Umberto Eco: entre la literatura y la semiótica
23/2/2016
Cuando la novela El nombre de la rosa hizo su gloriosa aparición en 1980 en el mundo de la literatura, su autor, el filósofo y semiotista italiano Umberto Eco, nacido en 1932 y fallecido a la edad de 84 años el pasado viernes, tenía ya una obra consumada como investigador y docente de altos quilates.
Un doctorado en Filosofía y Letras en la Universidad de Turín, en 1954, con la tesis El problema estético en Santo Tomás de Aquino, que se publicaría en 1956; profesor de esta casa de altos estudios y de la de Florencia y Milán; autor de los antológicos ensayos sobre semiótica Obra abierta, (1962) y La estructura ausente (1968), cofundador en 1969 de la Asociación Internacional de Semiótica; profesor de la cátedra de Semiótica a partir de 1871 en la Universidad de Bolonia, y fundador en esta misma ciudad en el 2001 de la Escuela Superior de Estudios Humanísticos, son solo algunos de los más significativos méritos de este humanista genial que ganó la admiración y obligada consulta de los expertos en materia de letras, y el corazón de millones de lectores en todo el mundo.
Obras como El nombre… — con argumento detectivesco ubicado en un monasterio del medioevo, que se llevara con rotundo éxito al cine, a cargo del director francés Jean Jacques Annaud—, El péndulo de Foucault; La isla del día de antes (parábola kafkiana); Baudolino y La misteriosa llama de la Reina Loana, todas estas novelas, y numerosos ensayos, entre ellos, La forma y el contenido, El signo, El super-hombre de masas, Desde la periferia al imperio, Lector in fabula, Semiótica y filosofía del lenguaje, Los límites de la interpretación, Seis paseos por los bosques narrativos y La búsqueda de la lengua perfecta, resultan referentes esenciales en sus respectivos géneros.
Más de 30 universidades del mundo le concedieron al ilustre italiano el título de Doctor Honoris Causa; y el Foro de Sabios de la Mesa del Consejo Ejecutivo de la Unesco se honró con su nombre, que mereciera, entre otras distinciones, el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, y el de Caballero de la Legión de Honor francesa.
Una singular atracción le mereció el personaje de Sherlock Holmes y en sus obras se pueden advertir francas alusiones a Arthur Conan Doyle y sus creaciones. Un gusto particular por la comida polaca, notable defensor del cómic, de la cultura popular en todas sus manifestaciones, y ferviente admirador de la televisión y el cine son algunos de los rasgos que caracterizaron a este grande de las ciencias humanísticas que nos ha dicho adiós, pero cuya obra, para que no parta del todo, resulta una incuestionable garantía.
Para rendirle honor a Eco, la editorial italiana La Nave di Teseo adelantará la publicación de su último título, Pape Satan Aleppe, un libro con artículos y ensayos de diversos temas contemporáneos, que debía ver la luz para mayo y estará en las librerías de ese país europeo ya para el 27 de febrero, oportunidad para que sus seguidores tengan más de cerca a este hombre esencial de presencia obligatoria a pesar de su adiós definitivo.