Tocororo suite: algo más que un ensayo
9/1/2017
Tener la oportunidad de estar en el lugar preciso es cuestión de suerte, aprovecharla depende de nosotros. Llegué como quien busca su espacio, y me senté casi frente a ellos, en la esquina izquierda. Ya había empezado el ensayo de Tocororo Suite y su protagonista de tantos años ahora dirigía aquel extraordinario momento donde se empastan las dificultades, se unifican las intenciones y se emparejan filas, cabezas y brazos.
Alexander Varona ha regresado especialmente para esta entrega. Su fuerza expresiva continúa combinándose con su singular movimiento. Picardía, sensualidad y resistencia, todo en una personalidad que resalta entre gestos y destaca por su diferencia.
La energía contagiaba de tal forma que quería salir de aquel estatismo corporal que impacientemente solo observaba, e ir con ellos para recordar otros tiempos.
Las sonrisas, el cambio de emociones en una escena y otra, la música, aquel espacio pequeño, pero inmenso, la atmósfera, e incluso los colores, se configuraban adecuadamente para convertir aquello en algo más que un ensayo: en una experiencia única, un lugar donde te encuentras con mucha gente “grande”.
Sede de la compañía Acosta Danza. Al frente del grupo la maestra Clotilde (Loti)
Peón durante una clase de ballet. Fotos: Kike
La presencia de Clotilde Peón (Loti), maestra y ensayadora de la compañía, quien fuera primera solista y maitre del Ballet Nacional de Cuba; de Yaday Ponce, también maestra y ensayadora, primera bailarina hasta hace muy poco de Danza Contemporánea de Cuba, todo el tiempo atenta al más mínimo detalle; el propio Carlos Acosta dirigiendo aquel enjambre de bailarines, siempre con una sonrisa en sus labios y una energía que lo delataba, pues no podía esconder sus deseos de adentrarse también en la coreografía; no eran más que bondadosos augurios. Buena vibra, buena energía.
Como si fuera poco, apareció de pronto en aquella instalación una de las figuras que más se ha destacado en el panorama cubano y que fue por varios años primer bailarín de Danza Contemporánea de Cuba, Wesley Stacholy, quien inspiró, además, a muchos de mi generación que hoy también integran las filas de esa misma compañía.
El salón de ensayo deviene lugar mágico cargado de dulzura, sencillez, armonía y, sobre todo, talento. Un ajiaco de procedencias, una mezcla infinita de formaciones. Mi maestro, a mi lado todo el tiempo, debatiendo, observando cada movimiento, intentando descubrir cada rincón. Todo el que estaba allí era importante, desde el técnico de sonido hasta el último bailarín de la fila, solo juntos podían crear esa bola de fuego compuesta por lo clásico, lo contemporáneo, lo folclórico y mucha cubanía.
Una mesa, un dominó, una botella de ron, un sombrero. Un tabaco, una clave de rumba, unas caderas, muchas sonrisas. Un lugar cargado de líneas de piernas preciosas, de torsos inmensos, de movimientos únicos, de una técnica exquisita, de limpieza en un complicado salto, de perfección en una simple caída.
Luis Valle en Tocororo Suite, de Carlos Acosta.
Luis Valle, quien asume ahora el rol protagónico de Tocororo Suite, es una de las figuras que destacan entre la variedad de personalidades. Sus condiciones físicas lo conducen siempre hacia una excelente ejecución. Verónica Corveas, quien lo acompaña y ha sido siempre la coprotagonista de la pieza, mantiene la misma fuerza expresiva y toda la gama de cualidades que la caracterizan.
En ocasiones, el que observa pierde la línea que define y divide a los bailarines clásicos de los contemporáneos; solo el espectador más conocedor puede distinguir y diferenciar entre unos y otros, pues el histrionismo y el entrenamiento diario han subsanado esas particularidades. Son solo un cuerpo, una única masa compuesta por muchos; pero persiguen un mismo objetivo, tienen un mismo interés.
Así los vi, sudados, sin maquillaje, sin vestuario, en la cotidianidad de sus vidas, en esas horas donde son realmente naturales, en ese instante en que son ciertamente bellos.