La herida del pasado colonial pervive aún en los hombres y mujeres del Caribe. Cuba y Colombia son territorios marcados por un pasado histórico similar que se traduce en prácticas religiosas-culturales comunes a ambos pueblos. Tal motivo ha despertado interés en Margarita Ariza y Sebastián Wildos, artistas, profesores y activistas colombianos que bajo el cuestionamiento de las prácticas de la persistencia crearon un proyecto en zonas subalternizadas históricamente.  Ambos profesionales, como parte de sus carreras, han desarrollado por independiente una labor con diferentes comunidades. Sebastián ha prestado una especial atención a las prácticas de matriz africana, mientras Margarita se interesaba por las redes afectivas esencialmente. Los puntos de convergencias entre sus modos de operar y resultados fraguaron en el proyecto “El que no tiene de Congo, tiene de carabalí. Prácticas de la persistencia” que desarrollaron en La Habana el pasado mes de noviembre.

Como parte de la 15 Bienal de la Habana, Margarita Ariza y Sebastián Wildos penetraron en las comunidades de Quisicuaba en Centro Habana, con un grupo de señoras espiritistas y en los Pocitos en Marianao, con el objetivo de realizar un ciclo de laboratorios entorno a los sesgos de la colonialidad que perviven hoy en nuestros pueblos y los modos de resistir y persistir que han hecho frente a ellos. Así mismo, la labor desplegada por Margarita y Sebastián parte de poner en valor las fuerzas espirituales del entorno de la isla, en este caso, como cimiento de las prácticas de la persistencia que tienen consecuencias en un campo social de las comunidades trabajadas.

“Los niños tienen una conciencia de la religiosidad impresionante”, destacó Margarita Ariza.

En Los Pocitos destacó el trabajo con la comunidad Abakuá, desempeño que sumaron a la labor habitual del Proyecto local Akokán. En este sentido destaca la presencia del líder social Nelsito, como todos lo llaman, quien trabajó mancomunadamente con ellos, según asegura Sebastián. Así mismo, la acogida de la comunidad tributó grandemente a la experiencia, con la integración de varios grupos etarios, y a propósito Margarita Ariza destaca “Los niños tienen una conciencia de la religiosidad impresionante”. Este hecho viene dado por la tradición, el legado que confían los mayores y sabedores a las nuevas generaciones.

Espacios de diálogos sobre las formas de la persistencia fraguaron mediante anécdotas o ejercicios sencillos que involucraban la corporalidad, el resistir con el cuerpo. Tales dinámicas incentivaron nuevos cuestionamientos en este sentido concernientes a la comunidad. De este modo, ellos afirman la experiencia de su llegada fue un catalizador de fenómenos ya existentes en su cotidianidad, sacado a la luz por el estar juntos, por el afecto, algo que puso en valor la esencia del arte como un medio para crear o fortalecer vínculos.

“Espacios de diálogos sobre las formas de la persistencia fraguaron mediante anécdotas o ejercicios sencillos que involucraban la corporalidad”.

Una fuerte carga contextual marca la esencia de estos laboratorios experimentales, aseguran Margarita y Sebasatián, quienes han trabajado con varias comunidades caribeñas. La primera, había tenido varias experiencias en la isla y es aquí donde comenzó a trabajar con el concepto de persistir, sin embargo, ambos quedaron impactados con los resultados obtenidos esta vez. Con ellos pudieron constatar lo arraigado de la africanía en el entorno de la isla, donde a diferencia de otros contextos se centra el reclamo en la humanidad y las diferentes formas en las que se presenta.

El cúmulo de experiencias dado por la labor desplegada en varios sitios ha sido recogido en un teatro de papel en donde se han reflejado todos los escenarios de opresión que trascienden culturas y tiempos, así como las formas de persistencia en contraposición a esos mecanismos de dominación.  Es importante aclarar que los modos de resistir vienen dados por los afectos y estas redes de amor han sido una constante en los talleres del proceso investigativo. A través de la canción La Verdolaga de Totó La Momposina, de matriz percuiva africana, Margarita unifica las voces. Este canto familiar, por su génesis, a todos los pueblos caribeños, hermana personas y transgrede fronteras.

“El cúmulo de experiencias dado por la labor desplegada en varios sitios ha sido recogido en un teatro de papel en donde se han reflejado todos los escenarios de opresión que trascienden culturas y tiempos”.

Como cierre del ciclo de actividades, el día 23 de noviembre, se realizó en Los Pocitos una jornada de encuentros que comenzó con la develación de un mural comestible en la sede de Akokán y culminó con una peregrinación que desembocó en la ceremonia de ofrenda a la Ceiba de la localidad y la proyección del Teatro de papel.

Si bien concluyó esta primera parte, inmersa en la 15 Bienal de La Habana, no será el último de los encuentros. Margarita y Sebastián tienen en su haber regresar para compartir los resultados arrojados en los talleres y presentar los tantos dibujos que se llevaron a su casa. Quizás la experiencia devenga en una gran exposición comunitaria.

La labor desplegada por Margarita y Sebastián constituye un modo de dignificar el legado de los ancestros y perpetuar su memoria. Es, además, una forma de reivindicar la génesis de una comunidad, y es este el único modo de conocerse y entenderse a sí mismo, de donde se viene y hacia donde se va.