“Sin la guitarra me siento desnudo”

Yasel Toledo Garnache
17/2/2020

Casi siempre anda acompañado por su guitarra o la letra de una de sus canciones en los labios. Este muchacho, aparentemente tímido, de pelo enroscado y hablar pausado, también saca melodías de una pianola hasta tarde en las noches. Gran parte de su vida gira en torno a la música, una pasión que sorprendió a todos en la familia, porque es el primero en dedicarse al arte.

Carlo Fidel Taboada Petersson, nacido en Matanzas en 1989, es hijo de matemáticos, abandonó su profesión de ingeniero civil, para perseguir su anhelo más verdadero, el de ser músico, y así da pasos con esmero, sin afectar su alma de joven sensible y enamorado de las esencias, las mismas a las que les canta desde la sinceridad y la pretensión de eterna belleza.

Fotos: Cortesía del entrevistado
 

Con humildad, asegura que en su casa nunca ha faltado el bienestar espiritual. “Siempre hemos escuchado a intérpretes como Silvio Rodríguez. La guitarra llegó a mi vida en los primeros años de la década de los 90, tiempos muy difíciles; sin embargo, recuerdo esa etapa con cariño, era pequeño y no percibía el sacrificio de mis padres”.

Durante los largos apagones su madre sacaba la guitarra del closet (la guardaba en un estuche de tela) y entonaba las canciones que más o menos recordaba de su adolescencia, y otras que entraban armónicamente en los tres o cuatro acordes que se sabía.

“Yo quedé hechizado. Comencé entonces a aprender cuando tenía 12 o 13 años y nunca más me pude separar del instrumento. Rápidamente fui desarrollando una curiosidad que abarca la génesis misma de la música. Abandoné mi estudio del ajedrez, colgué el título de ingeniero después de dos años de servicio social, y aquí estoy”, expresa quien ha obtenido varios reconocimientos, como el premio Abril para Vivir, en España.

¿Cómo es tu proceso creativo? ¿Sientes alguna relación entre la trova y el ajedrez, deporte que practicaste durante 14 años?

“El ajedrez me enseñó a trabajar con calma, a ser paciente y esperar a que el trabajo dé sus frutos. Lo más importante es la disciplina, sentarse todos los días y estudiar al menos un par de horas. Para mí eso es fundamental. Sé que cada artista desarrolla su propio sistema, no hay recetas ni teoría para eso. En mi caso, cuando paso uno o dos días sin tocar la guitarra (y desde hace algún tiempo el piano) me siento mal, me deprimo porque me dan muchas ganas de tocar. Yo necesito tocar todos los días”.

“La composición siempre es un misterio. Cuando termino una canción me quedo vacío, siento que lo he dicho todo, y hasta que no tengo la necesidad de volver a expresarme no compongo más”.

¿Cuán difícil es ser trovador en la actualidad, cuando gran parte del público se decide por el reguetón y otros ritmos?

“Hoy la canción cubana se mueve en ámbitos muy pequeños, el público es cada vez más reducido. Las causas, en mi opinión, descansan sobre fenómenos sociales. El reguetón no es un problema en sí mismo, es una consecuencia. El deterioro del sistema de valores de la sociedad cubana es evidente; probablemente es subproducto de un sistema educativo deficiente, que no es capaz de crear en los niños y los jóvenes el culto hacia lo bello”.

“El amor por la belleza tiene que nacer en la casa y en la escuela, es fundamental para el ser humano la búsqueda del crecimiento interior, hoy no es así en parte de nuestra sociedad. El reguetón, por ejemplo, tiene una gran pegada porque en su discurso utiliza recursos expresivos extramusicales. Este fenómeno (no prefiero llamarlo género) representa el culto por lo material, es la práctica de la filosofía epidérmica del bienestar. El público no ‘escucha’ reguetón, si fuera así pasaría de moda en una semana, pues musicalmente es demasiado básico; la gente más bien “consume” reguetón. Consumen una propuesta sonora, y sobre todo visual, que les habla del placer de la carne, no del espíritu”.

“En este contexto es muy dificil ser cantautor, pues no hay igualdad de condiciones en cuanto a espacios con respecto a las propuestas que antes describí. Hay que mostrarle a la gente que lo esencial es el amor”.


 

¿Qué se siente en el escenario, acompañado solamente con tu guitarra y las canciones?

“Es algo mágico, hay una desnudez artística que atrapa al público. Cuando se produce esa conexión misteriosa entre el cantautor y el público, surge algo íntimo, un manto de complicidad que cubre todo el lugar. Cuando eso me sucede (que no son muchas veces), tengo la sensación de dejar de existir, hace poco escribí una canción sobre eso. Creo que es lo que persigo cuando estoy ante el público: debo desaparecer, abandonar el ego, echarme a un lado para que pase la música”.

En Cuba, país con una larga tradición trovadoresca, de la Vieja y la Nueva Trova, de Sindo Garay, Silvio Rodríguez, Teresita Fernández y Pablo Milanés, ¿acaso es posible proponer algo realmente nuevo en ese aspecto o cada autor debe conformarse con adaptaciones y simulaciones creativas?

“Lograr una voz propia dentro del discurso artístico es lo más dificil, es lo que marca la diferencia. Estas personas que mencionas han dejado un legado trascendental para la cultura cubana porque logran transmitir al público un mensaje útil de una manera muy singular; cada uno con su estética, pero con un modo de decir auténtico y particular”.

“Nosotros, los músicos que decidimos seguir por los caminos de la canción, debemos buscar una voz propia. Los temas siempre serán los mismos porque la esencia espiritual del ser humano jamás cambiará, el asunto siempre será el cómo. Al menos en mi caso, estos son los fatasmas que me rondan a la hora de componer: cómo le digo a la gente lo que necesita escuchar y, sobre todo, ¿acaso sé yo lo que necesita la gente escuchar? Estos “monstruos” de la canción lo tenían muy claro, pero estoy seguro de que convivieron (y conviven) con los mismos fantasmas”.

¿Cómo tu pasión por la música, a veces “desmedida”, ha afectado o enriquecido tu vida?

“Hay momentos en la vida de cualquier ser humano en que ocurren definiciones, puntos de inflexión. Un momento de esta naturaleza lo tuve después de un concierto. Recuerdo que ahí me planteé que mi vida sería cantar mis canciones, arreglarlas, grabarlas…”

“Entonces no dejé espacio para más nada en mi vida que no fuera la música. Eso fue muy bueno para mi formación porque aprendí mucho, estudié armonía, piano, guitarra clásica, escuché música todo el tiempo; pero acabé perjudicando mi relación con las personas, con la familia, con mi pareja. Por eso suelo decir que la música me ha dado tanto como me ha quitado, es como la vida”.

Vicente Feliú ha dicho que para ser trovador no basta con dominar la guitarra y cantar, “es un modo de vida”. ¿Qué piensas?

“Vicente Feliú es un artista admirable, es uno de esos imprescindibles. Él dedicó parte de su carrera para dirigir el Movimiento de la Nueva Trova; además, ha dejado canciones que son estandartes de la música cubana. Cualquier cosa que hagamos en nuestra vida con cierto grado de periodicidad y con entrega sincera y absoluta, es ‘un modo de vida’”.

“Para mí un trovador o un cantautor es un artista cuya estética no le hace el juego a las corrientes de moda introducidas por un mercado musical cada vez más intrascendente para el espíritu. Es un músico que cultiva un modo de decir singular. Ni siquiera tiene que dominar la guitarra, puede acompañarse de otro instrumento”.

“Desde los tiempos en que nuestros padres trovadores en el Oriente hacían sus canciones, nunca la trova ha estado ajena al contexto político cubano; pero no podemos olvidar que los trovadores estamos comprometidos con nuestra verdad, es algo que nos define, por lo tanto debemos ser reconocidos y respetados no solo cuando esa verdad comulgue con otras verdades, sino también cuando las cuestione”.

¿Cuánto te ayuda la guitarra para vencer tu timidez? ¿Es tan buena aliada, como muchos piensan, para conquistar chicas?

“Confieso que mientras aprendía a tocar, tuve la esperanza de que la guitarra me serviría para conquistar muchachas. Pero, imagínate, las primeras canciones que me aprendí eran de Silvio, de Santigo Feliú, en aquel entonces no sabía que esas canciones no sirven para ‘ligar’ en una secundaria común; si no tocaba alguna bobería de moda estaba frito, y como no lo hice, siempre estuve ‘pasmao’. Sin embargo, la guitarra sí me ayudó mucho a vencer la timidez, todavía me ayuda, es mi aliada, sin ella me siento completamente desnudo. Yo sería incapaz de pararme en un escenario sin mover los dedos, es una maldición”.


 

En 2019 ganaste el concurso internacional de cantautores Abril para Vivir, que desde hace 18 años se realiza en España. ¿Cómo fue la experiencia?

“El concurso Abril para Vivir es un certamen muy prestigioso en el mundo de la canción de autor en España. Participaron más de 100 cantautores de todo el mundo, por lo que me da mucha alegría que el jurado haya encontrado ciertos valores en mi música, que la hiciera merecedora de un reconocimiento”.

“Sin embargo, lo mejor (además de conocer un país extraordinariamente hermoso) fue coincidir con los demás finalistas, hacernos amigos, comprobar que la canción de autor sufre en el mundo entero. Las principales diferencias entre la canción de autor cubana y la española están en las apropiaciones que hacen ambas de elementos autóctonos culturales”.

¿Cuán difícil es para un joven músico ascender en su carrera, sin tener “padrinos” que ayuden en ese sentido?

“No se llega a ningún sitio caminando solo. Nos necesitamos unos a otros para poder marchar, es natural buscar el apoyo, y si es de alguien que conozca las interioridades de la profesión, mejor. Eso no me parece en lo absoluto mal. Lo que pasa es que siempre hay gente astuta que vive por atajos y desarrolla el oficio de caer bien en vez de hacer bien. Eso es una mentira, y a la mentira, mientras más lejos, mejor. No importa cuánto brille, en el fondo siempre será una mentira”.

¿Cómo debe ser un joven creador en la Cuba actual?

“Debe ser sincero, siempre”.

       ¿Qué otros trovadores jóvenes recomiendas?

“La verdad, los recomiendo a todos. La gente debe aprender a escuchar, es fundamental. En las condiciones que estamos, pretender que la gente vaya a un teatro a escuchar a un cantautor es ambicioso; por lo tanto, lo que recomiendo es que apaguen el bafle portátil y que salgan a un teatro a ver lo que sea, que le dediquen un tiempo de paz al arte. Cuando toda la sociedad sea capaz de hacer eso, entonces hablaremos de preferencias”.    

¿Momentos de más tristeza y alegría? ¿Sueños en el arte?

“La alegría mayor es ver nacer una canción y la mayor tristeza es sentir que al público no le dice nada. Mi sueño más grande es no cansarme; mientras no me venza el cansancio, todo estará bien”.

 * Carlo Fidel Taboada es un joven trovador de Matanzas y miembro de la Asociación Hermanos Saíz, ganador de diversos reconocimientos.