Tras el fuego de la danza

Liudmila Peña Herrera
29/9/2016
Fotos: Elder Leyva

 

No adopta poses de diva, ni interpreta un personaje ficticio cuando habla sobre ella misma. Vianky González Miranda, la bailarina en activo más experimentada de Co-Danza, con más de dos décadas dedicadas al baile contemporáneo, parece, más bien, una niña traviesa cuando sus ojos brillan mientras cuenta algún pasaje de su carrera, también como maestra y coreógrafa.

La escena arde con ella. Y quien la ve entregar el alma sobre el tabloncillo no imagina que su cuerpo acumule ya 43 junios, mas esta muchacha parece tener un pacto divino, porque sus músculos se mantienen gráciles y no pierden la ligereza de movimientos. Quizá porque en ella se unen espontaneidad y talento, Vianky abre el telón de su vida y nos ofrece sus criterios sobre el desarrollo de la danza en Holguín para los lectores de La Jiribilla.

“Me gradué con tres meses de embarazo de primera bailarina. Yo bailaba con mi pancita. Tuve que trabajar con una hija y ser madre soltera. Le doy gracias a mi familia porque me cuidaba a la niña. Muchas veces ni la veía porque tenía giras. Por eso ella es tan independiente”.

Esta es una de las carreras artísticas que conlleva más sacrificios. En su caso, ¿cuál es el mayor que ha tenido que enfrentar?

El bailarín trabaja con la mente y con el cuerpo, y en la medida que van pasando los años, los músculos se endurecen. Esta es una carrera corta y uno siente el peso del tiempo, pero en mi caso el sacrificio ha sido buscar bien el estilo de Vianky, aunque Co-Danza tiene su sello; pero la búsqueda del mío es una de las cosas que me causan más trabajo en el sentido interior. Nosotros trabajamos con los sentimientos, con las percepciones de la vida cotidiana o de cosas imaginarias que queremos trasmitir a través del movimiento, y este es un lenguaje complicado. Pero creo que lo he conseguido.


 

Nosotros trabajamos con los sentimientos, con las percepciones de la vida cotidiana o de cosas imaginarias que queremos trasmitir a través del movimiento, y este es un lenguaje complicado. Pero creo que lo he conseguido.¿Cómo fueron sus inicios en Co-Danza?

Al principio yo estaba un poco reacia, porque ya trabajaba con el Conjunto Folclórico Nacional de Cuba y no quería venir para Holguín. Sinceramente, ya me había adaptado a bailar folclor. ¡Imagínate una blanca y chiquita bailando folclor! Pero me tocó el servicio social aquí como profesora de folclor y de técnica. Entonces a Maricel Godoy, que había sido mi maestra en el nivel elemental y seguía siendo profesora de la Escuela de Arte, se le ocurrió la brillante idea de reunirnos y fundar la compañía. Empezamos haciendo un tipo de danza que no se destacaba por las grandes coreografías, pero teníamos mucha pasión y muchas ganas.

A Maricel siempre le ha gustado una danza limpia, técnica, lo cual no quiere decir que sea rígida, sino que los movimientos deben ser depurados, brillantes, donde el virtuosismo no esté solo en el movimiento corporal, sino también en lo emocional, donde se busquen esas cosas lindas del ser humano. En ese tiempo se vivía mucho la pasión de la danza. No como está pasando ahora, que se piensa más en el viajar, en lo económico. Antes éramos más puros. Esos fueron mis inicios en Co-Danza. En aquel entonces ella montó una coreografía, Tridireccional, y dije que con ella yo había logrado el doctorado, porque la bailé muchísimas veces.

¿Qué características buscaban en los bailarines para pertenecer a Co-Danza?

Maricel quería formar una compañía de hombres. A ella siempre le han gustado los bailarines. Ella los quería lindos, en el sentido de la estética del bailarín: alto, nada gordo, con proporciones bien definidas, el pelo largo, no tatuados, que se vieran varoniles, apasionados, que fueran capaces de hacer tanto un gran salto como algo interpretativo emocionante. Pero, aunque ella prefiere a los hombres, yo sigo defendiendo a la mujer.

Habla mucho de lo que a Maricel le gusta, pero ¿no sueña con tener su propia compañía?

Claro que sí. Condiciones emocionales tengo, pero desgraciadamente no creo que económicamente pueda desarrollar una compañía, porque hoy no tendría un local para ensayar y hay un déficit de bailarines terrible en la provincia.

¿Y a qué obedece eso? ¿No se están graduando bailarines en Holguín?

Sí, pero con muy bajo nivel técnico. Llegan a las compañías sin conocer ejercicios que están en programa por el déficit de profesores que existe, y tenemos que volver a ser escuelas. Los mejores, cuando se gradúan, buscan otros horizontes. No podemos olvidar que el mundo va cambiando y la gente hoy piensa más en lo económico, y hacen castings para China, Ecuador, Turquía, Rusia y hasta para La Habana. Ahora a la compañía llegaron muchos niños. Ojalá que ellos se queden con nosotros.


 

¿Cómo es la relación entre Co-Danza y las escuelas de la disciplina que existen en el territorio?

Nosotros hicimos una academia y logramos graduar a unos cuantos bailarines. Ellos eran la unidad docente de Co-Danza. Estudiaron durante cuatro o cinco años, daban clases en la Escuela Vocacional de Arte y por las tardes venían y dábamos las clases de técnica, folclor, composición, repertorio… Cuando se graduaban, inmediatamente formaban parte de la compañía. Pero con estos niños que vienen de la escuela de Santiago o de Guantánamo no tenemos vínculo alguno. Vienen cuando se gradúan y hacen algo muy lindo: donan sus vacaciones y empiezan a dar clases y a hacer repertorio con la compañía, pero durante el tiempo de estudio no tenemos contacto con ellos.

Tal vez eso marca una diferencia en el quehacer de Co-Danza. ¿Cuán diferente es la generación fundadora de la compañía de la actual?
Cuando en la carrera hay asignaturas de técnica, de folclor, de composición, lo tienes todo. Pero si te dividen y te dan solamente algunas de ellas, se limita tu desarrollo, no se potencia el esfuerzo del bailarín.
Técnicamente sí hay una gran diferencia. Cuando en la carrera hay asignaturas de técnica, de folclor, de composición, lo tienes todo. Pero si te dividen y te dan solamente algunas de ellas, se limita tu desarrollo, no se potencia el esfuerzo del bailarín, como en mi tiempo. Yo tuve que esforzarme muchísimo porque no era tan delgada como ahora y tenía mucho busto. Entonces hice dieta, porque tenía que sacar la asignatura. Pero si hoy se lo hacen muy fácil, pues muy fácil van a graduarse. Y no sé por qué hoy viene, por ejemplo, Endedans, de Camagüey, y los muchachos no van a intercambiar; ni van a ver una obra del Lírico, o de la Orquesta Sinfónica; no leen; cuando hablan te das cuenta de que no tienen un vocabulario amplio. Y un artista debe nutrirse de todas estas cosas, porque a la hora de interpretar un personaje no sabrá de dónde agarrarse para lograr su desarrollo. No digo que esté mal que vayan a la fiesta, al club nocturno, porque no se pueden quemar etapas, pero hoy no salen con esa sensibilidad que teníamos antes. Les falta experiencia en el sentido emocional, por eso les damos muchas clases de actuación y los moldeamos en la compañía.


 

¿Qué cambiaría o añadiría a ese plan de estudios que tiene la enseñanza de la danza en Holguín?

Antes se daban clases demostrativas con diferentes compañías y uno decía: “Wow, yo quiero ser como aquella bailarina”. Hoy es increíble que Co-Danza baile y yo no vea a un estudiante de danza de la Escuela de Arte. No tienen relación con la compañía y van creciendo ajenos a ese ambiente de profesionalidad. Eso es interés de la escuela, más que de nosotros, pero se ha perdido. Cuando los bailarines llegan a las compañías son muy rígidos. Creo que debería haber una asignatura de danza contemporánea, que incluya los movimientos libres, las calidades de energía… Estaríamos uniendo dos cosas en una: técnica y composición.

En este sentido, ¿cuánto ha aportado el intercambio con otras compañías y artistas durante el Grand Prix Vladimir Malakhov?

Desgraciadamente están viniendo los mismos concursantes. Y la idea no es tanto ganar, sino compartir. Se aprende mucho con los talleres impartidos por personalidades como Orta, una persona que viene del teatro y hace maravillas con la voz; o Silvina, del Folclórico Nacional de Cuba. Pero acude muy poca gente, sobre todo de La Habana, de donde solo llegan del ISA y del ballet de la TV. Parece que a las compañías ya establecidas no les interesa o no les hace falta. Sería genial que la gente se sumara no solo porque es Malakhov, sino porque está funcionando un concurso en una región oriental. Por cierto, con Malakhov aprendemos de su experiencia y hasta de la calidad de sus movimientos.

Se ha quedado en varias oportunidades al frente de la compañía. ¿Cree que el rigor y la austeridad garantizan la disciplina?

Sí, porque hay que lidiar con personas de 19, 25, 43 años, y no todos piensan igual. Lo primero que debe tener una compañía es disciplina. Si las clases empiezan a las nueve, tienes que llegar 15 minutos antes para calentar y evitar lastimaduras. Tienes que tomarte en serio la clase, cuidar la proyección hacia los demás, respetar a todos. Dirigir es difícil: uno es un ser humano igual que todos, con similares problemas, y hay que saber comprender si alguien se siente mal, si se lastimó, porque en la danza funcionamos como un todo.
Dirigir es difícil: uno es un ser humano igual que todos, con similares problemas, y hay que saber comprender si alguien se siente mal, si se lastimó, porque en la danza funcionamos como un todo.

¿Y qué la nutre más, la creación coreográfica o bailar?

Es un conjunto. Para ser coreógrafo no existen estudios en Cuba, así que hay que ser muy valiente al empezar a crear. Esperé muchos años, no porque no tuviera la capacidad, sino porque pensaba más en la experiencia, en ese algo interno que quizá no tenga nombre, porque hay cosas que se sienten y no se pueden decir. Fueron como quince o dieciséis años los que esperé para eso. Y aun así no me creo una coreógrafa con todas las letras.

Entre mis creaciones están La memoria de un pez, basada en un poema de Kenia Leyva, y Estación para pensar, fundamentada en cuatro poemas holguineros, porque quería imbricar otras artes. Quisiera hacer otras cosas con la danza, un poco más narrativas, con obras de la plástica. Ahora estoy coordinando para montar algo con la Orquesta Sinfónica. Y en septiembre voy a estrenar Seis grados de separación, basada en la teoría del mismo nombre, la cual dice que en un mundo grande, a través de seis personas, puedes conocer a la persona que tú quieras. Yo me baso en ella para recrear la historia. También he hecho cosas con el Ballet de Cámara (Instante, Detrás de las pupilas).

¿En qué piensa o qué visualiza cuando baila frente al público?

Yo soy una bailarina pasional. Aunque esté atrás, me robo la escena. Disfruto y me creo lo que hago, porque ahí tengo la oportunidad de ser otra persona. El teatro te da cierta magia. Yo no soy una bailarina muy virtuosa en movimientos, en condiciones; pero soy muy interpretativa. Así me gano al público. Y eso que hoy comparto escena con bailarines no mayores de 25 años.

Justamente por eso, ¿qué significa el tiempo para usted?

No sé qué me pasa. Sé que tengo 43 años, claro. Veo a mi hija de 19 y lo pienso. A la compañía llega gente nueva y, a la hora de trabajar, yo soy una niña más. Esa es una de las cosas que me ha nutrido. El hacer ejercicio ayuda mucho, además de estar con gente muy joven y mantenerte todo el tiempo riéndote. Es un estado mental.

Y si no le teme al tiempo, ¿hasta cuándo piensa bailar?

Mientras pueda. Llegará un momento en que no pegue con los demás visualmente, porque el tiempo es irremediable. Entonces empezaré a hacer dúos, quién sabe. Yo me siento plena, no me quejo de ningún dolor, aunque lo tenga.

¿Por qué le ha regalado su vida a Co-Danza y no se fue, como sí lo hizo una parte de su generación?

Cuando empezamos Co-Danza, éramos muy unidos y nos convertimos en una familia. Yo soy de las personas que cuando creo en algo, ahí me quedo, lo cual no quiere decir que me estanque. Intelectualmente me he superado, porque hice mi Licenciatura en Comunicación Social, con Título de Oro y trabajando en la compañía. Me gusta mi país porque me gusta danzar y no quiero tentar la suerte. Y creo en Co-Danza porque es mi familia. En Co-danza soy Vianky, y por Co-danza y la gente que está y estuvo, siento cariño.