Teatro escogido de Amado del Pino se presenta en Madrid
22/5/2018
I. Pórtico hacia la dicha
Para Marco Antonio de la Parra la dramaturgia es ante todo la posibilidad de narrar con imágenes. Que sorprenda por su capacidad de ilusionar al lector y que lo que suceda sea más importante que lo que se diga textualmente. Según el maestro chileno, “el teatro es investigación sobre lo que no se sabe o lo que no se dice”.
La Editorial Verbum acaba de presentar en la galería Pop Arte de Madrid el Teatro escogido de Amado del Pino (Tamarindo, Camagüey, 1960- Madrid, 2017), uno de los autores más notables de la escena cubana contemporánea. Desde el mismo pórtico de Leonardo Padura y el prólogo de Vivian Martínez Tabares, quienes trabajaron con profesionalidad y afecto hacia la obra del dramaturgo, y a petición de Tania Cordero, se hace alusión a la manera en que se gestó el libro. La selección de las obras fue un sueño del propio Amado, quien apostó fervientemente por estos tres títulos: Tren hacia la dicha, Reino dividido y Cuatro menos, todos estrenados en Cuba. Cordero se ocupó de la cuidadosa edición del libro y de seleccionar una idónea imagen de cubierta: El Simulador en Camagüey, de Joel Jover.
Teatro escogido es el segundo proyecto de Del Pino con Editorial Verbum: antes publicó el ensayo Teatralidad y cultura popular en Virgilio Piñera. Estos dos proyectos fueron del interés del fundador de la editorial, el escritor y editor Pío E. Serrano y el actual director Luis Rafael Hernández, en una apuesta medular por el teatro.
En el acto, las palabras de presentación corrieron a cargo de Luis Rafael, en una sencilla y, muy a la manera de Amado, teatral velada, en la que además se leyeron dos escenas de la obra Cuatro menos (Premio Arniches 2008), por los actores Jorge Ferrera y Dayana Contreras de Teatro El Puente, compañía con la que más trabajó Amado en sus diez años en Madrid y a la que se sentía vinculado artística y humanamente. La presentación vivida, entre amigos, familiares y público que llenó la galería Pop Arte, dirigida por Juan Carlos López, fue como le hubiera encantado a Amado: con una exposición de pintores cubanos de la valía de Servando Cabrera, Raúl Martínez, Zaida del Río y otros. Esa tarde, entre arte y emociones encontradas, también se cumplió un sueño: salvaguardar el teatro de Amado.
II. Motivos para el teatro escogido
Lo primero, ante la lectura de estos textos, son los rotundos pedazos autobiográficos del autor reinterpretados en la biografía misma de los personajes y en las escenas. Su teatro, en un acto de literatura plena y con el conocimiento suficiente de los andamiajes escénicos, gusta de recomponer historias muy particulares y pensarlas en un estadio generalizador de las relaciones humanas con una sociedad que aún no se mira a fondo lo suficiente. Y aunque sus obras son vitrina identitaria del panorama cubano y muestran los prejuicios, las relaciones de familias fracturadas, el éxodo y la desesperanza —Tren hacia la dicha y Cuatro menos—, lo cierto es que el lenguaje irónico y comprometido con el momento en que el autor las escribe no mengua el carácter universal que poseen. Reino dividido, de gran vuelo poético y con la suerte de estrenarse en La Habana por Argos Teatro, usa como contexto la Guerra Civil española y la relación que unió al poeta de la Generación del 27 Miguel Hernández y al periodista cubano Pablo de la Torriente Brau.
En los tres casos se evidencia una concientización y un halo epistemológico y de cultura libresca, propios de Del Pino, para hablarle al hombre actual no solo desde lo estético, sino también desde lo ideológico y lo moral. Líneas argumentales delineadas con maestría escritural, filosófica, con un intuitivo pensamiento escénico. Su teatro está pensado como un espacio de relaciones humanas donde los personajes se disputan ideales desde un escenario que contrasta lo real con lo irreal y que, a la vez, niega el diálogo coloquial y naturalista a la hora de contar: seduce, conmueve e inquieta.
Entre Tren hacia la dicha, Reino dividido y Cuatro menos hay puntos en común, y uno radical es el carácter fragmentario del discurso. Del Pino construye ciclos narrativos que se interrumpen, y ello recuerda la técnica de Jo-Ha-Kyû, del teatro japonés. Según Laudel de Jesús, uno de los directores que más lo ha montado en Cuba, el autor interpreta el Jo-Ha-Kyû como una acción que inicia el camino, recibe una contracción que alimenta la dirección y la velocidad que lleva esa acción, coge impulso y termina. Pero es una terminación aparente, porque da inicio a otra secuencia de acciones. O sea, “Jo” es el impulso; “ha” es la acción que interrumpe, que se convierte en obstáculo; y “Kyû” es el momento en que aparentemente la acción va a terminar y da inicio a otra secuencia. Se pueden describir como pequeños ciclos que no terminan nunca; es como un círculo, de repente aparece otra idea engañosamente ajena a esta y se empieza a hablar de otro tema. Y cuando ese ciclo que parece abandonado vuelve a aparecer, se empata entonces con el siguiente. Y no es hasta que terminas la lectura de la obra y ves la totalidad del argumento que encuentras la lógica de las cosas.
¿Otra constante? La capacidad de Del Pino para definir personajes que se aferran a una ilusión con el fin de evadir la realidad, pero que al mismo tiempo son presos de sus propias biografías. Como si tuvieran los límites encima de ellos, aspiran, tienen el objetivo, pero se aferran a una ilusión. Pienso en el Recién Casado de Tren hacia la dicha, que sueña con una mujer inexistente, se sube a un tren que va en dirección contraria a la que él asegura que va. Este sujeto logra que los pasajeros que viajan en ese vagón se identifiquen con su delirio, con la fantasía de un completo extraño. La dura realidad está representada en la filosofía de esos pasajeros que viven atados a un medio irracional y a sueños que los han abandonado. En cambio, Ernesto Cano, que así se llama este personaje —poco más de 30 años, cuya importancia no radica en su edad, ni su aspecto físico, sino en su espíritu, su temperamento, sus contradicciones—, se agarra a una ilusión y esa es la manera que encuentra de ser feliz. Para él la ilusión tiene el rostro de una novia que es un ideal, al que ama, con el que sueña, pero que nadie ve.
Reino dividido y Cuatro menos también están atravesadas por estas coordenadas y se contaminan de manera contundente con este viaje en el que no son tan relevantes los “destinos”, sino el viaje interior de los personajes por sus sueños truncados y sus tormentos. Provocaciones de una dramaturgia en la que el hombre cubano, o el hombre de cualquier lugar del mundo, se vuelve vulnerable ante las evocaciones y la nostalgia. Escrituras que recapitulan la soledad a través de los ciclos agobiantes de los personajes; repasan temas neurálgicos para la humanidad como la emigración, las separaciones, el vicio, el amor-desamor y las frustraciones.
III. Epílogo
Comencé esta reseña haciendo alusión a Marco Antonio de la Parra y vuelvo a él porque define mejor la pericia dramatúrgica de Del Pino: “Debes buscar una imagen que despierte la sensación de un equilibrio frágil que en cualquier momento puede ser roto. Imagina situaciones de esa índole. Piénsalo. Situaciones que están expuestas al riesgo. Una mentira, un secreto, un riesgo de carácter fuera de lugar, una traición encubierta. Una bomba debajo de la mesa tensa cualquier trivial conversación, decía Hitchcock”.
Y es que en su dramaturgia Amado tiene la “maña” de perturbar nuestros sentidos y estimularlos, de modificar las situaciones dramáticas en una acción interna que socava sutilmente el argumento. Nos hace cómplices y altera el mensaje de lo que está cuidadosamente articulado para minar un campo de intertextualidades contenidas de múltiples formas en el discurso espectacular de la escritura.
Enhorabuena a la Editorial Verbum por la lucidez de publicar el Teatro escogido de Amado del Pino y de advertir la fuerza de estos tres títulos que acaso sean, dados su desenfado y su madurez, los más universales del autor.