Una triste noticia nos llega y nos obliga a la meditación y a un tributo impostergable. Carlos Gacio ex primer solista del Ballet Nacional de Cuba (BNC) en la década de 1960 y posteriormente uno de los maîtres de ballet de mayor prestigio internacional, falleció en la ciudad de Viena, víctima de cáncer pulmonar y de esófago, el pasado 2 de febrero, a la edad de 88 años.
Nacido en la localidad de Santiago de las Vegas, muy próxima a la ciudad de La Habana, en 1937, con el nombre de Lázaro Gacio, se desempeñó desde muy joven como lector de tabaquería, pero pronto sintió la vocación por la danza, al ver una representación de El lago de los cisnes interpretada por Alicia Alonso e Igor Youskevitch, lo que lo impulsó a viajar a la capital, con solo 18 años y sin recursos económicos. Gracias a la generosidad del bailarín y maestro Raúl Díaz, pudo comenzar su entrenamiento en la Academia de danza del mencionado maestro, situada en la calle Baños, en El Vedado habanero y, más tarde con la bailarina argentina Carlota Pereyra y el cubano Luis Trápaga.
“A finales de 1959 conoce a Alicia y Fernando Alonso y se vincula al recién reorganizado Ballet de Cuba”.
Su vocación artística lo llevó, de manera paralela, a matricular en la Academia de Arte Dramático, donde para evitar conflictos con su prejuiciada familia, adoptó el nombre de Gregory Casale.
A finales de 1959 conoce a Alicia y Fernando Alonso y se vincula al recién reorganizado Ballet de Cuba, simultaneando su trabajo como actor, bajo la dirección del prestigioso maestro Rubén Vigón, hasta que finalmente decide permanecer, de manera estable, con la compañía de ballet. Con ella realiza giras por los países del campo socialista.

Su apuesta figura y un disciplinado quehacer lo llevan a obtener la categoría de Primer solista y altos reconocimientos como parte del elenco masculino de la compañía, entre ellos bailar en el estreno de Majísimo, en 1965 y como partenaire de la Alonso en La fille mal gardée y de Aurora Bosch en El lago de los cisnes y en el Concurso de Varna, donde ella obtuvo medalla de oro, en 1966. Su honesta actitud lo llevó a regresar a Cuba luego de la deserción de diez bailarines que pidieron asilo durante el IV Festival Internacional de Danza de París.
En septiembre de 1967 se desvinculó del BNC y después de un largo período de incomprensiones, y duros retos, pudo viajar, el 5 de enero de 1969, para cumplimentar un contrato con el Ballet de Marsella, dirigido entonces por el coreógrafo Joseph Lazzini. A partir de entonces desplegó una exitosa carrera como bailarín en varios países de Europa, Italia y Alemania, hasta que una rotura del tendón de Aquiles le hizo abandonar las tablas como intérprete en octubre de 1973.

Reincorporado a la escena como maître, en 1975 se vinculó al Ballet de la Ópera de Viena, donde permaneció hasta su retiro en el 2003. Su prestigio pedagógico le hizo merecer en Austria la Cruz de Honor de las Ciencias y las Artes, la más alta distinción que otorga ese país y reconocimientos en Australia, Francia, Suiza y Argentina.
Su vínculo con el ballet cubano lo llevó a propiciar el montaje de la versión coreográfica de Giselle por Alicia Alonso en el Ballet de Viena y a regresar a Cuba en 1998 para participar en la conmemoración del 50 aniversario del BNC. En una rueda de prensa, que tuvo resonancia internacional, no vaciló en afirmar que Alicia Alonso era, sin duda alguna, “la bailarina más grande que ha dado América Latina y el mundo hispanoamericano” y que la Escuela Cubana de Ballet era un logro de la cultura cubana extensivo a la danza mundial.

Sus exequias tendrán lugar el 11 de febrero en Viena, ciudad a la que tanto amó y sirvió. En los últimos años mantuvimos una hermosa relación a través de las redes sociales y fue un gran honor recibir sus elogios sobre mi trabajo como Historiador del ballet cubano.
Gracias, Maestro. Luz en su último viaje.