Rubén Darío Salazar ha dedicado más de la mitad de su vida al teatro, en especial al trabajo para niños. Sus personajes resultan caleidoscópicos, como las historias que recrea.
La vuelta del Teatro Nacional de Guiñol será un acto de justicia histórica y un necesario gesto de amor y respeto al teatro para niños y de títeres cubano.
Al meditar sobre las herencias culturales, me moviliza ese legado universal que nos hace asegurar, como bien fundamentó el dramaturgo, crítico e investigador Freddy Artiles, que Pelusín del Monte y Pérez del Corcho es nuestro títere nacional, nacido de un grupo de creadores con alto valor artístico.