Los frijoles colorados no se ablandan. Matilde y Federico los vigilan, pero el sonido de la olla es desesperante. Los pasos en el piso superior cada vez son más fuertes y las heces en la cocina, cada vez más grandes. Ellos no recuerdan bien quiénes son.
Verónica celebró sus 92 años con esta puesta y ahí se le ve, con un cojín en el piso y con inigualable destreza poniéndose en pie nuevamente. Ahí se le ve, sin perder el hilo de la historia, aferrándose a la esencia de su vida: actuar.
Ella, la actriz Verónica Lynn y él, Jorge Luis de Cabo, son tan viejos como Matilde y Federico. La vejez los acompaña y la soledad de Matilde y Federico no les es ajena, aunque sus historias reales sean otras. La memoria los salva, pero a aquellos les falta. El amor los desconcierta y a estos, el de su público les sobra. Cristina Rebull escribió esta obra para Verónica hace años y ella llamó a De Cabo para compartir el escenario. Los frijoles colorados, sin embargo, no se ablandan.
“Cristina era parte de mi grupo. De su autoría hicimos El último bolero, El espectro de la espada, El centauro y la cartomántica, y esta. Ella siempre pensaba en mí… Frijoles colorados fue montada por Pedro Vera, el de Unión de Reyes, también por Julio César Ramírez, el del grupo Teatro D’ Dos, quien la llevó a Portugal. La única que no la había hecho era yo, aunque estaba escrita para mí.
“Ya decidí ser Matilde y quise hacerlo al cumplir mis 90 años, pero no pudo ser. La celebración fue con un concierto precioso con Liuba María Hevia. Al año siguiente la pandemia no me lo permitió, así que mis 92 se llevaron el privilegio”.
— En esta ocasión, eligió actuar y dirigir al mismo tiempo.
— En el arte no se debe improvisar, no se debe arriesgar a lo loco, por el respeto al público y a mí misma. Pero los directores que quise que me dirigieran, no podían y como ya yo había dirigido La gran tirana y El último bolero, con Katia Caso y Cheryl Zaldívar, pues me decidí.
“Actuar y dirigir es difícil. Pedro Álvarez, mi marido, podía hacerlo y otros pueden. Yo sé dirigir actores, para eso soy profesora. Es un poco como dar una clase, pero montar una puesta en escena es difícil. Sin embargo, lo hicimos.
“Es una comedia del absurdo. El absurdo no hay que montarlo como tal, y no ensuciarlo más porque se hace menos comprensible. Es un género realista porque es tan absurdo, pero la base es una realidad. Aquí sucede. Dos ancianos centenarios, en una casa vieja, con miles de necesidades, padecen ciclones de toda índole… todos sabemos quiénes son los colorados, y como este país pequeño, pobre, somos capaces de usar escobas, cucharas, cazuelas, defender nuestros criterios. Trato de esclarecer con la puesta esta realidad, y que cada cual se identifique con la suya.
“Cuando se menciona el Teatro de La Alhambra, se me ocurrió homenajear a Pineda Barnet. Como Jorge Luis canta tango, se nos ocurrió bailar uno en la obra… Se nos ocurrieron cosas que han enriquecido la puesta en escena, y creo que con dignidad lo hemos hecho”.
Magistralmente Verónica cambia su vestuario varias veces en la escena como leal aprendizaje de un género en el que el actor debe dominar el texto y el movimiento escénico, incorporando acciones constantemente a su personaje. Ella celebró sus 92 años con esta puesta y ahí se le ve, con un cojín en el piso y con inigualable destreza poniéndose en pie nuevamente. Ahí se le ve, sin perder el hilo de la historia, aferrándose a la esencia de su vida: actuar.
Jorge Luis homenajea a su padre con el clásico atuendo en la cabeza de los pintores de antaño, echa a mano a su ingenio y resuelve cada escena sin que nadie se percate de un posible cambio. La disfruta y canta porque también es tanguero y baila el baile de Gardel. Los frijoles colorados no se ablandan.
Como amigos, como hermanos, como casados… Matilde y Federico no se autorreconocen finalmente pero sí están seguros de que se quieren y más aún, de que solo se tienen el uno al otro. Sus recuerdos son la única compañía.
¿Aquel ciclón? ¿Te acuerdas? Viajan en el tiempo y rememoran los de vientos huracanados y los de estallidos sociales. La obra, comedia del absurdo, es también como un campo minado de alegorías, metáforas, reflexiones y provocaciones.
Sin embargo, de cualquier manera queda claro que a Paco, el enemigo, se le enfrentará como sea. Con toda la voluntad y la entereza que caracteriza al ser humano, aún en situaciones de vulnerabilidad. Incluso, con los mismos frijoles —que no se ablandan— como balas. No puede ser de otra manera.
¿Quién se acuerda de los olvidados?, preguntó Verónica a los espectadores, antes de comenzar la obra. Le habían preguntado de Rolando Ferrer y ella, luego de agradecer la presencia de todos allí, mencionó a Enrique Santiesteban, a su esposo Pedro Álvarez… a tantos. “Es que son muchas las deudas…”, dijo.
Esta obra salda algunas. Con ella misma, porque se debía interpretar a Matilde hace años. Con su esposo y el grupo Trotamundos que juntos fundaron. Con la actuación en el teatro, que tanto demanda. Con Enrique Pineda Barnet y Tomás Piard. Con los más jóvenes, con el público y sobre todo, con nuestros frijoles colorados. Los de cada uno, los de todos.