Selección de poemas
28/4/2017
Eduard Encina (XXII Premio de Poesía La Gaceta de Cuba, 2017)
Manigua
menos yo, todos se han ido
menos yo, todos menos yo
eligieron un camino para regresar
una voluntad para irse; yo he quedado
dueño y señor de lo que todos dejaron.
(Alberto Rodríguez Tosca)
En agosto del noventa y cuatro
el mar estaba revuelto,
pero yo no.
La manigua amplificaba
el desplome del malecón,
áspero contra cabezas negadoras,
áspero contra el lunes, la hogaza, el desatino.
El mar era un punto ciego.
Internados en la zarza
no había una mujer árbol
a quien robarle los ojos,
ni un hacha con qué abrir tajos
hacia la orilla.
En agosto del noventa y cuatro
el mar no era una solución.
Fijos en el horizonte,
extraviamos la edad de volver hacia adentro
y escuchar la espesura
que lo cubría todo.
Los perros no se veían,
la calma no se veía,
“tal vez los dioses escuchen”,
tal vez los dioses devuelvan al Ruso,
a Víctor Adriel que me dejó su miedo
velando la sombra que construimos.
Construir/destruir,
destruir/construir.
Duermen muchos cuchillos en el recuerdo,
a veces se despiertan
y Ángel Escobar en el aire hace piruetas
detrás de unas voces,
Dylan Thomas y yo tumbamos bejucos
con la botella de azuquín casi hasta el fondo;
otros malditos ponen su poco de carroña
para completar al tipo/
oscurecido/
frente al espejo.
“Tal vez los dioses escuchen”, decía mi madre
con un enfisema, con un país fracturado
en los pulmones.
Agosto/angosto
angosto/agosto
fracturado en los pulmones.
El paisaje se nubló
y extraviamos la palabra
que era el único camino,
nadie dijo: “pinga, por aquí no pasarán”,
en silencio pisotearon el silencio
de cabezas negadoras,
mientras kurdos y chechenos no tenían mar
ni agosto ni zarza donde esconderse
del fuego/fuego/ fuego/ fuego.
Sentir la manigua nos hacía respirar,
internarse despacio
en la parte más amada.
Nadie lo entiende,
quizás entonces tampoco lo entendí.
La manigua era un mar hacia dentro,
confuso
frágil,
pero nos hacía respirar/ fuego.
De este lado
las olas se volvieron eco,
carne a la deriva,
pero nosotros preferimos la tierra
sin saber que iba a tragarnos el sueño.
Tierra hay en todas partes,
país no.
Anatomía patológica
Un país en silencio
se muere.
No hay dolor,
sino cuerpo dividido
en pequeñas porciones
de indiferencia.
La gente no se detiene
ante el cadáver cotidiano.
No hay dolor,
solo un país abierto
sobre la mesa,
acostumbrado al bisturí,
a ser el que se pierde
cada día.
El leñador
Es que el hacha cortante/
solo se aparta de nuestras cabezas /
con el golpe de otra hacha.
J. Martí
Para no convertirme en ti/ me alejo.
Ser animal o poeta no marca diferencias,
pasto y escribo/ escribo y pasto,
odio la hierba,
la enveneno
y el bosque se multiplica.
Lo que necesito es distancia,
Tú en ceba/ Yo en mi dolor
sin aceptar la sombra,
sin cabecear un minuto,
alejado,
para entender el bosque,
tomar el hacha
y destruirlo.
José Luis Serrano (Premio Ilse Erythropel)
Albert Einstein kaputt. Últimas jarras
de cerveza en el bar. Último round.
Últimas logomaquias de Ezra Pound.
Ser libre es disfrutar nuestras amarras.
Verdades más o menos adventicias
con que ingeniamos la terrible mezcla.
Que un himno (que una danza) se establezca
sobre los restos de la noche. Albricias.
Multitudes movidas por la lógica
del carnaval. Pedante, pedagógica
inflexibilidad. Hay inyecciones
que nos absuelven del dolor. Hay óbolos
que nos hacen felices. Los discóbolos
tensan ante las gradas sus tendones.
La formidable puerta se desquicia.
Los aurigas han muerto. Frida Kahlo
resbala bondadosa sobre el falo
del muralista insigne. La delicia
de sostener sus delicadas corvas.
Acantilados. Desleídos. Luzca
sus atributos de manera brusca.
Clavicémbalos, cítaras y tiorbas.
El hombre orquesta, el narcotraficante,
entra al segundo o al tercer cuadrante
de la desilusión. El terciopelo
de la desilusión. Virgen de cera.
Entrañas conservadas en salmuera.
Aguardiente bebido a contrapelo.
Tokio. Roma. Berlín. Washington. Londres.
Núremberg. Nagasaki. Potsdam. Yalta.
¿Necesitamos tósigo? ¿Hace falta,
Dr. Bettelheim, que nos atolondres?
Membranas, densidades y gradientes.
Tendrás que echar el bofe, la atrabilis,
mientras las Sandras o las Amarilis
te observan a hurtadillas, subyacentes.
En su concha de nácar, el molusco.
Tenochtitlán ha colapsado. El Cuzco
ha colapsado. Copas de ginebra
para calmarle a la ciudad los nervios.
Los humildes esperan. Los soberbios
también esperan. Algo se vertebra.
Una fiesta, un banquete, se sazona.
Vidrieras convertidas en añicos.
Los persas se quedaron chiquiticos.
Es el minuto de la comadrona.
Un iceberg, unos pernos, unas lycras
arrancadas delante del azogue.
Una cerveza, un cónclave, un desfogue.
Estamos a milímetros, a micras.
¿Habrá por siempre puercos en las púas?
¿Tostones? ¿Aguardientes? ¿Capicúas?
¿Vencedores habrá siempre en el podio?
El labriego se quita la polaina.
El pie de Ulises entra en la jofaina.
Los pretendientes cierran su episodio.
Furiosa (impredecible) degollina.
Los apparatchiks. La nomenklatura.
Bronquios expuestos a la picadura
del tabaco. La lenta nicotina.
El lentísimo alcohol. La pantomima.
La verticalidad. Cuando concluyas
habrá unas loas, unos aleluyas.
Vendrán a levantarte la autoestima.
Hay que entregar las piedras al malandro.
Esto es el ápeiron, Anaximandro.
Lo que queda del ápeiron. Los griegos
estaban locos (fíbulas, ajorcas,
algo que los Albertis y las Lorcas
no pueden comprender), estaban ciegos.
Cuando despiertes, cuando te acomodes
al descalabro, tu cocorotina
dejará de soñar con Palestina
y los desmanes del terrible Herodes.
A toda prisa, comediante, empacas.
Los clavadistas correrán el riesgo.
Hay un mazo de llaves, hay un sesgo.
Bolas que ruedan hacia sus buchacas.
¿En realidad nos hace falta un antes
y un después de tal cosa? Fulminantes
entradas y salidas de Houdini.
Una alegría que nos atraviesa
como un clavo oxidado, sin cabeza.
Chandler prepara el último martini.
¿Hacerse el talibán? ¿Hacerse el sueco?
¿Solicitar información? Conspicuas
formas de amedrentar a los boricuas
y los chicanos. Quítate el chaleco
y pon las drogas en la mesa. Baba.
Espumarajos. Es mejor que hiervas
estos bejucos, estas buenas yerbas.
La hermosa construcción se nos desclava.
¿Entonar unos cantos gregorianos
a estas alturas? Al tuntún, rayanos
en la entropía, en el sentido fuerte
de la entropía. Modus operandi.
Acaba de morir Mahatma Gandhi.
Impecable estructura de la muerte.
Hay demasiado polvo en los estantes.
Las cornucopias y las risotadas.
Los caprichos de las embarazadas.
La voluntad de los agonizantes.
Hemos llegado tarde al replanteo.
Es comprensible que nos aborrezcan.
A pesar del hedor, algunos pescan.
A pesar del hedor y el chapoteo.
Calendarios, programas, libros de horas.
Institutrices, acomodadoras.
Exposiciones fuera de concurso.
Las semillas más crudas del realismo.
El eterno regreso de lo mismo.
La desesperación como recurso.
Alberto Korda sabe de antemano
que su patria es la noche. Robert Capa
le da al obturador y se agazapa
en la trinchera de lo cotidiano.
Las plantaciones de Nestlé. Las habas
de Nestlé. La recóndita disnea.
Es el motor de Dios, que cancanea.
Es la lenta montaña que socavas.
Stalinestá muerto. No permitas
que contaminen tu dolor las cuitas
del joven Werther. Un tijeretazo
por la línea de puntos. Nunca, nunca
conseguirás salir de la espelunca.
La contaminación aprieta el lazo.
¿Flotar entre lisonjas y diatribas?
¿Penetrar disfrazado en el enclave?
¿Dejarse succionar por el deslave?
¿Alegatos? ¿Pretextos? ¿Evasivas?
Todas las pruebas en el portafolios.
Los polímeros vencen al esparto.
Verdades que se urden en el cuarto
de edición. Filantrópicos escolios.
El Madrid es goleado por el Barça.
Somos los figurantes, la comparsa
que aplaude, aplaude, aplaude. Una manera
de vincular islotes inconexos.
Borrachos más o menos genuflexos.
Helen Keller. Cipriano de Valera.
Milho Montenegro (Beca de Creación Prometeo)
Quien se asoma, se asusta.
Quien escucha ruidos,
sabe que solo ratas
me visitan.
Nelson Simón
I.
hueco en la sombra
donde he perdido los arbitrios.
las paredes dialogan
con estos restos
y
mi nombre se diluye
en ecos.
celda:
ámbitos donde no alcanza la luz/
extensión/
apéndice del vacío/
pilastra de un reflejo
que boquea.
II.
me acomodo
entre residuos de pasos
que se alejan.
ardid
para resistir el desplome/
días/
eso que habita/
estorba
como tela de araña.
actos que procuran
desmembrar
la oquedad.
súplica:
maquinación inútil
para asir/
saber.
III.
hundo la cabeza/
dejo que el musgo muerda
mis párpados.
ellos pasan/
escupen al mirar/
alimaña de celda
(vociferan)/
escoria-estorbo sin voluntad/
bramando
mientras los ojos pisotean
¿estas manos/ los pies/ mi frente?
pedazo de carne que padece
aquello
que no ha de rozarme.
IV.
forma de la existencia
donde
mueren rezos
para abonar
el espanto.
subterfugios disueltos
en desagües de fragmentos
sin memoria/
el tiempo guarda centellas
bajo mi frente/
voy sobre la palma
de mi mano/
bregando contra lo que soy/
(yo-aborrecible/yo-fenómeno)
corrompiendo/
descepándome
dentro.
Especial para La Jiribilla
No sé