El Caribe. Así lo vio Nicolás Guillén: “marítimo y enigmático / tiene una cresta de cristal, / el lomo azul, la cola verde, / vientre de compacto coral, / grises aletas de ciclón”. El Caribe es una serpiente polícroma por las calles de Santiago de Cuba, es la Fiesta del Fuego; pero también es poesía. Inevitablemente es poesía.
Cuando entro a la Casa del Caribe me sobrecojo. No puedo evitarlo. Sé que hay una trinidad fundadora en el corredor; pero no me acostumbro a ver detenidos en la escultura a quienes fueron energía viva de la cultura cubana: el ensayista y pensador Joel James ―director de la institución hasta su fallecimiento en 2006―, el dramaturgo Rogelio Meneses y el poeta Jesús Cos Causse, de quien hemos escogido los versos que respaldan estos apuntes:
El Tiempo nos devora
hasta el taburete de abuela se hizo ceniza
¿A do fueron a parar tantas cosas?
¿A do fueron?
Durante años, en torno a la figura del Quijote Negro ―como fuera rebautizado―, se sostuvo el Encuentro de Poetas El Caribe y el Mundo. Presentaciones de libros, lecturas, tertulias comunitarias, reconocimientos. Hubo incluso un Congreso Mundial de Poesía. Hoy, el espacio le rinde perpetuo homenaje dentro de la Fiesta del Fuego, como cobija protectora, como inspiración, con Teresa Melo como coordinadora principal en los últimos años.
Ya ves, Cos, ya no hay manos, ya no hay cuerpo, ya no hay camisa sosteniéndose a duras penas sobre tus hombros. Ya ni siquiera hay un trago; pero la poesía sigue, como dijiste, como sabías: incólume, porfiada, sobreviviente.
El poeta le dijo a Dios
Tú creas el mar, es decir
sus aguas, sus olas, sus espumas
Pero yo creo los caracoles
Y Dios estuvo de acuerdo.
Carilda ―no hace falta decir más― me confesó que lo único que no se puede hacer en materia de poesía es ignorarla. Que ni las personas más terrenales, ni aquellas más hundidas en los problemas cotidianos, pueden prescindir de la poesía; porque ella siempre aparece.
El Festival del Caribe sigue apostando a la palabra, que ya es mucho decir en estos tiempos. ¿Qué tiene esta ciudad de guitarreros y poetas? ¿Qué tiene que te mira a los ojos? Desde todas partes he escuchado poesía aquí: del dolor, del asombro, del éxtasis, de la experimentación. El destino me ha reservado la suerte de estar cerca.
Desde la patria del agua
Y de pronto aparece frente a mí, Thiago de Mello, el poeta brasileño, el de Los estatutos del hombre. Aquel que dijo que la palabra libertad sería suprimida de los diccionarios para habitar el corazón del hombre, aquel que llega desde la patria del agua, desde el Amazonas.
Thiago de Mello provoca un largo silencio con sus versos, con esa sonoridad especial del portugués que subsiste aun cuando dialoga en español. Se niega a decir aquel poema, aquel poemazo: “Porque los actores cubanos lo dicen mejor que yo, porque el poema lo tradujo al español, Mario Benedetti y ya forma parte de muchas esperanzas, y porque no soy todavía el hombre que canto en ese poema, quizás algún día pueda llegar…
“No hay responsabilidad mayor para un poeta que tener conciencia de que participa de la vida de millares de personas a las cuales él no conoce. El compromiso del artista con su arte, es ser cada día más accesible a un mayor número de lectores”.
Anda de impoluto blanco el poeta. Antes de irse, cuenta sus bromas en un premio Casa de las Américas, se detiene en los rostros de los asistentes a la casa natal de José María Heredia. Antes, sube la voz para afirmar que Cuba es el hecho más importante para los latinoamericanos en el siglo XX. Y lo veo traspasar el umbral, al poeta que dijo que se podía usar un girasol en la solapa, incluso en los días más cenicientos.
El día que entrevisté a la Luna
Es una werken, una mensajera, una mapuche: mapu (tierra) y che (gente). Ha viajado por Europa y América llevando el espíritu de su gente. Ella ha fundado en Temuco, al sur de Chile, la Casa de Arte Mapuche y la revista Mapu Ñuke. Le gusta pintar rostros y volcanes.
Foto: Internet
Dice que su pueblo es capaz de darlo todo por amistad o por amor, y por eso quiere a Cuba. Dice que ahora mismo se siente como en su ruka, su casa de madera y junquillos, sin divisiones, bajo el árbol milenario del pewén. Dice que cuanto más mundo ha visto, más mapuche se siente.
La observo con su chariwe, cinta de lana ceñida a la frente, con la mirada de aquellos que se han sentado con la vida. Ella canta contra la desidia, la invisibilidad, el ninguneo. Su libro se llama Wvne Coyvn Ñi Kvyeh / Luna de los primeros brotes.
Mapu Ñuke… Mapu Ñuke
Madre Tierra… Madre Tierra
Irrumpirá la aurora con su arco iris de colores
Y te enseñaremos quiénes somos los hijos de la tierra
Como una ráfaga pasan por mi memoria, el mítico Caupolicán, Lautaro y su pica, Guacolda y Colocolo, la epopeya cantada por Ercilla. Esta mujer tiene la voz como el río Bío Bío, como el agua helada de los picachos andinos. “Hasta yo misma he olvidado mi nombre. Mi nombre en español, se evaporó. Soy Rayén Kvyeh en mapuche, que quiere decir Flor de Luna, porque nací en primavera”, declara.
Ellos, los mapuches, siempre apostaron por la tierra. Los pueblos originarios son los primeros ecologistas de América. Los mapuches son como los lagos pequeños, como una lágrima; como los mares del Sur, como las olas indomables de la esperanza.
De un pájaro las dos alas
La puertorriqueña Eneida Rodríguez Delgado tiene los ojos encendidos, tiene el verbo encantado. Ha vuelto a Santiago de Cuba, al Festival del Caribe este 2019, a cumplir una promesa. La escucho narrar con voz pequeña, con voz entrañable cómo los poetas cubanos Reynaldo García Blanco y Mirna Figueredo le mostraron libros artesanales, cómo reunió a sus amigos en Borinquen, para hacer algo similar. Y así nació Costuras de la memoria, con sus textos, con la manufactura de sus amigos Ruth Rivera Rosario y Félix Baéz Neris.
Foto: Cortesía del autor
“¡Dios mío… me siento tan feliz cuando estoy aquí…!”, y la emoción se le agolpa de pronto, cuando habla de sanar las heridas, del regreso. Debo ir al rescate, pues el silencio se prolonga. Es que “Cuba y Puerto Rico son…”, atina a decir al fin, buscando en las letras de Lola Rodríguez de Tió la salvación. Yo completo el verso“…de un pájaro las dos alas”. La conexión sigue. Me olvido que sostengo la grabadora, y ya a dos voces entramos en manos de la poesía: “reciben flores o balas / sobre el mismo corazón”.
¿Es más que un poema, verdad?, le pregunto. Y ella, jibarita que llega de la isla del encanto, mueve su cabello, busca aire, susurra: “Sí, es más… porque te cala, porque es de verdad, porque te toca aquí”. Y se da un golpe allí donde sabemos. La radio es sonido para ver. Así dicen, así es. ¿Quién se atreve a decir que los oyentes no sintieron su mano apretada contra el pecho? ¿Qué un ala no fue buscando el cielo?