Selección de poemas
30/6/2016
Palabras en el trópico
Trópico,
tu DURA HOGUERA
tuesta las nubes altas
y el cielo profundo ceñido por el arco del Mediodía.
Tú SECAS en la piel de los árboles
la angustia del LAGARTO.
Tú engrasas las ruedas de los VIENTOS
para asustar a las palmeras.
Tú ATRAVIESAS
con una gran FLECHA roja
el corazón de las selvas
y la carne de los RÍOS.
Te veo venir por lo caminos ARDOROSOS,
Trópico,
con tu cesta de mangos,
tus cañas limosneras
y tus CAIMITOS, morados como el SEXO de las negras.
Te veo las manos rudas
partir bárbaramente las semillas
y halar de ellas el árbol opulento,
ÁRBOL recién nacido, pero apto
Para echar a correr por entre los bosques clamorosos.
Aquí,
en medio del MAR,
retozando en las AGUAS con mis Antillas desnudas,
yo te saludo, Trópico.
Saludo deportivo,
primaveral,
que se me escapa del pulmón salado
a través de estas islas escandalosas hijas tuyas.
(¡Dice Jamaica
que ella está contenta de ser negra,
y Cuba ya sabe que es mulata!)
iAh,
qué ansia
la de aspirar el humo de tu INCENDIO
y sentir en dos POZOS AMARGOS las axilas!
Las axilas, oh Trópico,
Con sus vellos torcidos y retorcidos en tus LLAMAS.
Puños los que me das
Para rajar los cocos tal un pequeño dios colérico;
OJOS los que me das
para ALUMBRAR la sombra de mis TIGRES;
oído el que me das
para escuchar sobre la tierra las pezuñas lejanas.
Te debo el cuerpo oscuro,
las piernas ágiles y la cabeza crespa,
mi amor hacia las hembras elementales,
y esta SANGRE imborrable.
Te debo los días altos,
en cuya tela AZUL están pegados
SOLES redondos y risueños;
te debo los labios húmedos,
la cola del JAGUAR y la SALIVA DE LAS CULEBRAS;
te debo el CHARCO DONDE BEBEN LAS FIERAS SEDIENTAS;
te debo, Trópico,
este entusiasmo niño
de correr en la pista
de tu profundo cinturón lleno de ROSAS AMARILLAS
riendo sobre las montañas y las nubes,
mientras un cielo marítimo
se destroza en interminables olas de ESTRELLAS a mis pies.
La montaña
El OJO no te engaña.
Lo que ves allá lejos
del SOL A LOS REFLEJOS,
es la montaña.
La mole que se baña
en helada blancura
que todo el año dura,
también es la montaña.
Esa UÑA, que araña
(como se araña un velo)
el velo AZUL del cielo,
es la montaña.
Y si HERIDO en su entraña
se alza el mongol y advierte:
-¡Libre vivir, o MUERTE!,
también es la montaña.
Llegada
¡Aquí estamos!
La palabra nos viene húmeda de los bosques,
y un SOL enérgico nos amanece entre las VENAS.
El puño es fuerte
y tiene el remo.
En el aro profundo duermen palmeras exorbitantes.
El grito se nos sale como una GOTA DE ORO virgen.
Nuestro pie,
duro y ancho,
aplasta el polvo en los caminos abandonados
y estrechos para nuestras filas.
Sabemos dónde nacen las AGUAS,
y las amamos porque empujaron nuestras canoas bajo
los cielos rojos.
Nuestro canto
es como un músculo bajo la piel del alma,
nuestro sencillo canto.
Traemos el humo en la mañana,
y el FUEGO sobre la noche,
y el CUCHILLO , como un DURO PEDAZO DE LUNA,
apto para las pieles bárbaras;
traemos los CAIMANES EN EL FANGO,
y el arco que dispara nuestras ansias,
y el cinturón del trópico,
y el espíritu limpio.
Traemos
nuestro rasgo al perfil definitivo de América.
¡Eh, compañeros, aquí estamos!
la ciudad nos espera con sus palacios , tenues
como PANALES DE ABEJAS silvestres;
sus calles están SECAS como los ríos cuando no llueve
en la montaña,
y sus casas nos miran con los ojos pávidos
de las ventanas.
Los hombres antiguos nos darán LECHE V MIEL
y nos coronarán de hojas verdes.
¡Eh, compañeros, aquí estamos!
Bajo el SOL
nuestra piel sudorosa REFLEJARÁ los rostros húmedos
de los vencidos,
y en la noche , mientras los ASTROS ARDAN EN LA PUNTA
DE NUESTRAS LLAMAS,
nuestra risa madrugará sobre los RÍOS Y LOS PÁJAROS.
Un poema de amor
No sé. Lo ignoro.
Desconozco todo el tiempo que anduve
sin encontrarla nuevamente.
¿Tal vez un siglo? Acaso.
Acaso un poco menos: noventa y nueve años.
¿O un mes? Pudiera ser. En cualquier forma
un tiempo enorme, enorme, enorme.
Al fin, como una ROSA súbita,
repentina campánula temblando,
la noticia.
Saber de pronto
que iba a verla otra vez, que la tendría
cerca, tangible, real, como en los SUEÑOS.
¡Qué explosión contenida!
¡Qué trueno sordo
rodándome en las VENAS,
estallando allá arriba
bajo mi SANGRE, en una
nocturna tempestad!
¿Y el hallazgo, en seguida? ¿Y la manera
de saludarnos, de manera
que nadie comprendiera
que ésa es nuestra propia manera?
Un roce apenas, un contacto eléctrico,
un apretón conspirativo, una MIRADA,
un palpitar del corazón
gritando, aullando con silenciosa voz.
Después
(ya lo sabéis desde los quince años)
ese aletear de las palabras presas,
palabras de ojos bajos,
penitenciales,
entre testigos enemigos.
Todavía
un amor de “lo amo”,
de “usted”, de “bien quisiera,
pero es imposible”… De “no podemos,
no, piénselo usted mejor”…
Es un amor así,
es un amor de abismo en primavera,
cortés, cordial, feliz, fatal.
La despedida, luego,
genérica,
en el turbión de los amigos.
Verla partir y amarla como nunca;
seguirla con los ojos,
y ya sin OJOS seguir viéndola lejos,
allá lejos , y aun seguirla
más lejos todavía,
hecha de noche,
de MORDEDURA , beso, insomnio,
VENENO, éxtasis, convulsión,
suspiro, SANGRE, MUERTE…
Hecha
de esa sustancia conocida
con que amasamos una ESTRELLA.