Un beso agradecido
29/8/2018
Un librito amarillo: Apuntes de Mambrú. Creí ingenuamente que esa sería toda una carta de presentación ante “el gran mundo literario” y, con él en la mano, llegué a Calzada de Tirry 81 un mediodía del 95.
El poeta Espino tuvo la gentileza de llevarme a la puerta de Carilda. Pero en ese momento no podía atendernos, así que le dejamos el ejemplar tímidamente dedicado y amenazamos con volver. Unas horas más tarde, aquella dama calificada por otro gran poeta como “nuestra conciencia del amor”, nos sonreía: estaba sola, no logró abrir aquel portón lleno de historia, así que conversamos a través de su ventana. El sol, discretamente, se había pasado a la otra acera. Ya ella había leído mis poemas, los comentaba con larga generosidad, y así, sin darnos cuenta, nos hicimos amigos para siempre.
Foto: Granma
Luego la invité a Santa Clara, le edité su primer libro de prosas, la entrevisté, la acompañé en su cálida tertulia, la puse entre mis dioses: entre la gente a quien se quiere de verdad.
Y gocé como nadie con sus anécdotas intensas. Ella contaba con gracia irrepetible la vez que se subió con Nicolás Guillén en el estrecho elevador de la UNEAC en La Habana. Él comenzó a piropearla. Carilda le decía: “Pero yo estoy museable”, a lo que el viejo respondió: “Y yo estoy cementereable”.
Al final resultó que todos somos “cementereables”, Carilda de mi alma, incluso tú. Pero no todos logran llevar sobre su losa el beso agradecido de la Patria.
“¿Quién que es no es romántico?”, preguntaba Darío. ¿Cuál hombre te leyó sin imaginarse novio de Carilda, sin tomarte de la mano por el puente del San Juan? ¿Quién no amaba a Matanzas por el solo hecho de que te sabíamos allí?
Ay, Carilda del alma, ni una palabra mía está a la altura de un momento como este. Por eso le echo mano a un verso de Nicolás. Cierro los ojos, cruzo sin ti por el puente del San Juan, pero con ese verso de Guillén en una mano y una rosa en la otra. Llego al rincón donde te han puesto para siempre y repito, lloroso: “Esta flor, para usted”.
Siempre que leo palabras de Yamil, pienso: … de dónde saca la palabra exacta para convencernos que no ha inventado nada y todo es verdad… Gracias Yamil.
Un verdadero adiós a una musa de siempre, al ángel del amor, que hago mío. Carilda retuerce sin paz nuestros corazones y haznos mejores hombres y mujeres desde tu poesía. Y a tí, Yamil, hermano, gracias por escribir una por una las palabras que hubiese querido decir en un instante como este. Por no haberlas encontrado lleva la pena contenida. Ese es el gran valor de los poetas, más que versos o palabras nos regalan sentimientos.