge la idea de su creación?
Surge justamente por la necesidad de encontrar esa relación fundamental entre el espectador y el público y es lo que da nombre a la compañía: tú como espectador y yo como actor nos encontramos en ese momento mágico que es una puesta en escena. Siempre ir a la búsqueda de ese público, no como ente pasivo que recibe lo que estamos haciendo sobre el escenario, o porque recepciona una información, sino también y sobre todo porque contribuye a la solución de ese conflicto y participa en la ejecución de muchas escenas.
Precisamente el arte del clown está fundamentado en esa interacción. El clown no hace una representación para el público, sino con el público. Es esa una diferencia de nuestra especialidad en comparación con otras de la propia manifestación de teatro. En nuestro caso todo lo que acontece va de la mano del espectador.
Más allá del magistral desempeño como director teatral y actor, la trayectoria artística de Ernesto Parra es relevante del mismo modo por la labor pedagógica desarrollada. En ese sentido destacan, por ejemplo, la inserción del perfil del clown en la enseñanza del teatro y la creación del taller Narices rojas, ¿cómo has logrado asumir ambas labores y hacerlo además de manera convincente
Todo cuanto realizo diariamente lo hago con la conciencia de que no estoy trabajando. En realidad me cuesta mucho usar el término trabajo, comoquiera que estamos convencidos de que dignifica la condición humana y es lo que te permite de alguna manera integrarte a la sociedad.
En mi opinión el trabajo lleva implícito esfuerzo, sacrificio y en mi desempeño no es así, porque todo lo que hago no es resultado de ningún esfuerzo o sacrificio, es únicamente un gran, un inmenso placer. También lo hago desde la responsabilidad de saber que un artista no debe conformarse nunca con la entrega de una partitura, sino también con ese sentido de compartir.
Para mí no es en modo alguno trabajo, y sí, en cambio satisfacción, placer y hasta privilegio, el hecho de atender un taller integrado por niños de cinco a doce años y al cual hemos nombrado Narices rojas. Pero ha sucedido que a estos encuentros ya no asisten solamente niños y niñas, sino igualmente sus padres.
Hoy son ellos quienes maquillan y diseñan el vestuario de sus hijos y, por supuesto, más adelante tendrán que actuar para acompañarlos. Al margen de su preparación académica, la pretensión mayor con estos niños y sus familias es la formación de un público seguidor del arte del clown, que lo conozcan y lleguen, incluso, a practicarlo en alguna etapa de sus vidas en el futuro.
Mientras que el perfil del clown —instituido en la manifestación de teatro desde hace varios años—, ya cuenta con el ingreso de jóvenes entre 18 y 21 años de edad de todas las provincias del país.
El programa previsto para la enseñanza de este perfil en la Escuela Nacional de Teatro incluye 32 asignaturas. O sea, se trata de un programa docente muy amplio, intenso, adecuado a los tres años del aprendizaje. Una vez graduados, formados profesionalmente, deben regresar a sus respectivas provincias y constituir allí núcleos artísticos desde el arte del clown.
Los ejemplos citados anteriormente me permiten reiterar que lo que hago no es un trabajo, no lo llevo a cabo como una tarea a cumplir, lo asumo simplemente con esa responsabilidad, con ese placer de saber que el arte del clown no nos pertenece, no es exclusivamente nuestro aunque seamos una compañía con más de dos décadas de creada y con reconocidos resultados.
En la medida en que surjan de forma natural otros colectivos, otros núcleos artísticos en torno al clown, se enriquecerá esta especialidad que en realidad es muy poco conocida en nuestro país. Y si alguna información se tiene de ella es relacionada con el payaso de circo o la de un personaje que anima una fiesta de cumpleaños o una actividad cultural en una comunidad. Pero el arte del clown es algo muy distinto. A pesar de que proviene del payaso, el clown es esa persona que conecta con la escena, con el discurso de contar una historia, con un trabajo actoral, con un amplio trabajo de investigación, de profundización en los temas.
La imagen del clown no es en absoluto esa imagen epidérmica del vestuario y los colores. Tras ese vestuario y maquillaje del clown, que reitero no son lo más importante, subyace realmente, en primer lugar, un actor. Un actor que a través del personaje que representa toca el alma de sus receptores y que, desde un discurso escénico, desde una historia teatral, trasmite valores arribando a un discurso polémico que lo llevará a transformar esa realidad, ese entorno en el que habita y del cual forma parte.
Para dicha nuestra, el perfil del clown en la Escuela Nacional de Teatro cuenta en estos momentos con seis estudiantes que se graduarán en el venidero mes de febrero. Será esta nuestra segunda graduación.
La primera tuvo lugar en la provincia de Las Tunas. Próximamente, en abril, saldremos a captar veinte estudiantes residentes en provincias occidentales como Pinar del Río, Mayabeque, Artemisa, Matanzas y el municipio especial Isla de la Juventud. De no cumplimentarse las plazas disponibles, haremos entonces extensiva la convocatoria a jóvenes de la capital.
El Premio Maestro de Juventudes conferido hace solo unos días, entre otros muchos merecidamente ganados, ¿qué representan para Ernesto Parra?
Cada vez que recibo un premio recuerdo la reflexión que en cierta ocasión me hiciera mi hijo mayor, quien cuando era pequeñito me acompañaba a las ceremonias de premiaciones. Él me decía siempre: papá y ahora qué hacemos con esto. Y ha sido siempre esa mi pregunta eterna. ¿Para qué sirve un premio, cuál es el sentido de que te entreguen un premio, qué utilidad puede tener?
Si te dejas llevar por esa conclusión acumulas inmediatamente un ego que te distancia de tus objetivos que al menos en mi caso son los de servir, ser de utilidad. Asimismo, puede hacerte creer que has llegado a….
Por ese motivo cada premio otorgado lo recibo con el sentido de pensar que me fue entregado por un grupo de personas que han valorado el resultado del trabajo que he realizado. Pero en todo momento lo tomo con el compromiso de que ese premio signa solamente un paso de los muchos que nos faltan por dar. Eso me convierte en un eterno deudor de quienes me lo otorgaron y que faltan todavía otras grandes tareas por hacer, por conquistar
Asumí el último, Maestro de Juventudes, con el orgullo y compromiso de haberlo recibido junto a verdaderos Maestros, como el reconocido intelectual Abel Prieto, Manuel Herrera, José María Vitier, por solo citar algunos. Es decir, personalidades realmente valiosas devenidas paradigmas de la cultura cubana. Durante la ceremonia experimenté la sensación de que era simplemente un alumno de ellos y por tanto estaba comprometido a trabajar intensamente para estar algún día a la altura de estos consagrados Maestros.
El 22 de enero, en honor a los sucesos del teatro Villanueva ocurridos en 1869, se instituyó el Día del Teatro Cubano. A propósito de tan significativa efeméride, ¿qué es el teatro para Ernesto Parra?
Como parte del programa de la Jornada de Teatro Villanueva estamos estrenando durante todo el mes de enero la temporada Clowns en la sala teatro Trianón de La Habana. De la misma manera, justo el 22 de enero, Día del Teatro Cubano, estaremos en la provincia de Artemisa donde presentaremos uno de nuestros unipersonales: La estación. Y como ya es habitual cada vez que viajamos a una provincia, haremos un desmontaje de la obra con la participación del público asistente a la función, teatristas, instructores de arte, con el objetivo de compartir y establecer un diálogo que nos permita dar a conocer el arte del clown.
Y aun cuando la Jornada Villanueva finaliza el 29 de enero, tendremos otras presentaciones en los últimos días de ese propio mes. Mientras que en febrero comenzaremos el montaje de nuevos espectáculos, entre los que sobresalen Tesoro y Clownpuerta, que serán los estrenos previstos para el 2025.
Con relación a tu pregunta puedo asegurar que el teatro es mi manera de vivir, ese teatro que toma la vida y la coloca en otra realidad para transformarla, para enjuiciarla, para provocar reflexión en el espectador.
Hago del teatro mi vida, mi profesión, también mi manera de filosofar, de entender la realidad que me habita y sobre todo entender que desde la práctica del teatro puedo servir, puedo hacer un bien a los demás.
Buenas fotos