Sobre un premio desierto y otras variaciones

Alberto Guerra Naranjo
24/3/2017

Un jurado declara un premio literario desierto y siembra una pátina de incertidumbre entre los escritores, como nadie es capaz de imaginar; afecta su autoestima colectiva al máximo, los deprime al punto del desamparo estético, los desvaloriza como a bichos de laboratorio, los machaca, los insulta, los estropea, y, lo peor de todo, si se trata de un importante premio donde participan escritores de este punto difícil del mundo, priva de miles de pesos a uno de ellos, al mejor de los necesitados, al que con sumo esfuerzo envió su manuscrito, al talentoso y al talento. Algo así expresé a mis cuatro colegas, jurados del Premio de Novela Casa de las Américas, en el año 2013, opuesto con todas mis fuerzas a que ese fuera el veredicto, pero mi otro colega y yo no pudimos impedirlo.


 

Ah, pero por estos días, triste repetición de un hecho trágico, otro jurado de un premio literario importante decide declararlo desierto y la ciudad letrada en pleno (específicamente los narradores) anda en crisis estética por esa noticia, que pocos asumen con normalidad. El importante Premio de Cuentos Alejo Carpentier fue declarado desierto por los críticos Alberto Ajón, Víctor Malagón y Jorge Ángel Hernández Pérez (HP), quienes advierten que no había un solo libro de entre 25 que poseyera suficiente calidad literaria para alzarse con el monto de 3 000 CUC y una publicación distinguida.

Pero como si no bastara con semejante noticia, uno de ellos, Jorge Ángel Hernández Pérez (HP), ha publicado sus fundamentaciones en la revista virtual La Jiribilla: La nada y el premio literario, con el ánimo de remover un poco más el triste espacio por donde andan mal parados 25 escritores de cuentos que enviaron sus obras bajo seudónimo.

Pareciera como si un verdugo echara sal en la herida de su oponente amarrado en el cadalso, y no es justo. Con el paso de los días he ido conociendo a varios de los participantes, escritores de probada calidad, cuyos nombres no voy a mencionar, de quienes dudo mucho, por su experiencia y talento demostrado, que no pudieran prestigiar con sus obras dicho premio literario.

En nombre de los 25 concursantes de ese premio, como Presidente de la Sección de Narrativa de la Unión de Escritores (UNEAC), responsabilidad por la que fui elegido en voto secreto y democrático para estos menesteres, y en el mío propio, debo responder a HP.

¿Acaso no podría ser yo quien estuviera equivocado por no considerar el pleno derecho de tres críticos a declarar un premio desierto?, ¿y si fuera una rotunda verdad que ninguna de las obras presentadas poseía suficiente rigor literario para ser premiada?, ¿cómo saberlo si las desconozco y fueron ellos quienes gozaron de esa elemental ventaja?, ¿cómo no hacer el ridículo?,¿cómo responderle al crítico Jorge Ángel Hernández Pérez (HP) sobre su categórica afirmación de que entre 25 autores cubanos no había calidad literaria para premiar un libro?, ¿cómo no parecer un escritor resentido ante el extraordinario regocijo del colega HP, por haber sido jurado de un premio importante que dejó desierto, dicho persona a persona (nos consta), o gritado a cuatro vientos como si estuviera de fiesta?, también nos consta.

Apelaré al único recurso que encuentro razonable en este caso. No tengo otro remedio. Saldré del sobre lacrado y de mi seudónimo para confesar que fui uno de los 25 participantes en el Premio Alejo Carpentier de cuentos de este año. Concursé con un manuscrito llamado El pianista del cine mudo, al que considero, sin que me tiemble un músculo, de probada calidad para obtener ese premio.

Confieso más: en el supuesto caso de que otro colega de los 24 restantes hubiera obtenido ese premio, me hubiera sentido sumamente feliz, pues un autor como yo, con los mismos anhelos, talentos y vicisitudes, iba a recibir 3 000 necesarios CUC, publicar su libro en una excelente edición y resultar promocionado por un tiempo, como le ha ocurrido a los colegas premiados durante estos años en que también participé.

Daniel Díaz Mantilla obtuvo el Premio de Cuento Alejo Carpentier cuando fueron jurados Yunier Riquenes, Esther Acosta y Jesús David Curbelo; Sergio Cevedo, cuando María Liliana Celorio, Daniel Díaz Mantilla y Raúl Aguiar; Emerio Medina, cuando Ana Luz García Calzada, Georgina Pérez Palmés y Sergio Cevedo; algo que me da mucho placer, pues, aunque no lo obtuve, el premio no quedó desierto.

Un premio literario, aunque se ha convertido entre nosotros, de manera  superficial y peligrosa, en la única variante para legitimar autores, no es el final de un ciclo sino su comienzo. ¿Acaso no deberían ser la posterior publicación, lectura masiva y estudio crítico de una obra literaria los elementos que realmente legitimen el libro de un escritor de ficciones?

Debería ser, pero entre nosotros no está ocurriendo así; en más de una ocasión en importantes reuniones he escuchado sobre la necesidad de potenciar un premio literario (que es el principio de todo), en vez de acumular entusiasmos para la visibilización y estímulo de las obras de valor demostrado en el tiempo y a sus olvidados escritores, tanto vivos o muertos (que es el final del ciclo).

Ese, considero, sin desdorar los premios y concursos, por supuesto, es el verdadero camino que debería conseguir el buen arte, de lo contrario se estimularían solo las obras de los ganadores de premios y no las de alta calidad literaria, que no siempre van de la mano, porque donde circula tanto dinero (3 000 CUC en el Carpentier) también pudieran interferir razones extra literarias.

Es por ello que los escritores cubanos deberíamos poseer un instrumento mejor que el actual para encargarse de menesteres tan sensibles, algo que sea un poco más profundo que un Instituto Cubano del Libro (ICL), cuya misión principal no somos nosotros (el sujeto) sino producir libros (el objeto). Digamos que ya es hora de volver a contar con una Dirección Nacional de Literatura, o con algún instrumento que nos advierta con carácter de sistema, no a trompicones, de feria en feria, de premio en premio.

Hace unos días presté el manuscrito de El pianista del cine mudo a un lector interesado en su lectura, luego de conocer que yo había participado en ese premio desierto y me escribió lo siguiente:

“He comenzado tus cuentos, y aunque aún no los termino de todos modos quería decirte que están realmente muy buenos…, muy muy buenos, los estoy disfrutando, te voy diciendo mi lectura en la medida que avance (será más o menos acertada pero es la mía). En tus cuentos el lenguaje es en primera instancia de lo que se trata, al final todo va de eso, ¿no? Nos movemos y participamos del lenguaje (un tema base que también me apasiona), así los personajes, y sus circunstancias, donde el lenguaje se propone como espacio de libertad, de poder, de posibilidades muchas… desbordando las propias limitaciones del texto y de sus personajes, nuestra propia situación de personajes en un texto. Cada cuento con su estrategia discursiva, con una elección muy acertada, y tremendo dominio narrativo. En el primero por ejemplo, Saxo, vas conectando universos sígnicos aparentemente imposibles de conectar, donde elementos (dados desde vasos comunicantes) que transcurren simultáneamente y sin aparentemente ninguna posibilidad de conexión, forman un mismo universo, se confunden, a través del lenguaje, el saxo como símbolo del arte, espacio de libertad, de realidad otra, allí el dolor humano, el deseo, la violencia, la frustración, el anhelo, y sus historias particulares importan porque sin ellas no hay historia, pero no importan en tanto la historia es un mero pretexto que será subsumido por un lenguaje que los excede…

En el segundo cuento las variaciones de un mismo tema… donde la invención literaria hace del personaje un ser trinitario cuya historia no es más que una fantasía erótica del propio personaje en cuyo devenir encarna censura-cuerpo represivo-censurado.­ Me encanta la línea de la última “variación”: “con ciertas sutilezas, han logrado combinar los artificios, y yo, Eladio Delgado, un escritor de éxito, de mucho éxito, me convierto en un joven periodista, que se bate con patrullas de los años cincuenta”.

Me gustó mucho El hueco, también está el tema del diálogo intertextual (por ejemplo; No me lo mire a los ojos, me recuerda a Diles que no me maten), me lleva a Semejante a la noche, de Carpentier, donde las transiciones son geniales. En general, en varios de los cuentos (leí hasta Un simple ratón te envenena) el tratamiento espacio-tiempo tiene mucho de carpenteriano, y de El Hueco el final es estupendo (no me gustó tanto el de Como gotas de agua).

Luego me divertí mucho con Los lastimados. Los personajes dan pena, por su limitación al texto, a sus circunstancias, dan fuerzas, por su trascendencia de él.

Son algunas ideas, así sin mucho orden (quiero decir en un “texto bien escrito”), y aprovecho brechas en el trabajo,…. pero igual quería irte compartiendo. Saludos para ti, y seguiré disfrutando de tus historias esta semana.”

Por supuesto, como sostengo algunos intercambios por correo electrónico, después de leer estos criterios de lector no pude contenerme (un escritor que ha participado en un premio desierto se siente, por mucho que lo evite, machacado, insultado, estropeado, como bicho de laboratorio, con la autoestima en el piso)  y lo pasé a mi querido Jorge Ángel Hernández Pérez (HP) y a algunos otros escritores. HP, entonces, con su buen humor y temible agudeza, me respondió lo siguiente:

 “Mi queridísimo amigo Alberto Guerra, creo que haría exactamente como

tú: entre el criterio de un lector y el de un crítico, escogería el del lector. Es alentador, tranquilizante, anti estrés y relajante. No cejes, pues.

                                                                Jorge Ángel Hernández Pérez”

 

En realidad no tiene toda la razón mi amigo HP, en literatura como en las otras zonas del drama, importan todos los actantes y todas las opiniones, tanto de críticos como de lectores, aunque sean las de la academia (léase ensayos y tesis universitarias), las deseadas por la mayoría de los escritores, pues ellas ofrecen evidencia pesada y la necesaria legitimación en un campo tan subjetivo.

El hecho de que algún ensayista seleccione un libro de ficción de un autor y no de otro, y dedique su escaso tiempo para deconstruirlo, analizarlo,  pensarlo y publicarlo en una veintena de cuartillas, constituye un acto de legitimación considerable y superior al mejor de los premios.

Pero bueno, sin olvidar lo importante que es la opinión de un amable lector, doy toda la razón a HP (alguien que supongo debería trabajar en defensa de la humanidad), acepto su rotundo criterio y de paso, obligado por la circunstancia, aprovecho para exponer otro dictamen. Esta vez de un crítico que participó como jurado en ese mismo premio Alejo Carpentier en años anteriores y que al parecer no quedó inalterable con mi libro y terminó evaluándolo, exactamente el mismo libro que esos tres jurados de ahora descalifican con tanta eficiencia y rigor:

“Sinopsis y evaluación. Autor: Alberto Guerra Naranjo. Género: Cuento

Una selección de cuentos de buena factura en su mayoría. En la cotidianidad reflejada alcanzan la universalidad en los temas, por la forma en que son tratados.

Un simple ratón te envenena nos cuenta cómo un hombre va cada tarde a un bar; a diario un grupo de jovenzuelos se reunían afuera obstruyendo la entrada; el hombre pretende abrirse paso y es atacado por el grupo de jóvenes, que resultan arrestados. Otro día deciden tomar venganza, lo acorralan y no le queda otra al protagonista que lanzarse desde lo alto de un edificio en construcción a donde había ido a parar huyendo del grupo atacante. Muy bien logrado, con final electrizante, inesperado y cargado de fuerza narrativa.

Nostalgia San José narra la historia de un escritor cubano que va a Costa Rica como parte de una delegación e intenta además vender uno de sus libros. De forma inesperada, después de varios intentos, logra su propósito ayudado por un travesti quien le organiza una presentación en el club donde trabajaba. Muy coherente y redondeada historia que fluye en su lectura de principio a fin. El relato concluye con un final estremecedor.

Bos Taurus muy original y fantasioso. El pianista de cine mudo nos adelanta el final predecible, pero está muy bien logrado, justo llevando al lector a buscar ese final.

En general, la selección es muy coherente. El autor muestra oficio, domina el arte de narrar y las técnicas que requiere el género. Los personajes están bien diseñados, hay buen uso de lo ficcional, los relatos resultan atractivos e intensos y está bien marcada la distinción del conflicto.

Es un texto que amerita su publicación.”

¿Advierte usted alguna coincidencia entre lector y crítico, estimado HP?          Por suerte, para el pobre escritor que soy, la relación de mi obra narrativa con los críticos que me exige y recomienda HP goza de una excelente salud, si tenemos en cuenta la escasa crítica literaria que se realiza entre nosotros, donde, como ya expuse, se visibilizan más los premios literarios que los libros probados. A propósito, no está mal que exponga alguna evidencia de esa favorable relación de autor y crítica:                                      

Blasfemia del escriba: la sinceridad al servicio de la palabra, por Anette Jiménez Barata (Cuba)

La blasfemia voluntad, por Antonio Armenteros (Cuba)

Blasfemia del escriba, por Mauricio J Almonte (Universidad Atlanta. Florida. EU)

Alberto Guerra Naranjo: Com tato cubano (Kitabu editora), por Ricardo Riso (Universidad de Río de Janeiro. Brasil)                                  

Análisis del cuento Aporías de la feria, por Gretel L Martínez Pérez (Ensayo. Universidad de La Habana.)

Tránsito de la literatura al audiovisual: el narrador en Los heraldos negros, un cuento de Alberto Guerra Naranjo, por Odalys Saray Amorós Ramos (Tesis. Universidad de La Habana).

Las angustias de la escritura en seis cuentos de Alberto Guerra Naranjo, por Paula Guillarón (Tesis. Universidad de La Habana)

Disparos en el aula y Finca vigía, cuentos de Alberto Guerra Naranjo, por Wang Sigi y Lui Hui (Tesis. Universidad de La Habana y China)

Textos en tránsito, por Esther Gimbernat (Ensayo. Universidad de Colorado. EU)

Espero que con semejante evidencia de mi relación con el ojo crítico, mi amigo HP advierta que declarar desierto un premio tan importante como el Alejo Carpentier de cuentos, haya sido un grave error (tal vez el más grande de su vida), y una grave irresponsabilidad del jurado y de la institución encargada de asegurarse la requerida seriedad que significa un acto tan desacreditador de escritores cubanos como este, y no la carencia absoluta de calidades literarias en los participantes en dicho concurso.

Recuerde HP que yo soy uno solo y falta el análisis de los otros 24.

Pero bueno, HP justifica su dictamen argumentando que otros premios este año también quedaron desiertos y es la segunda vez que en Narrativa ocurre algo así. Ya había pasado en el año 2007, cuando los críticos Alberto Garrido, Cira Romero y Marta Rojas asumieron la triste decisión de declarar desierto el Premio Alejo Carpentier de Novela, por no encontrar en ninguna de las participantes calidad necesaria para merecerlo.

Ah, pero la vida tarde o temprano resuelve sus inconsecuencias. Luego de aquella triste noticia, la destacada escritora Mirta Yáñez y yo nos enteramos que ambos habíamos participado en el mismo concurso desierto, y Sangra por la herida, su excelente novela, fue publicada después con un éxito tremendo, leída con inusitado fervor y obtuvo nada menos que el Premio de la Crítica.

Pero La soledad del tiempo (este dato debería encantarle a HP), no quedó muy detrás en cuanto a resonancias, que es al fin y al cabo la razón por la cual escribimos ficciones, creo, y publicada por Unión ha sido objeto de numerosos estudios críticos: 

La soledad del tiempo: una novela que duele, por Yonnier Torres (Jiribilla, Caimán Barbudo)

Cuando regresan Los heraldos negros de la aurora o una épica de la eticidad intelectual, por Gina Picart (Cubaliteraria)

La soledad del tiempo: ética y escritura, por Marilyn Bobes (Granma, Cubaliteraria)

El tiempo siempre triunfa, por Alberto Marrero (Juventud Rebelde, UNEAC)

Tres escritores habaneros, según Alberto Guerra Naranjo, por Pedro Pérez Rivero.

Historias de un escritor decepcionado, por Yandry Fernández Perdomo (Islas del sur)

La insoportable soledad del ser, por Eldys Baratute (Cubaliteraria, UNEAC)

Sudor, soledad y escritura en una novela de Alberto Guerra, por                                                           Paula Guillarón (UNEAC)

La Soledad del Tiempo: un cristal a toda prueba, por Rosa María Medina Borges.

La soledad que nos acecha, por María Matienzo (revista Esquife)

La tentación de quedar bajo la exuberante sombra de un árbol crecido en la soledad del tiempo (revista Villa Clara), por Arístides Vega Chapú

Rigor de la palabra en el tiempo, por J.R. Fragela.                                   

La soledad del tiempo, de Alberto Guerra Naranjo, por Juan Echazarreta (Chile)

Roberto Zurbano sobre la novela “La soledad del tiempo” (TV. Sitio del Arte)

Ana Cairo y Víctor Fowler, El tema negro en la literatura cubana de los años 90 (TV, Canal Educativo y en libro Presencia negra en la cultura cubana)

Jorge Fornet, Elogio de la incertidumbre, Cuba novelada. (Ensayo. Cuba)

Carlos Uxo, Personajes afrocubanos en la narrativa cubana (Ensayo. Universidad La Trobe. Australia)

Elzbieta Sklodowska, Palabras mutiladas/miradas entrecruzadas: el escritor negro y la autoficción en La soledad del tiempo de Alberto Guerra Naranjo. (Ensayo. Universidad de Washington. San Luis. E U)

Confieso que soy una persona optimista, un escritor optimista, porque dependo de mi obra probada y de mí, no de los premios literarios, y considero, queridos colegas Alberto Ajón, Víctor Malagón y Jorge Ángel Hernández Pérez (HP), que en el caso de este premio de cuentos desierto ocurrirá como hace 10 años con el premio de novela desierto.

De entre los 25 autores que con sumo esfuerzo y fundamentadas esperanzas enviaron sus manuscritos al premio Alejo Carpentier del 2017, al menos dos de ellos, o tal vez tres o cuatro, publicarán sus libros de cuentos con un éxito rotundo y ofrecerán una favorable resonancia con los lectores, que es la aspiración que cierra el ciclo y no otra, tal como le ocurrió a la escritora Mirta Yáñez y a este humilde servidor, Alberto Guerra Naranjo, que no tolera  inconsecuencias cuando de rigor literario, respeto al prójimo y de escritura se trata.