Taller con artistas aficionados: un espacio de participación plena
20/6/2019
En el año 1979, después de la creación en Cuba de las Casas de Cultura y el Movimiento de Artistas Aficionados, comenzó un impulso legítimo para el arte y la cultura. Desde entonces, ha sido la comunidad el espacio para que actúe el Instructor de Arte —figura protagónica en este boom cultural—.
Desde esa misma perspectiva de Instructor de Arte —en la especialidad de Teatro—, me propuse organizar un taller con los artistas aficionados de la comunidad de Bauta, Artemisa, en su Casa de Cultura. Me acompañó en este proyecto mi visión como dramaturgo, y la experiencia adquirida en las puestas en escena con la Compañía Rita Montaner, Teatro Primero, Teatro de las Olas y Teatro Blanca Becerra. Como objetivo básico, el proyecto tendría la valoración de su dramaturgia, constatar cómo los participantes la asumen, al tener de manera directa al autor en este espacio para la creación.
A partir de ahí se diseñó un programa convenido para seis meses de encuentros con cuatro horas semanales, donde se estudiaría una obra de mi autoría, María Luisa (con siete personajes), publicada en 2013 por la editorial Unicornio de Artemisa, y que fuera nominada al premio La puerta de papel.
Con María Luisa se hizo un estudio profundo del texto, considerando su fábula general: la historia de la poeta bayamesa María Luisa Milanés, que vivió en el Bayamo colonial y republicano, entre 1893 y 1919. Era hija del terrateniente Luisillo Milanés y de María García, y esposa de Ramón Fajardo.
En su misión de hacer una carrera literaria, enfrentó las hostilidades de un padre rígido, que se debate entre los prejuicios que niegan la realización profesional de la mujer; una madre abúlica e indiferente, y un esposo convertido en tahúr, que no la ama y derrocha los bienes económicos en serenatas diurnas y nocturnas; además de la maledicencia pueblerina que le achaca un amigo por amante (el buen Enrique). No hay otra salida para esta mujer que el suicidio, primero literario y después físico, cuando apenas tiene 26 años.
En esta historia de teatro surrealista, Salvador, un hombre del siglo XXI, se propone desmitificar a la Milanés, y viaja a Bayamo desde el Occidente cubano. Allí, como único personaje de ficción que es, se enfrentará a todos los personajes históricos que resucitan 90 años después.
Con esta tragedia, después de reflexionar a través de cada suceso, se hicieron varias representaciones en “silencio orgánico”, dividiendo el texto por unidades, que es como se hace en un montaje legítimo.
Después se pasó a “parar cada escena”, partiendo de improvisaciones. Así se llegó al montaje de la obra. Se estrenó y se hicieron varias representaciones en la Casa de Cultura. Cada representación terminó con un debate con los espectadores, quienes asimilaron muy bien la puesta en escena en una comunidad que siente en su panorama la ausencia de grupos de teatro, tanto aficionados como profesionales, a pesar de estar tan cercana a la capital.
Se percibió que tanto para los integrantes del Taller como para los habitantes de la comunidad sensibilizados con el teatro, María Luisa ha sido una eficaz opción para transmitir valores, por ejemplo, ante la muerte por suicidio o ante la angustia existencial por un hogar disfuncional.
El Taller ha sido un espacio interactivo de construcción conjunta en el que se han combinado la teoría y la práctica, y se han desarrollado capacidades y habilidades en un clima abierto, de confianza y libertad compartidas; de participación plena. Una óptima opción para llegar a la comunidad de manera mediata e inmediata, e insuflar valores tan importantes como la solidaridad, el respeto y la consideración hacia la otredad.