Sobre cascos negros de luz intensa

Laidi Fernández de Juan
5/1/2017

Arístides Vega Chapú (Santa Clara, 1962), poeta, narrador, promotor cultural de varios espacios, conductor de programas literarios de la más diversa índole, polémico, inconforme por antonomasia, posee, obviamente, una proverbial laboriosidad. Su quehacer literario no se amedrenta ante casi ningún género: cultiva la poesía, la literatura para niños y jóvenes, la novela y el cuento. La colección No hay que llorar, con la cual obtuvo el premio Memoria, del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, recoge testimonios de cerca de una veintena de artistas cubanos, que compartieron sus vivencias del Período Especial, dando respuesta a la convocatoria que con tales fines hiciera Arístides.

foto del escritor cubano Arístides Vega Chapú
Arístides Vega Chapú. Jurado del Premio Casa de las Américas 2017, género testimonio. Foto: Internet

Querido por varias generaciones (basta presenciar el despliegue de su encanto al dirigirse a un público infantil con el mismo esmero con el cual dialoga con ancianos de su barrio, con sus vecinos, con músicos, con pintores, con jóvenes que recién se inician, o con Premios Nacionales consagrados), Vega Chapú es, sin dudas, una criatura cuyo carisma resulta admirable. Es casi imposible imaginar un proyecto literario santaclareño en el cual no esté involucrado tan entrañable trabajador. Sus libros más recientes son Lluvia colorada (Capiro, 2014) y Doce plantas bajo el sol (Ediciones Matanzas, 2015), que fue finalista en el Concurso Fundación de la Ciudad de Matanzas, años antes.

Ediciones Capiro lanzó en 2016 Cascos negros de luz intensa, selección de narraciones con la cual Vega Chapú obtuvo el primer lugar en la XXVII edición del Premio Literario Fundación de la ciudad de Santa Clara. El jurado, integrado por Julio Travieso, Francisco López Sacha y Ernesto Peña González, decidió que fuera este libro, y no otro, el premiado. Al respecto, ha dicho Travieso: “Con sus relatos de lo cotidiano trascendente, Arístides Vega se adentra con maestría en la línea de la literatura cubana del realismo de la miseria, iniciada en los años noventa”, criterio con el cual coincido.

En los doces cuentos que integran el volumen (curiosamente doce, como Doce plantas bajo el sol), aparece, en efecto, el realismo de la miseria. Sin embargo, el autor no aborda dicho tema desde una postura procaz, sino con cierta elegancia, como quien sufre la circunstancia que le ha tocado en la vida y es capaz de encontrar artilugios para sortear la escasez material. El cuento que da título al libro, por ejemplo, resume en pocas líneas varias de las problemáticas que nos rodean: la homofobia, los cortes de luz, la desvalorización del acto sexual, la familia monoparental por abandono de la figura paterna, el sacrificio descomunal de la madre cubana, la ansiedad por salir de la Isla. Todo ello, visto desde la perspectiva de alguien que ha decidido permanecer en estas costas, a pesar de todo. Hasta puede considerarse un cuento “tierno”, por la obsesión del hijo en ayudar a su madre, devota de Santa Bárbara.

Otro ejemplo de esta resistencia a la que aludo, aparece en “Concertista de restaurante para extranjeros”, una de las narraciones más hermosas de Cascos negros de luz intensa. Una intérprete de piano (de muy alto nivel), devota de Alejandro García Caturla, se gana la vida tocando en un restaurante para turistas, donde encuentra a una curiosa pareja que le propone algo que ella considera inaceptable, a pesar del enjundioso provecho que podría obtener. Arístides es un profundo conocedor de música: proviene de una familia que ejerció el magisterio en dicha manifestación; su madre y su tía tocaban el piano, y su hija el chelo, de manera que no improvisa al hablar de estos temas, como queda evidenciado en su novela Steinway & Sons, publicada en Madrid.

No solo en “Concertista…” se vislumbra el tono melódico que este escritor, aun sin proponérselo, otorga a su estilo. En otros cuentos, como en Tren S, La despedida y Fotos deshechas, una triste cadencia musical acompaña la lectura de los textos, una especie de balada del desamor. A diferencia de libros anteriores de Vega Chapú, este carece del humor literario que tan bien maneja el autor, y que hemos disfrutado con creces. Además, en esta entrega, el lenguaje es mucho más cuidado, de mayor vuelo, de un garbo que demuestra madurez y consolidación. El público seguidor de la obra de Arístides agradecerá que cascos negros iluminen, con la luz intensa del ingenio, la muestra talentosa de uno de nuestros más prolíficos creadores.