La Academia de la Historia tiene que continuar siendo generadora de ideas
La historia de los pueblos no es un amasijo inerte de acontecimientos. Es, por el contrario, savia insustituible en el crecimiento de las naciones, cuya impronta trasciende nuestra interrelación con lo contingente. Desde esta perspectiva —y sin intentar ser bola de cristal para predecir o acomodar el futuro—, se convierte en pilar irreemplazable en cuanto a manera de pensar, y nos adentramos en vericuetos de toda índole, en relación con los proyectos asociados al mañana.