“Nunca podré olvidarme de aquella resplandeciente mañana de agosto de 1920. Es una fecha estelar en mi humilde biografía. Se inauguraba el campeonato infantil de pelota en Víbora Park”.
“El beisbol es uno de los grandes amores de La Habana. Un dinámico fanatismo en el que la capital no concede alternativa a ninguna otra localidad cubana”.
“Es útil a los jóvenes cubanos el base ball; debe subsistir. Lo que importa es que le den su verdadero lugar, como diversión favorable al desarrollo físico, a la salud y al vigor mental; y no conviertan lo que debe ser solo un medio en el único objetivo de sus esfuerzos”.
“El Día de Reyes de 2017, por fin, le di la mano a Silvio Rodríguez. Y —a lo mejor, por un regalo que me hizo mi padre desde el cielo— el Día de Reyes de 2017 también le di la mano, por fin, a Frederich Cepeda”.
“He leído, en breves horas, sin detenerme un momento ni para encender un cigarro, las páginas encantadoras del folleto que ostenta su nombre al frente de estas líneas, escrito por uno de mis mejores amigos, que es también uno de los más fecundos, amenos y discretos escritores de la última generación”.
“Hoy Mongo no está entre nosotros. Pero yo lo sigo viendo ahí, como en los últimos tiempos, en su silla, con el radio de pilas bien pegado a la oreja, metido de lleno en el play off”.
El beisbol, la pelota, es un deporte, pero también es una forma de entender la vida. Y hasta de vivirla. Y en mi caso puedo decir que soy escritor gracias a que no pude ser pelotero. Un buen pelotero.