Cuando hablamos de son en Camagüey es necesario acudir a experiencias de cultores y músicos que han vivido varias décadas; dibujar la historia de un género que, sin ser oriundo de esta zona, no deja de ser importante para el desarrollo sonoro de numerosas agrupaciones musicales.
A partir de la década del 30 comenzaron a surgir formatos como el sexteto Los Herrantes, dirigido por Luciano “Chano” Pulido Velazco, y compuesto por trompeta (Mero Zaldívar), tres (Víctor Láncara), guitarra (Emilio Batista), marímbula (Chano Pulido), botijuela (Timba Pulido) y bongoes (Walterio Mola).
En los años 40 y 50 existieron orquestas como La clave de oro y Los soneros del 40; aunque la más reconocida fue Avance Juvenil, dirigida por Enrique “Nené” Álvarez, una figura indispensable de la música cubana. Desde sus 18 años, Álvarez fue su cantante y director, y según el investigador Gaspar Marrero “ya existía con el nombre de Conjunto Avance a finales de los años 30”. Luego de una ruptura se volvió a armar y su hijo Adalberto Álvarez la lideró entre 1973 y 1976, año en el que se diluyó completamente.
El Conjunto Típico Camacho se fundó en noviembre de 1936 bajo las firmas norteamericanas Cocodrilo y La Llave. Entre sus primeros cantantes figuran “Nené” Álvarez, Gerardo Betancourt y Armelio Betancourt, que, además, fue su director fundador. Luego, a finales de los años 80, asume el nombre con que le conocemos hoy, Los Soneros de Camacho, bajo la dirección de “Nené” Álvarez, fallecido en 2017. Este excelente músico fue también compositor de numerosos sones populares, y se destacó por ampliar la sonoridad del anterior Conjunto Típico Camacho, al incluirle tres trompetas y piano.
El son llegó al centro del país muy diverso, y el formato jazz band fue uno de los más usados en aquellos primeros años: la Marquesano, la de Vitico González, los Hermanos Licea. Tocaban mucho son montuno al estilo de Chepín Chovén en Santiago de Cuba. Además, sobresalían la Tridimensional de Issac Wambrul, la orquesta Intermezzo de Ciego de Ávila, y la jazz band de Jorge González Allué. No obstante, existieron composiciones originales de sones, como el popular “Los buñuelos de Consuelo”, interpretado por La Nueva ideal de Guáimaro, aunque la mayoría de las agrupaciones montaban obras de agrupaciones nacionales como Rumbavana, la Roberto Faz, el Conjunto Casino de La Habana, Chapottín y sus estrellas, entre otras.
Según la investigadora Verónica Fernández, en los archivos de la Biblioteca Provincial de Camagüey se conservan algunas partituras de son en sus diversas variantes. Además de son montuno se puede encontrar bolero-son, guajira-son y guaracha-son de compositores que han sido casi totalmente olvidados, por ejemplo, Julio Riverón Cisneros. Es interesante resaltar que también se atesoran las partituras de “Motivos de son”, de González Allué, poemas musicalizados de Nicolás Guillen, con fecha de 1931, un año antes de las conocidas partituras de Amadeo Roldán y Alejandro García Caturla sobre ese poemario. El análisis y montaje de esas partituras es tarea pendiente para investigadores y músicos camagüeyanos.
Los cultores camagüeyanos del son han bebido de todas las influencias sonoras, impregnándole un sello propio.
El triunfo de la Revolución cubana trajo consigo la creación de orquestas como el Conjunto Ramos y el Conjunto Sorpresa, este último se funda en 1961, y es dirigido por Arturo “Fonte” Cansino. También en Nuevitas existió un conjunto llamado Jóvenes del Ritmo, que luego se convirtió en Son de Cuba, dirigido por el pianista Máximo Fernández. En esa década, además, se destacó La Sonora camagüeyana, liderada por el bongosero Justiniano Benítez; en esta agrupación sobresalió Diógenes Monte de Oca, hoy cantante de Soneros de Camacho.
En Camagüey, el son se cultivó en los formatos instrumentales de conjuntos y orquestas fundamentalmente, y en menor medida en septetos. Tal es el caso de las charangas, el Son de Romelio Nicola, La armonía de Vertientes, Ritmo Moderno y la Maravilla de Florida, que interpretaban danzón, chachachá y son.
Maravilla de Florida —desde su fundación en 1948— fue una orquesta muy popular. En los años 70 y 80 el importante compositor de Santiago de Cuba, Rodulfo Vaillant, le compuso varios sones que se hicieron muy famosos, entre ellos recuérdese “Carne con berenjena”. Por esa orquesta pasaron importantes músicos como los ya desaparecidos José Hernández Laíto y Eladio “Pancho” Terry. Este último, además de violinista y tocador del chequeré, popularizó temas como “Rafael y el catarro” y el “Son guambarí”. Igualmente, de la dupla Pedro Pablo Núñez y Manolito Simonet nacieron sones que aún son interpretados por otras orquestas. Temas como “A recogerse” y “Tremendo personaje”, de Pedro Pablo, y ¡Ya para qué” y “Ciudad vacía”, de la autoría de Simonet, llevaron al estrellato a la Maravilla… en la década de los 80 del pasado siglo. El actual director, Norberto Puentes, mantiene en las composiciones y arreglos la expresión sonera en temas como “El barrio” y “Guárdate un son para mayo”, por solo citar algunos de los números más conocidos de su autoría.
En Camagüey existieron muchos lugares donde se escuchaba la música popular, principalmente el son y el bolero. Entre los clubes de asociados adolescentes y jóvenes de clase media sobresalían El Ferroviario (club social donde había que afiliarse), El Atlético y La Popular; en este último se organizaban presentaciones de orquestas nacionales como la Banda Gigante del Benny Moré, que alternaba con orquestas del patio como Avance Juvenil. Además, existieron dos sociedades de ricos, el Tenis Club, hoy Centro Cultural Casino, y el Country Club; así como otros lugares donde no había que asociarse, como los clubes nocturnos El Copacabana, el Morocco Club, hoy El Caribe y La Bolerita. En ellos se crearon agrupaciones para amenizar los espectáculos que asumieron el propio nombre de esos espacios, tal como ocurre con la orquesta Caribe y la Saramaguacán. Del mismo modo existieron clubes para negros donde tocaban orquestas bailables.
Las agrupaciones musicales tuvieron la oportunidad de grabar en la emisora Radio Cadena Agramonte, fundada el 9 de junio de 1957 por Raúl Alarcón; pero debido al avance de la tecnología y a que no se han digitalizado esas grabaciones, en la actualidad no es posible analizarlas. Tarea pendiente para futuros análisis y trabajos investigativos de la música en Camagüey.
El son, sin ser oriundo de esta zona, no deja de ser importante para el desarrollo sonoro de numerosas agrupaciones musicales en Camagüey.
A partir de los 70 se comienzan a desarrollar los septetos como Trova camagüeyana, Musicora y Son Iré. En 1993 se funda Los siete del son, que luego, exactamente en 1997, se reducen a Trío Camagüey, compuesto por Humberto Castellanos Telles, Eliseo Saavedra Delgado y Aurelio Mederos Delgado.
El 18 de septiembre de 1993, dirigido por Luis Stevenson, se crea el Septeto Son Entero, que se ha mantenido hasta hoy bajo la dirección de Michel Hernández; él junto a Dawlyn Aldana han enriquecido el catálogo de sones en la provincia con sus composiciones y arreglos novedosos.
En 2002 se funda el septeto de son tradicional Mokekeré, con el fin de acompañar a la cantante Candita Batista. Y volviendo atrás por un instante, no podría dejar de mencionarse el Septeto 1920, bajo la batuta de Rubén Campos Choribí. Este excelente trompetista introdujo las improvisaciones al estilo del jazz dentro del son y sus arreglos sonaban al estilo del Septeto Habanero.
Si bien Camagüey es cuna de figuras importantes que han llevado el son a su máximo esplendor, no podemos afirmar que se ha desarrollado en ella una estilística nueva o un son diferente al oriental o al del occidente cubano. Los cultores camagüeyanos han bebido de todas las influencias sonoras, impregnándole un sello propio, con lo cual han alcanzado carácter nacional. Seguir la ruta del son es una tarea pendiente para continuar descubriendo sones y soneros que hicieron y hacen mover a Camagüey.