Álvaro Castillo Granada conoció a Gabriel García Márquez. Fue el propio Gabo quien lo nombró Librovejero. Ha dedicado su vida entera a la profesión de librero, y ese amor por la literatura lo expresa mediante palabras en títulos impresos. En la XXXI Feria Internacional del Libro de La Habana, el librero más querido entre los intelectuales colombianos presentó Librovejero y Con los libreros en Cuba.
En un primer momento del conversatorio, el moderador Rafael Grillo explicó que Álvaro es también editor, primero con su sello Ediciones San Librario, y ahora con Isla de Libros. Como escritor ha publicado una buena cantidad de libros de relatos, memorias y conversaciones en torno a la literatura y el mundo del libro.
Grillo destacó el trabajo de los libreros, que son los que dan el toque de vida a los libros luego de que salen de las imprentas y van a las librerías a encontrarse con el lector. Recordó cuando Álvaro Castillo dijo que su máxima aspiración no era ver su nombre en un libro impreso, sino que sus títulos llegaran a las manos de las personas. “Mi vida gira en torno a los libros. Todo lo que he logrado ha sido gracias a los libros. Nunca pienso en metas ni en crecer tanto. Mi máxima aspiración es la de seguir viviendo del oficio de librero. Para mí sería muy triste cerrar y no seguir viviendo de esto, que es lo que más me gusta hacer, y lo hago más o menos bien”, aseguró el escritor.
“Mi máxima aspiración es la de seguir viviendo del oficio de librero”.
Con los libreros en Cuba es un homenaje a un rol dentro del mundo del libro que no siempre es el más reconocido. “Álvaro —aunque la mayoría lo conocemos en ese rol— con el paso del tiempo ha acumulado y sumado experiencias en otras facetas como la de editor y escritor. En sus dos editoriales ha dado a conocer autores de todas las generaciones, entre ellos los cubanos”, reconoció Grillo.
En Librovejero el autor, con una prosa ágil, inteligente, limpia y compleja, va exponiendo cómo los libros usados son el eje rector de nuestra existencia. Bibliotecas, ejemplares firmados, ediciones imposibles de hallar, títulos caprichosos, escritores y libreros entrañables son las coordenadas que orientan ese universo. Librovejero evidencia que la materialidad de las publicaciones moldea la actividad intelectual; que el objeto no solo contiene pensamientos, sino que los influye; que los volúmenes tienen vida propia y establecen diálogos entre ellos. Sobre todas las cosas, el libro confirma que el oficio del librero se convierte en una herramienta para combatir la despiadada homogeneidad con la que se impone el capitalismo hoy en día.
Los libros presentados por Álvaro Castillo en la sala Nicolás Guillén del Palacio de los Capitanes Generales son, al fin y al cabo, una crónica de su oficio de librero y escritor por partida doble. Un paseo por la vida de un hombre que vive para y por la literatura.
Castillo inició desde muy joven en el mundo de las librerías. Nació en Bucaramanga el 21 de junio de 1969, pero pronto se estableció junto a su familia en Bogotá y comenzó a estudiar en el Colegio San Bartolomé La Merced. Tras su graduación, y siendo consciente de que nada más en el mundo le interesaba más que los libros, ingresó a la Pontificia Universidad Javeriana para estudiar Literatura. Nunca culminó el pregrado, pues en el camino se retiró para dedicarse al oficio que siempre fue su vocación.