Hay músicos que por la inmensidad del legado que nos han dejado, merecen ser honrados desde un libro con toda la trascendencia que trae implícito ser uno de los compositores más importantes de su generación. Nos referimos al libro que acerca de la vida y obra de Santiago Feliú, que nos ha presentado Humberto Manduley bajo el título La memoria girando en la luz: Santiago Feliú en mis recuerdos.

Para valorar en su justa medida la magnitud de semejante testimonio escrito por Manduley para NialaNai Ediciones, resulta imperativo recordar que estamos ante la impronta de un experimentado y consagrado investigador que tiene en su haber libros imprescindibles en los que se recopilan textos suyos sobre la evolución del rock y sus cultores, no solo en nuestro país sino también acerca de aquellos músicos de cualquier otro lugar del planeta que deben de ser resaltados por su vinculación con el género.

Radicado en San Miguel de Allende, México, desde el 2010, en esta ocasión refleja la admiración que como autor profesa hacia el carismático trovador, lo que le ha permitido entregarnos un ennoblecedor libro que solo puede haber nacido como consecuencia de la experticia profesional de un crítico del rango de Manduley, pero matizado desde esa intimidad que ha sido edificada a partir de la sincera y estrecha relación que prevalece entre hermanos.

El libro nos devuelve al Santi presente en cuerpo y alma, como si jamás se nos hubiera ido. Foto: Iván Soca

Por ejemplo, para quienes necesitan estar informados acerca de la cantidad de discos hechos por Santiago, aquí se nos ofrece con lujo de detalles la relación de los quince discos por él grabados además de un panorama de los discos de otros músicos que se escuchaban en el momento que aparecía cada nuevo fonograma del trovador. A la vez, nos habla también de los numerosos discos en donde el trovador aparece como invitado, así como de los otros concebidos conceptualmente como un tributo a su herencia cultural.

Pero al mismo tiempo, el autor del libro desea acentuar algo que ya todos presentíamos de alguna manera: que Santiago se encontraba en su mejor forma llegado el momento de sacar la guitarra de la funda para ponerse a cantar, ya fuera acompañado por un grupo lo mismo que por una orquesta sinfónica, al igual que en la privacidad con unas cuantas personas en la sala de una casa. Era tal la intensidad del amor de Santiago hacia su guitarra, que Manduley nos recuerda aquella oportunidad en donde desde el escenario del Mejunje en Santa Clara, comenzó a tocar seguido desde las diez de la noche hasta el mediodía del siguiente día.

“…el autor del libro desea acentuar algo que ya todos presentíamos de alguna manera: que Santiago se encontraba en su mejor forma llegado el momento de sacar la guitarra de la funda para ponerse a cantar”.

Sin embargo, para comprender semejante nivel de entrega, este sentimiento aparece reflejado a lo largo de todo el libro como la información precisa que requerimos para asimilar la personalísima descarga de espontaneidad propia del carácter libre y abierto del Santi, ese que le permitía sin el menor reparo detener el concierto para comenzar de nuevo una canción porque no le pareció bien como la había iniciado, o interrumpir la interpretación de composiciones propias para dedicarse entonces a tocar lo mismo tangos que versiones a clásicos de la trova tradicional o a canciones de Los Brincos y de Los Formula V, sin tener en cuenta a quienes le criticaran esa desmesurada manifestación de sus inclinaciones estilísticas.

De aquí se desprende la lógica de que a Santiago le distingue una coherente independencia como creador, esa que le permite beber de todo aquello que le pudiera resultar atractivo, pero sin tener que sentirse obligado a transitar por la brecha abierta de determinado camino.

Del rock anglosajón, la obra de Bob Dylan le sugiere el empleo de la armónica, mientras que del grupo británico Jethro Tull le llama la atención el modo tan peculiar de combinar la sonoridad de instrumentos acústicos con los electrónicos. Otro tanto sucede con el universo del rock argentino, al compartir con sus principales exponentes pero sin dejarse atrapar por el estilo de ninguno de ellos.

Para este acucioso investigador, que estuvo presente en más de un centenar de sus presentaciones, ahondar en aquellas circunstancias que lo definen como un compositor al que primero le llega la inspiración de la música antes que la voluntad de conformar el texto, o el modo en que necesita insistir en su preferencia por la poesía pura mediante el empleo de sugerentes metáforas, son rasgos que Manduley considera claves para abarcar el universo autoral del trovador. Por tal razón, en el libro hay un espacio aleatorio de versos del cantautor que nos permite el disfrute de algunos muy conocidos como “De escudo quiero el corazón desnudo”, “Eres amor porque huyes” o “Patria sagrada, ansias del alba, no te olvides que andamos muy mal sin ti”, entre otros.

Acucioso investigador, Manduley estuvo presente en más de un centenar de presentaciones de Santiago Feliú. Foto: Tomada de Internet

Obviamente, a través de esta breve reseña resulta imposible agotar el acercamiento a todos aquellos pasajes del libro que singularizan la esencia del artista que habita en el ser Santiago Feliu, aristas que quisiera haber comentado con mayor amplitud, como es el caso de su vehemente rasgueo de la guitarra, en donde incide la huella de un Paco de Lucía o la reformulación que hace de la poética de Silvio Rodríguez, otra de sus influencias mayores. Pero quizás no deba concluir sin antes exponer mi opinión a la pregunta que se hace Manduley de cómo reaccionaría un sujeto tan complejo y contradictorio como Santiago en este mundo que nos ha tocado vivir, específicamente al difícil trance por el cual atraviesa la sociedad cubana en estos momentos. Al respecto, me gustaría pensar que crecería todavía más su amor por Cuba, ese que nunca dejó de hacer público.

Ahora sí, necesito advertirles que cuando hayan terminado con la lectura de La memoria girando en la luz… querrán comenzar a leerlo de nuevo porque nos hemos encontrado con el Santi presente en cuerpo y alma, como si jamás se nos hubiera ido.