Lisbán Torres Pérez es un joven tremendamente alegre y optimista que reside en el municipio capitalino de San Miguel del Padrón. Lo dicho hasta aquí no tiene nada de extraordinario. La verdadera valía de este joven consiste en que es Ingeniero Informático y más aún, Máster en Informática Aplicada, a pesar de ser ciego desde los 17 años de edad. Durante nuestra conversación no hubo en su bien timbrada voz, como tampoco en su rostro, que parece de bronce fundido, el menor indicio de flaqueza, frustración o tristeza. Por el contrario, sonreía ante nuestras preguntas, mostrando en cada instante la seguridad propia de quienes se sienten genuinos triunfadores en la vida.

¿Cómo perdiste la visión?

Soy ciego total desde los 17 años, a causa de una combinación de factores que tuvieron en el glaucoma la raíz primaria. Perdí la vista cuando estudiaba en la escuela Vocacional Vladimir Ilich Lenin. Cursaba en ese centro el último año, empezaba el doce grado. Creo que a cualquier persona que le suceda algo así la vida le cambia brusca y radicalmente. Perdí por completo el rumbo de mi vida. No sabía en ese momento qué hacer con ella.

La primera decisión que tomé fue quedarme definitivamente en mi casa y no hacer nada en absoluto, porque no encontraba fuerzas para reponerme de ese gran golpe que me daba la vida. Pero un día llegó a mi casa una gran amiga, compañera de la Lenin, acompañada de su mamá. Conversaron conmigo durante horas y me ofrecieron su apoyo. Insistieron en que continuara estudiando aunque fuera ingresado en el pequeño hospital con que cuenta ese centro estudiantil.

“Siempre tuve mucha confianza en mí”.

Allí recibí la ayuda extraordinaria de mis compañeros de aula, también de todos los profesores y en sentido general de todas las personas que laboraban allí por aquellos años. Gracias a todos ellos concluí el doce grado y con él el preuniversitario.

No realicé las pruebas de ingreso a la universidad, pues ese período tuve que dedicarlo a tratamientos médicos, aferrado siempre a alguna esperanza de recuperar la vista. No quería caer en la desesperanza y me sostenía en la idea de volver a ver. Ese pensamiento, sin embargo, no tardó en desaparecer cuando después de muchos intentos los médicos nos dijeron que el mío era un proceso irreversible. Que no había manera de revertir la enfermedad. Y solo nos recomendaron, a mis padres y a mí, que nos acercáramos a la Asociación Nacional del Ciego y a través de ella al Centro Nacional de Rehabilitación radicado en Bejucal, en la actual provincia de Mayabeque. Nos dijeron además que con mi juventud podía reincorporarme a la sociedad, con los nuevos desafíos que me imponía la vida.

Recuerdo que lo primero que me entregaron en la ANCI fue un bastón, y como no sabía ni remotamente cómo usarlo, lo guardé en la mochila. Llegué al Centro de Rehabilitación con mi mano apoyada en el hombro de mi madre. Por esa razón recibí el primer regaño de la Subdirectora Docente que nos recibió. Como ciego que era ya, tenía que usar obligatoriamente el bastón, para orientarme y aprender a valerme por mí mismo.

Y, en efecto, poco tiempo después y reponiéndome de muchos golpes, caídas y tropezones, logré, allí en el Centro, manejar el bastón. Reconozco siempre la preparación profesional, los grandes conocimientos que poseen todos los especialistas que trabajan en esa instalación. Ellos me cambiaron la vida. Me dieron una preparación física y psicológica tan especial y sólida que al término de tres meses, cuando salí de allí, me sentía con fuerzas para comerme el mundo y de verdad crees que puedes hacerlo, por las valiosas herramientas espirituales que ponen a tu disposición. Lamentablemente ya este Centro no está funcionando. Con el tiempo fue deteriorándose y ya hoy requiere de una reparación capital para su reinauguración.

Informática es una de las carreras universitarias más difíciles y complejas. ¿En qué momento de tu vida comenzaste a interesarte por ella?

No cabe dudas que esa especialidad es difícil para todos y, por supuesto, para mí fue mucho más compleja. Pero como la asumí con un grupo de personas que me ayudaron muchísimo, fui capaz de vencer esa complejidad. Los primeros que me tendieron sus manos generosas fueron mis compañeros de año en la CUJAE.

Mi interés por la Informática surgió en el Centro de Rehabilitación. Cuando llegué a él me hicieron un recorrido por toda la instalación. Y resulta que al llegar a la biblioteca escuché el sintetizador de voz en una computadora. Por supuesto, en ese momento no sabía de qué se trataba. Pero poco tiempo después conocí que el sintetizador de voz es un programa que se instala a un teléfono, a una computadora y le permite a cualquier persona ciega o de baja visión a interactuar con el dispositivo que sea.

“Mi interés por la Informática surgió en el Centro de Rehabilitación”.

Ese sonido robótico me llamó mucho la atención y le pregunté al profesor que me guiaba: “¿Y ese sonido qué es?”. Él me respondió que se trataba de personas ciegas trabajando en una computadora. Nunca olvido mi respuesta ante ese hecho que consideré inicialmente insólito: están locos, dije. No imaginaba entonces que muy pronto yo estaría formando parte de esa locura, porque días después no quería salir de la biblioteca donde permanecía casi a tiempo completo delante de una computadora.

En ese momento las clases de computación en el centro no formaban parte de su programa docente, se realizaban de manera experimental.

Tenía solo 18 años y acababa de salir de la Lenin cuando la Informática se apoderó de mí. Hoy tengo 37 y desde aquel momento hasta hoy jamás me he apartado de ella. De hecho, cuando presenté mi solicitud para una carrera universitaria tenía derecho a diez opciones. Yo puse en la boleta, sin ninguna otra opción, Informática.

Mientras estudiaba en la Lenin me interesé por la Medicina y por Bioquímica. Esas especialidades sí se alejaron mucho de mis posibilidades, a partir de mi nueva condición de persona ciega. Durante mi estancia en el centro supe que otro ciego cursaba el segundo año de Informática en la CUJAE. Él fue el primer graduado de esta especialidad en Cuba. Yo me convertí en el segundo y posteriormente matriculó otro ciego, el tercero, ya graduado que reside en Consolación del Sur, municipio perteneciente a la provincia de Pinar del Río, donde también trabaja. El primer graduado ya no reside en Cuba. Es decir, que hasta hoy solo somos dos, aunque varios ciegos han matriculado esta especialidad y la cursan actualmente. En otras carreras sí hay cientos de personas ciegas que son graduados universitarios y también muchos que ostentan la condición de máster. Creo que el paso nuestro por esos centros de altos estudios ha hecho posible el surgimiento de una cultura entre el resto del estudiantado hacia las personas que presentamos alguna discapacidad.

“Practico mucho deporte. En los últimos tiempos me he centrado en el béisbol”.

¿Cómo fue tu estancia en la CUJAE?

Siempre tuve mucha confianza en mí. Había aprendido a conocer mis posibilidades, y cuando pedí como única opción Informática sabía perfectamente que podía terminar de manera exitosa esa especialidad. Por supuesto, el reto era inmenso.

Los primeros días fueron realmente difíciles. No todas las personas están adaptadas a lo diferente y algunos ni siquiera interactuaban conmigo. En esos primeros momentos no recibí el trato de un estudiante más. Ya después sí comenzaron a acercarse. Primero unos pocos, después muchos hasta alcanzar la totalidad, hasta llegar a convertirme en un estudiante que estaba a la altura de todos los demás.

Lógicamente hice la carrera becado, porque era imposible recorrer diariamente la gran distancia que separa el lugar donde resido hasta la universidad.

Al principio los profesores me ofrecieron que recibiera las clases de manera personalizada, por ejemplo, en los departamentos de las distintas asignaturas, en los propios dormitorios, en fin, en cualquier sitio menos en el aula, como lo habían hecho con el otro estudiante ciego ya a punto de graduarse. Comprendo que lo hicieron con la mejor voluntad, con el mayor deseo de ayudarme. Simplemente me ofrecían una atención especial, de manera más directa, lo cual redundaría en un mayor provecho y mejores resultados docentes.

Les agradecí inmensamente, pero no acepté. Aspiraba a ser un estudiante como otro cualquiera, sin tipo de exclusión ni de privilegios. Quería estar en el aula con los mismos deberes y derechos que todo el estudiantado.

Permanecía en la beca desde los lunes hasta los viernes, que regresaba a mi casa, donde pasaba con mi familia los fines de semana. En ese tiempo, si vital fue la ayuda de mi familia, mucho más significativa fue la de mis compañeros con los que permanecía la mayor parte del tiempo. Con ellos compartí no solo el aula, también alegrías y tristezas por algunos fracasos docentes o familiares, competencias pueriles por mejores resultados académicos, juegos y deportes, y todo en su conjunto fue forjando mi personalidad.

Poco a poco fui sintiéndome como uno más de ellos y así también comenzaron ellos a verme a mí. Le pedí a mis profesores que todas mis evaluaciones se efectuaran en las aulas, con la presencia de mis compañeros. Me opuse siempre a cualquier favoritismo. Tampoco nadie me los ofreció.

Me gradué en el 2008. Aprobé la tesis con la calificación máxima, cinco puntos. La discusión de la tesis, como todas las pruebas durante los cinco años de la carrera, la hice de manera oral dentro del aula, con la presencia de mis compañeros y del habitual jurado.

“Cualquier obstáculo, por mi grande que sea, voy a continuar enfrentándolo, voy a seguir intentándolo”.

Y el reconocimiento y la aceptación crecieron tanto que a partir del tercer año de la carrera fui seleccionado como alumno ayudante. Mientras cumplía esta responsabilidad comencé a trabajar en un proyecto de informatización del Cuerpo de Bomberos, justo sobre ese tema conformé mi tesis de graduación, que aunque la hice yo solo, no excluyo la valiosa ayuda de algunos compañeros de aula y de mis profesores. Durante mi exposición no manifesté ese nerviosismo propio de los estudiantes ante un jurado. Logré aprenderme de memoria todo el contenido de mi exposición y la presenté con toda la seguridad del mundo.

Sin embargo, los nervios y las emociones se dispararon en el teatro Carlos Marx, cuando escuché decir a quien presidía la ceremonia oficial de graduación que yo era uno de los alumnos ganadores del Título de Oro. Sentí que aquello resultaba demasiado grande para mí y en ese momento no supe realmente qué hacer, si llorar o reírme, o aplaudir o agradecer. No sabía qué hacer y me quedé atónito, paralizado, escuchando aquella cerrada ovación del público presente en esa prestigiosa sala. Y lo único que recuerdo con certeza es que levanté los brazos en señal de victoria, mostrando a todos el título que sostenía en una de mis manos.

Por supuesto, cuentas actualmente con la posibilidad de poner en práctica todos tus conocimientos —resultado de ingentes esfuerzos— en algún centro laboral. ¿Dónde?

Efectivamente, desde que me gradué trabajo en la empresa Datys, donde continúo vinculado al mismo proyecto que expuse en mi tesis, relacionado con los bomberos, una dependencia, como se conoce, del Ministerio del Interior. Es esta una empresa donde, entre otras muchas cuestiones, se crean aplicaciones, soluciones integrales, todas en sentido general, con el empleo de tecnologías de avanzada. En esta empresa, que ha sido galardonada con varios premios internacionales y nacionales, laboro desde el 5 de septiembre de 2008.

Allí soy el único Ingeniero Informático ciego, pero no por ello menos capaz. Por el contrario, cuento con el reconocimiento y respaldo de los más de 400 profesionales que laboran en las diferentes sedes de esta institución en la capital. Radicamos en el municipio Playa, un poco distante de mi casa, pero por suerte contamos con un transporte, que a veces ha fallado y entonces me traslado al trabajo por mis propios medios, como un cubano más.

Además de cumplir con tus obligaciones labores, ¿qué otras actividades realizas?

Muchísimas, tantas que a veces no puedo cumplir con todas. Cuando me quedé ciego aprendí una lección que yo considero muy importante, y ello es que el tiempo no se regala, porque no sabes cuáles serán tus circunstancias y posibilidades mañana, es decir, en un futuro. Entonces a partir de esa convicción he tratado de ocupar mi tiempo a tiempo completo. Parece un trabalenguas, pero eso es lo que he hecho.

Sin dejar de cumplir mis obligaciones laborales, fui profesor de la CUJAE durante cinco años, exactamente de alumnos de la Facultad de Informática. De la misma manera he sido tutor de un número considerable de tesis y como es lógico a esta tarea hay que dedicarle tiempo.

Para mi propia superación profesional hice una maestría en la misma CUJAE, que concluí en 2011. La maestría en Informática Aplicada.

También practico mucho deporte. En los últimos tiempos me he centrado en el béisbol y en esta disciplina soy miembro del equipo integrado por personas ciegas, que forma parte de la Selección Nacional. En el béisbol, que es un deporte que me encanta, suelo jugar la tercera base o desempeñarme como torpedero.

“He podido constatar el apoyo, el deseo de ayudar, aunque falten recursos para la materialización de una idea, de un proyecto”.

Al salir del Centro Nacional de Rehabilitación me di cuenta de que en nuestro país había muchas personas ciegas como yo que necesitaban ayuda. Por esa razón comencé a vincularme de manera voluntaria con la Asociación Nacional del Ciego (ANCI). Después de un tiempo de permanencia en esa institución fui electo miembro del Consejo de Dirección en La Habana. Posteriormente, miembro del Consejo de Dirección Nacional de la ANCI y dentro de este presidí por varios años la comisión que atiende a niños y jóvenes con discapacidad visual en todo el país. Asumir esta tarea fue muy gratificante para mí, porque en alguna medida retribuía lo que en mis momentos más difíciles recibí de otras personas. Lamenté mucho tener que abandonar estas funciones. Otras responsabilidades exigían mi presencia, aunque me tranquilizó el hecho de que una compañera, con una capacidad intelectual extraordinaria, asumiera esta tarea.

Junto con la atención a niños y jóvenes de todo el país, presidía la Comisión Nacional de Informática y Nuevas Tecnologías, responsabilidad que desempeño desde hace dos años. Asimismo, en el último congreso que celebró la Asociación, en diciembre de 2019, fui electo como miembro del Secretariado Nacional de la ANCI. Ser elegido para ocupar tan alta responsabilidad fue en principio una gran sorpresa y en general un orgullo inmenso, nunca me imaginé llegar a escalar esa posición, a mi juicio realmente digna, porque es este el máximo órgano de dirección en la Asociación.

Mientras estuve en la CUJAE y después que salí de ella hasta que lamentablemente llegó la pandemia, asistí a innumerables actividades culturales y artísticas. Nunca falté a un concierto, a un cumpleaños, en fin, a cualquier actividad que representara diversión. Desde siempre me ha gustado pasear, conocer lugares. He visitado casi toda Cuba. Unas por competencias deportivas, otras por actividades propias de la Asociación. Durante un largo tiempo, antes de que se pusieran en vigor estas restricciones, organicé numerosas excursiones a sitios, como el Escambray, a los que jamás soñaron llegar las personas ciegas.

En 2016 tuve el honor de representar a Cuba en una Asamblea de la Unión Latinoamericana de Ciegos (ULAC), celebrada en Uruguay.

Como puedes ver mi vida es realmente activa. Siempre he dado riendas sueltas a mis sueños, a mis deseos incalculables de hacer más cada día. Solo hay algo que nunca he hecho y es porque nunca se me dio, porque no nací con ese don: cantar.

A pesar de carecer de la visión, has logrado ser Ingeniero Informático y también Máster, ¿consideras tu proceder en la vida, en nuestra sociedad, como una proeza?

No creo que sea tanto como eso, creo más bien que me propuse caminar en la vida. En ese camino muchas, muchísimas personas me han ayudado. Otras, por el contrario, me han dado la espalda, de ellas también he aprendido. Cada una de las cosas que he logrado en todas las esferas, sea profesionalmente, en el deporte, en la docencia, en mi vida personal; han sido posibles por la alta dosis de voluntad que he puesto en cada una de ellas. La voluntad de no rendirme nunca.

“No desaprovechen las oportunidades. Que vean en cada una de ellas un medio para crecer, para ser útil, para crear, para construir”.

Hace algunos años, en una entrevista para el diario Juventud Rebelde, me preguntaron que a qué yo le era fiel. Respondí con una frase que se me ocurrió en aquel momento y que después se convirtió en uno de los principales principios: “a no rendirme nunca”. Cualquier obstáculo, por muy grande que sea, voy a continuar enfrentándolo, voy a seguir intentándolo. Considero que todavía me falta mucho por hacer, por lograr, tanto en lo personal como profesionalmente.

Soy consciente de que las cosas que hago son importantes para el desarrollo del país y siempre que sea por esa razón, continuaré realizándolas.

¿A quién o a quiénes agradecerías por todos tus logros?

En primera instancia agradecería a mi familia. Considero que un gran porciento de todo lo que he logrado ha sido gracias al apoyo extraordinario, incondicional de esa retaguardia que es mi familia. Siempre me han apoyado en todas y cada una de las locuras que se me han ocurrido y digo locuras en el mejor sentido, por supuesto.

A todos aquellos que me han extendido su mano generosa. Me precio de tener muy buena memoria y en ella conservo nombres y acciones de muchas personas. Las recuerdo con exactitud a pesar del paso del tiempo.

También agradezco grandemente a quienes me han dado la espalda y que en algún momento me consideraron algo así como inservible. Esas actitudes me enseñaron a crecerme, a perseverar, a demostrar que sí pude y puedo alcanzar lo que me proponga.

A nuestro Partido y Gobierno, especialmente a Fidel por ese sentido humanista que siempre le caracterizó. Cuando pienso en la inmensidad de su humanismo, me viene a la mente, por ejemplo, el Centro de Rehabilitación que él inauguró. Y ese sentido humanista, Fidel se lo imprimió a todo el proceso social que se desarrolló en Cuba a partir del triunfo de la Revolución. Proceso social que no se parece en nada a ningún otro país, aun cuando estos cuenten con grandes recursos.

Indudablemente todavía hay mucho que mejorar, específicamente por parte de algunas personas que se interponen, que convierten en insalvables problemas que pueden ser resueltos y solo necesitan de buena voluntad, de deseos de ayudar, de trabajar en aras de lograr un bien colectivo.

Desde que formo parte de la Dirección Nacional de la ANCI, he visto la voluntad, el deseo de muchos organizaciones, organismos e instituciones del Estado para eliminar trabas, obstáculos y algunas aptitudes negativas, que solo consiguen frenar el trabajo. He podido constatar el apoyo, el deseo de ayudar, aunque falten recursos para la materialización de una idea, de un proyecto. Siempre hemos sido escuchados cada vez que nos hemos dirigido a cualquier institución del Estado.

La ANCI tiene convenios de trabajo con varios ministerios, que revisamos periódicamente y evaluamos su desarrollo por ambas partes.

Este excepcional Ingeniero Informático, hijo de dos humildes obreros y que asegura de sí mismo que continuará siendo un luchador incansable, aconseja finalmente a los jóvenes cubanos que “no desaprovechen las oportunidades. Que vean en cada una de ellas un medio para crecer, para ser útil, para crear, para construir. Y que nunca olviden que los buenos resultados, esos que son verdaderamente perdurables, tienen sus cimientos en el esfuerzo, en el sacrificio, individual y colectivo”.

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