“Se ha prendido la hierba dentro del continente
las fronteras se besan y se ponen ardientes
Me recuerdo de un hombre que por esto moría
y que viendo este día como espectro del monte
jubiloso reía”[1]
Soberanía es de los conceptos que más se trabaja y al que más se apela cuando se lucha por la construcción y la supervivencia de un camino propio, con una contradicción implícita, determinante, constituyente: independencia y autoridad suprema; en un punto de la elipse de una contradicción mayor entre naciones e imperios.
Así es Cuba, así peleó por estar y así pelea por mantenerse, sabiendo que su partida también se juega en el complejo mapa de ascensos y estancamientos de las potencias a lo largo y ancho del globo.
La victoria de su Revolución no solo inspiró el surgimiento de una nueva izquierda que se desplegó en todo el continente, “calentando” la Guerra Fría en nuestras tierras, sino que trajo consigo una alianza con la Unión Soviética por primera vez en la historia en América Latina. Un potencial punto de expansión hemisférica, que ayudó al crecimiento de las izquierdas legales y también a la radicalización de la protesta sindical y estudiantil contra Estados Unidos.
Hablamos, quizás, de la victoria revolucionaria de mayor trascendencia a nivel regional (si no mundial), teniendo en cuenta las diferencias en juego: las dimensiones de un pequeño país empobrecido frente a una potencia mundial en proceso de consolidación, pero, sobre todo, teniendo en cuenta la proximidad geográfica de ambas naciones (530 km), y, ni qué hablar, a la luz del proceso histórico, en el que todavía se mantiene hasta nuestros días, del más aberrante bloqueo económico jamás cometido contra otra nación. Es recién ahí cuando uno entiende la osadía en los versos de Carlos Puebla cuando cantaba “Cómo es posible que al gato, le meta miedo el ratón”.[2]
El 26 de Julio no solo fue el puntapié de la Revolución en Cuba, sino que significó para América Latina, y el mundo entero, la posibilidad de erguirse frente a los intereses del capital y las oligarquías nacionales, reivindicando independencia, soberanía y autonomía de los pueblos. Fue el faro guía al que se recostaron los movimientos sociales, políticos y político-militares que en el continente lucharon por un cambio en favor de los sectores más explotados de sus respectivas sociedades.
Podemos vernos tentados a pensar que todo es culpa de la casualidad. Como si la casualidad tuviera vida y eligiera, y no fuera ―justamente― el resultado de la vida y las elecciones.
Las elecciones
“Señor Presidente, Señores Delegados: la representación de Cuba ante esta Asamblea se complace en cumplir, en primer término, el agradable deber de saludar la incorporación de tres nuevas naciones al importante número de las que aquí discuten problemas del mundo. Saludamos, pues, en la persona de su presidente y primeros ministros a los pueblos de Zambia, Malawi y Malta. Y hacemos votos porque estos países se incorporen desde el primer momento al grupo de naciones no alineadas que luchan contra el imperialismo, el colonialismo y el neocolonialismo”.[3]
Así arrancaba el “Che” su discurso en la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1964, en Nueva York. A tres años de que Cuba repeliera una invasión gringa en la ensenada conocida como Bahía de Cochinos, y a dos años de una crisis que casi transforma la Guerra Fría en una Guerra Nuclear, conocida como “Crisis de los misiles”, cuando Cuba acordó con la Unión Soviética la instalación de misiles nucleares de alcance medio.
Elegimos la casualidad de traer al hoy este discurso, en el marco de los 64 años del triunfo de la Revolución cubana, para dimensionar:
– Por un lado, el ridículo del imperio al negar la participación de Cuba en la última Cumbre de las Américas, desarrollada en Los Ángeles, California. Una Cuba sin misiles nucleares y con un bloqueo que tiene más de 60 años, que en Uruguay ya podría jubilarse, aunque tendría que apurarse porque el gobierno de Lacalle Pou ya envió al Parlamento un Proyecto de Ley que reforma la seguridad social y ―en él―aumenta la edad de retiro.
– Por otro lado, el contenido. Una nación agredida, con urgencias, pero que elige primero saludar la incorporación de otras naciones a una de las reuniones más importantes dentro del concierto internacional, que no es más que destacar la importancia de una mayor participación en la discusión sobre los destinos del mundo. Antiimperialismo puro y duro.
El 26 de Julio no solo fue el puntapié de la Revolución en Cuba, sino que significó para América Latina, y el mundo entero, la posibilidad de erguirse frente a los intereses del capital y las oligarquías nacionales, reivindicando independencia, soberanía y autonomía de los pueblos.
La vida
El 10 de marzo de 1952 el ejército al mando de Fulgencio Batista, quien ya había participado del golpe de Estado cívico-militar de 1933, intervenía las elecciones y daba un golpe de Estado. Con el agravante de que Batista era uno de los candidatos presidenciales, pero las encuestas lo ubicaban en tercer lugar, mientras que en el primer lugar ubicaban a una alianza de sectores de izquierda bajo la consigna “vergüenza contra dinero” junto al Partido Ortodoxo.
Si bien el gobierno saliente de Carlos Prío tenía fuertes lazos con Estados Unidos, y hacia ese país huyó el mandatario luego del pronunciamiento militar, la dictadura de Batista garantizaba con mayor seguridad los intereses económicos de la potencia del norte. Al punto de que no llegaron a pasar dos semanas del régimen de Batista, que ya el gobierno estadounidense lo estaba reconociendo oficialmente.
La política económica del nuevo régimen respondió a los intereses del imperialismo y la oligarquía burgués-latifundista, disminuyendo el salario real de los trabajadores, con un desempleo que alcanzó a un tercio de la población apta para el trabajo, con campesinos teniendo que elegir entre pagar rentas abusivas a los terratenientes o el desalojo. En un marco de disparidad entre la ciudad y las áreas rurales, por ejemplo, en la mortalidad infantil, cuyas cifras en el campo doblaban a las de la ciudad, y si el analfabetismo en la ciudad era del 11 %, en el campo era del 40 %.
Una desigualdad notable en términos de ingresos y una gran brecha social. La mayor parte de las tierras de Cuba estaban en pocas manos, la corrupción era “una plaga” y el comercio exterior era controlado por el mercado de Estados Unidos, que además de concebir a Cuba como una “neocolonia” también la concebía como un “burdel”… más de 10 000 cubanas se dedicaban a la prostitución.[4]
Pocas posibilidades de estudio, escasa atención médica, alza de alquileres, de servicios y de los productos de primera necesidad. La discriminación racial también creció y el recrudecimiento de la represión al movimiento popular terminó por lanzar al pueblo cubano a la lucha, quizás cumpliendo con la premisa que Trotsky esbozaba en el prólogo al tomo I de Historia de la Revolución Rusa: “Las masas no van a la revolución con un plan preconcebido de la sociedad nueva, sino con un sentimiento claro de la imposibilidad de seguir soportando la sociedad vieja”.[5]
Antecedentes
Luego de un año de clandestina preparación, con escasos recursos y un pobre armamento, Fidel Castro y un pequeño grupo de revolucionarios ―dentro de los que podemos destacar a Abel y Haydée Santamaría, Raúl Castro, Melba Hernández, Renato Guitart, Raúl Martínez Ararás y José Luis Tassende, entre otros 150 jóvenes combatientes― se lanzaban a tomar los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes, en la localidad de Bayamo ―hoy Provincia de Granma―. Hablamos de la segunda fortaleza militar en Cuba, como lo era en su momento el Moncada, y de una localidad que adquiriría vital importancia en la última etapa de la lucha revolucionaria, por el grado de conflictividad de su gente y ser una de las ciudades más cercanas a la Sierra Maestra.
Una acción que abriría una nueva etapa de combate contra la oligarquía y el imperialismo, destacando la acción armada como medio principal de lucha, pero que, sin embargo, se iniciaba con una derrota dado “El fracaso del factor sorpresa, unido a la enorme superioridad numérica de las fuerzas de la tiranía ―quince a uno sobre los revolucionarios―”.[6]
El fallido asalto a los cuarteles mencionados no cumplió con el objetivo de desarrollar una ola revolucionaria inmediata, encima, el sanguinario dictador Fulgencio Batista ordenó la matanza de varias decenas de los prisioneros, pero la conducta de los jóvenes revolucionarios y la autodefensa de Fidel convirtieron el juicio en una victoria política ―con la amnistía a los presos políticos en febrero de 1955― que precipitaría las condiciones subjetivas del cambio. Del país y del continente entero, hasta nuestros días.
Hablar de la década del 50 en nuestro país, Uruguay, es hablar del nacimiento de la Liga Federal de Acción Ruralista, de tendencia conservadora reaccionaria, el nacimiento del “ruralismo”. Una piedra en nuestra historia que se mantiene hasta hoy, hablamos del papel que los sectores ruralistas comenzaron a tener en la política de nuestro país. Y coincide con lo que se vivía en Cuba, porque se trataba de movimientos regionales y mundiales en el marco de la Guerra Fría, marco necesario para entender el nacimiento de los distintos movimientos de liberación nacional.
El triunfo de la revolución en China, liderada por Mao Tse Tung y el Partido Comunista, transformando al gigante asiático en la República Popular China; la Guerra de Corea en la que Estados Unidos apoyaba al Sur, mientras que China y la URSS apoyaban a Corea del Norte; la Primera Guerra de Indochina, de 1946 a 1954, en la que el Viet Minh (liderado por el Partido Comunista Indochino: Nguyên Tât Thành más conocido como Hô Chí Minh, “el que enseña”; Võ Nguyen Giáp; Lê Duân y Pham Van Dong) derrota a Francia apoyada por Estados Unidos, determinaron la agresividad con que la potencia del Norte se planteó incidir en los procesos de absolutamente todos los países americanos.
La necesidad concreta de enfrentar al enemigo nacional con apoyo imperial, y la voluntad de aportar al proceso histórico de lucha de clases, de lucha de intereses nacionales contra el poder hegemónico mundial, todo eso despertaron los barbudos, recogiendo los mejores ejemplos de José Martí y los primeros guerreros y guerreras de la independencia cubana, así como ellos y ellas recogieron los valores antirracistas, antiesclavistas y antilatifundistas del proceso de formación de la identidad nacional cubana.
No es una coincidencia que, en Cuba, los gringos apoyaran la instalación de una dictadura con una fuerte impronta latifundista, y que en Uruguay la CIA reclutara al líder del “ruralismo”: Benito Nardone. Incluso más, no apoyando intentonas golpistas en nuestro país por no creer que fuera necesario para detener la lucha popular, pero también por no visualizar un liderazgo apropiado, hasta que apareció Juan María Bordaberry, hijo de estancieros y emparentado con varias figuras de la política uruguaya (tanto del Partido Nacional como del Partido Colorado, de clase alta y vinculadas al campo).
Pero el ascenso a potencia del país norteamericano no comenzó en el plano militar ni con la polarización política de la Guerra Fría, incluso antes de que culminara la II Guerra Mundial, allá por julio de 1944, la Conferencia Monetaria y Financiera de las Naciones Unidas (conocida como “los acuerdos de Bretton Woods”) parió al FMI, al “Gold Exchange Standard” y al Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF), con los que Estados Unidos afianzaría su condición de imperio, en el marco de la fase keynesiana del capitalismo y coincidiendo con la estabilización de un nuevo modelo de hegemonía burguesa.
Sobre el significado del papel que ha cumplido la Revolución cubana
Sobre fines de noviembre del 56, partieron 81 hombres desde Tuxpan (estado Jalisco, México) hacia la playa de Las Coloradas (provincia Granma, Cuba), en una desvencijada lancha llamada Granma. Una travesía que duró dos días más de lo previsto, con vientos de tormenta de por medio, y en cuyo destino no se encontraban cien hombres del Movimiento 26 de Julio esperando para sumarse al contingente, sino las fuerzas de un alertado Fulgencio Batista: 35 000 hombres, centenares de tanques, diez navíos de guerra, 15 guardacostas y 78 aviones de combate.
La necesidad concreta de enfrentar al enemigo nacional con apoyo imperial, y la voluntad de aportar al proceso histórico de lucha de clases, de lucha de intereses nacionales contra el poder hegemónico mundial, todo eso despertaron los barbudos, recogiendo los mejores ejemplos de José Martí y los primeros guerreros y guerreras de la independencia cubana, así como ellos y ellas recogieron los valores antirracistas, antiesclavistas y antilatifundistas del proceso de formación de la identidad nacional cubana.
Decía el Comandante Fidel en su alegato de autodefensa ante el juicio en su contra por los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes: “Si he tenido que asumir mi propia defensa ante este tribunal se debe a dos motivos. Uno: porque prácticamente se me privó de ella por completo; otro: porque sólo quien haya sido herido tan hondo, y haya visto tan desamparada la patria y envilecida la justicia, puede hablar en una ocasión como ésta con palabras que sean sangre del corazón y entrañas de la verdad”.[7]
70 años se van a cumplir de ese alegato y ese juicio, 64 años de Revolución continua, 63 años de embargo económico criminal.
Nuestro querido Eduardo Galeano empezaba su obra El libro de los abrazos con la idea del mundo como un mar de fueguitos, haciendo hincapié en aquellos fuegos que “arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende”.[8]
Repito, tal es el significado del papel que ha cumplido la Revolución cubana. Encendiendo y manteniendo encendida la voluntad de hombres, mujeres y naciones que buscan su propio camino. Sabiendo que la única manera de construirlo, en pleno esplendor de ideas y oportunidades, es que todos los pueblos en todo el mundo hagan lo propio, enfrentando al imperio en donde ―-y en la forma en que― se manifieste. Como lo ha hecho, y lo seguirá haciendo, la Revolución cubana.
Notas:
[1] Fragmento de la obra “Canción urgente para Nicaragua” del cantautor cubano Silvio Rodríguez.
[2] Fragmento de la canción “La OEA es cosa de risas” del cantautor cubano Carlos Puebla.
[3] Discurso de Ernesto “Che” Guevara en la Asamblea General de las Naciones Unidas de 1964, en Nueva York.
[4] Comisión Nacional de Derechos Humanos-México. Día de la Rebelión Nacional en Cuba: “Movimiento 26 de julio” para derrocar el régimen golpista dictatorial de Fulgencio Batista. Tomado de https://www.cndh.org.mx/noticia/dia-de-la-rebelion-nacional-en-cuba-movimiento-26-de-julio-para-derrocar-el-regimen
[5] Trotsky, León. Historia de la Revolución Rusa. Tomo I. Marxists Internet Archive, diciembre de 2002. Tomado de https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1932/histrev/tomo1/prologo.htm
[6] Pacheco González, María Caridad. Las acciones del 26 de Julio y su significación histórica. Tomado de https://www.pcc.cu/noticias/las-acciones-del-26-de-julio-y-su-significacion-historica
[7] Castro Ruz, Fidel. La historia me absolverá. La Habana, Editorial Ciencias Sociales, 2007, pág. 4.
[8] Galeano, Eduardo. El libro de los abrazos. Montevideo, Siglo XXI Editores, 2003, pág. 7.