Un bronce con más quilates que el oro puro
Los Juegos Olímpicos de París 2024 son ya parte de la historia, pero perdura el espíritu de un acontecimiento que a todos nos sedujo. Es el momento también en que se activan las memorias y afloran los nombres gloriosos de los iluminados en oro. A los cinco títulos del incomparable Mijaín López se suman los cuatro del nunca olvidado esgrimista Ramón Fonst, los tres de Teófilo Stevenson y los tres de Félix Savón, los dobles de oro de Alberto Juantorena y de Filiberto Azcuy, entre otros, aunque son muchos más porque la pequeña Isla del Caribe supera las ochenta coronas olímpicas. Y por supuesto se incluyen en el dorado jabuco los tres títulos consecutivos de las Morenas del Caribe en voleibol y los del béisbol, no consecutivos, pero tres igualmente.
Entre tanto brillo resplandece además la plata, siempre memorable y en especial las de Enrique Figuerola en el distante Tokio 64, de Ana Fidelia Quirot y de Rodolfo Falcón, quien la saca de la piscina, ambas en Atlanta 96, cada una con quilates tantos como la del más puro oro.
Sin embargo, suele olvidarse un tercer lugar, que para este redactor representa una de las mayores hazañas del deporte olímpico cubano: la del equipo masculino de baloncesto en Múnich 72.
Esas olimpíadas marcan algunas pautas para Cuba: la de la irrupción de Teófilo Stevenson, quien además del título recibe la Copa Val Barker al mejor boxeador de un certamen donde otros dos púgiles cubanos se coronan: Orlandito Martínez y Emilio Correa; otro, Gilberto Carrillo, regresa con plata y Douglas Rodríguez lo hace con bronce. ¡Los puños cubanos se imponen en Múnich!
Pero lo de los varones en baloncesto es histórico, pues por vez primera se sube al podio olímpico en un deporte colectivo.
Vale la pena recordar el camino recorrido por aquel equipo. Debutan el 27 de agosto con victoria ante Egipto 105 x 64 y continúan con otra frente a España 74 x 63, sobreviene la única derrota de la etapa clasificatoria, frente a Estados Unidos 48 x 67; a continuación triunfos sobre Checoslovaquia 77 x 65, Australia 84 x 70, Japón 108 x 63 y Brasil, muy cerrado, 64 x 63. En el cruce de semifinales les toca jugar frente a la Unión Soviética, que solo nos vence por seis puntos: 61 x 67.
Suele olvidarse un tercer lugar que representa una de las mayores hazañas del deporte olímpico cubano: la del equipo masculino de baloncesto en Múnich 72.
La “mesa” queda dispuesta para discutir la medalla de bronce contra el quinteto de Italia. Los cubanos dominan el primer tiempo 43 x 40 pero en el segundo se complican las cosas. Millones de radioyentes cubanos acometen contra sus uñas en la tarde (en Múnich es de noche) del 8 septiembre. El partido se torna dramático en extremo cuando Pedro Chappé, bujía del equipo, sale del juego por cinco faltas. Entonces se acrecienta el espíritu colectivo y faltando muy poco, canastas de Ruperto Herrera y de Alejandro Urgellés elevan a 66 los puntos cubanos. Aunque Italia consigue descontar con otra, el marcador queda sellado con definitivo triunfo antillano 66 x 65.
Justo es recordar y consignar los nombres de aquel tan aguerrido conjunto. Aquí les van, sin orden alguno: Ruperto Herrera, Miguel Calderón, Rafael Cañizares, José M. Álvarez, Alejandro Urgellés, Pedro Chappé, Juan Domecq, Tomás Herrera, Conrado Pérez, Juan Roca, Franklin Standard y Oscar Varona. El director técnico fue Carmelo Ortega.
Por vez primera gana Cuba una medalla olímpica en un deporte colectivo. ¡Cómo para recordar con emoción!